22/11/2024 06:10
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(La mejor «Escuela» de periodismo que ha habido en España, según Pérez Reverte)

 

En aquella prodigiosa redacción de «Pueblo» estaba lo peor de cada casa, éramos unos golfos y unos bohemios, allí he conocido a los mejores, nada que ver con las redacciones actuales. Aquello era un garito, pero con una «pasión por buscar la noticia que se mataba». Pues estas palabras de mi amigo Raúl del Pozo, vertidas en el libro que Jesús F Úbeda y Julio Valdeón han escrito sobre él y que yo recojo de las páginas de «La Razón», han abierto de par en par mi «Baúl de los recuerdos». Porque da la casualidad que yo estaba allí y durante esos años, los más triunfales de aquel gran periódico que dirigía Emilio Romero, yo fui subdirector. O sea el «baranda» que tenía que lidiar con aquella pléyade de genios y figuras insustituibles, únicas. 

 

Raúl del Pozo

Hoy, por ello, me van a permitir que les cuente algunas anécdotas que definen muy bien lo que fue aquel «garito» del que habla Raúl. Son cuatro anécdotas con nombres y apellidos, que no he olvidado, ni podré olvidar mientras viva. La primera va unida al nombre de «Yale» (Felipe Navarro), el periodista cordobés, increíble reportero, único, como lo demuestra lo que hoy quiero recordar para completar lo que dice Raúl de que en aquel «Pueblo» se mataba por una noticia. Un día se presentó en la Redacción, y por tanto en mi despacho, con un reportaje asombroso: una familia, padre, madre, y cuatro hijos que vivían en un árbol, en el que se habían fabricado su propia vivienda con cuatro tablas y cuatro pieles de cabra. Increíble, pero cierto. Naturalmente aquella foto fue la portada de aquel día… y les juro que hoy me gustaría reproducir el texto que escribió (y además, el cabrón era el único que me ganaba al ajedrez en aquella redacción de grandes jugadores). La segunda me saca del baúl a otro golfo, Felipe Mellizo, aquel corresponsal de «Pueblo» en Londres que escribía sus crónicas, las mejores que se publicaban en aquellas fechas en la prensa de Madrid, desde Villalba, el pueblo de la Sierra de Madrid donde tenía una pequeña casa… y el «affaire» se descubrió porque un día un  ciudadano de la localidad se presentó en mi despacho asombrado y me hizo partícipe de su asombro, ya que suscriptor y lector de «Pueblo» se extrañaba que Don Felipe escribiese crónicas tan bonitas y reales de Londres estando en Villalba. ¡Dios y lo más gracioso es que yo mismo le felicité más de una vez y hasta don Emilio por la «realidad» de la capital inglesa que reflejaba desde lejos. Y no sigo, porque de Felipe Mellizo podría contar algunas más.

 

Felipe Mellizo

La tercera corresponde a otro famoso, el asturiano José Luis Balbín, aquel que se hizo después de su paso por «Pueblo» superfamoso con «La Clave» en Televisión Española. Estaba de corresponsal en Bonn (todavía la capital de la Alemania Federal) y, ciertamente, sus crónicas encantaban en España y muy en especial al gran jefe Don Emilio. Pero un día, estalló un escándalo en el Gobierno, en plenas elecciones (las ganaría Willy Brandt) y de pronto, dejaron de llegar sus crónicas y Don Emilio dio órdenes de que se le buscara por las buenas o por las malas por tierra, mar y aire…

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Lo que resultó más difícil que localizar «al soldado Ryan», ya que, así era José Luis, se había olvidado hasta de las Elecciones y se había ido a Budapest, que todavía estaba tras el telón de acero y naturalmente no había modo de localizarlo.

Ojo, que aquel gran Balbín no se había ido de turista, sino, siendo como era un verdadero especialista en la política y situación de los Estados Satélites de Moscú, a estudiar una posible Rebelión contra Moscú… y a pesar del cabreo del jefe se lo reconquistó, y nos reconquistó a todos, con el genial informe que hizo a su vuelta de la Alemania de Brand.

 

 

José Luis Balbín

Y la cuarta, quizá la más llamativa y graciosa, fue la que vivimos con Raúl del Pozo, (aprovecho para decir que yo tuve en «Pueblo» tres debilidades: José María García, Raúl del Pozo y Carmen Rigalt), cuando lo enviamos de corresponsal a Moscú (y en este caso digo, «enviamos», porque recuerdo que una noche Don Emilio me adelantó que quería enviar a Rusia a un corresponsal y que estaba dudando a quien podía designar, teniendo en cuenta que tenía que prestarle más atención a describir la Rusia de ese momento que al sistema político y al Gobierno… y los dos sin dudarlo soltamos el nombre de Raúl del Pozo), quizá también porque por aquellas fechas Raúl era el más comunista de la Redacción (bueno, de puertas afuera) y allá que se fue lleno de ilusión, eso es verdad, el bohemio a Moscú. Y en Moscú pasó algunos meses, pocos, pues al poco de llegar ya estaba mandándome recados angustiosos por el telex: «Merino, sácame de aquí, no aguanto más». Y mis respuestas, por indicación del propio Don Emilio eran simples: «Enhorabuena, cabrón, el jefe dice que eres el mejor ¡y que sigas ahí!»… Y es que al margen de sus ideas, de sus genialidades, de la belleza de sus escritos, Raúl del Pozo, mi amigo, mi admirado, era tan comunista como Picasso y le ha gustado siempre vivir bien.

 

José María García

Y me quedan para otro día otras figuras que pasaron por aquel «Pueblo» de genios, el hoy gran escritor y gran periodista y Académico de la Lengua, Arturo Pérez Reverte, Julio Camarero y Vicente Talón. No se me olvidará nunca el día que Don Emilio me «entregó» a Arturo con estas palabras: «Merino, este joven que nos viene de Cartagena, de la mano de nuestra amiga Luisa María, quiere ser periodista. En tus manos lo dejo». Hoy aquel Arturito que enseguida conquistó a las fieras que había en la Redacción dice cuando le preguntan por sus inicios periodísticos: «Pueblo» fue la mejor escuela de periodismo de España».

 

Emilio Romero y Carmen Rigalt

Hace años yo los describí así en mi obra «Mi vida en versos, testamento espiritual»

En 1969 llegó el hombre

a la Luna

y yo desembarqué en «Pueblo».

En aquel «Pueblo»

de Emilio Romero

donde aprendí,

rodeado de divos y genios,

que por conseguir una noticia

es legítimo arriesgarse

hasta ¡morir!.

Allí estaban, por entonces,

Raúl del Pozo, «el rebelde»,

Yale, «el pícaro»,

José María García, «el exclusivo»,

Vicente Talón, «la guerra»,

Julio Camarero, «el profesor»,

Marlasca, «el rata»,

Carmen Rigal, «la pluma»,

Julia Navarro, «la colibrí»,

Miguel Ors, «la razón»,

Antonio D. Olano, «el todoterreno»,

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Navas, «el pesao»,

Antonio Aradillas, «el páter»,

Pla, «el monigotes»

y más, muchos más, cuyos nombres

debieran estar hasta en «El  Quijote»…

Pero, por encima de todos

estaba Don Emilio,

el gran patrón,

con sus «gallos» y sus «espolones»

¡el patrón del barco!

Pero, por si fuera poco allí estaban también mis mujeres:

Creo que hoy o ayer, o mañana, se celebra el «Día Internacional de la Mujer Escritora» y eso, en lugar de sacar de mi baúl a mis mujeres escritoras preferidas (la primeras Pearl S. Buch, Teresa de Jesús, Virginia Wolf, Rosalía de Castro, Agatha Christie, Jane Austen, Carmen Llorca), ha hecho que salgan las mujeres, periodistas o no, que había, que conocí, que traté, que admiré, que envidié, en mi «Pueblo» (es decir, en el «Pueblo» de Emilio Romero, en el que primero fui Redactor-Jefe y luego, pronto, Subdirector) entre los años 1969 y 1978 y que fueron estas, sin orden:

Cristina (la poderosa secretaria de Don Emilio), Dalia (la que nos pagaba cada mes in situ, es decir que pasaba por la Redacción con el sobre de cada quisque), Pilar Narvión (la eterna corresponsal en París, sin duda la mejor), Rosana (para los lectores «Soraya», nuestra experta en Moda), Carmen Rigalt, Julita Navarro, Rosario Villacastín y a veces Rosa Montero (las cuatro acabarían imponiéndose y triunfando), Juana Biarnés (la mejor fotógrafa de España), Cristina Peña (la increíble abogada que nos conquistó a todos por su inteligencia y su belleza), Mariví Romero (la hija del Jefe y triunfadora crítica de toros), Elvira Daudet (más escritora que periodista), Julia Ampuero (siempre triste y guapa), Rosa de Federico, Conchita Guerrero, Luisa María y su hermana (las guapas de Administración) y la Queca (que llegó a triunfar como fotógrafa con el PSOE)… y Luisa María Payan, la gran actriz y rapsoda, compañera inseparable de Rosana, y amiga de todos, que tenía «Pueblo» como su segunda casa.

Pero no acaban aquí mis mujeres de «Pueblo», porque luego saltan también de mi baúl las que conocí, y de algunas me hice buen amigo, en la «Wiskería» que Don Emilio se construyó en los bajos del periódico como lugar de encuentro de famosos y famosas… ¡Dios, qué tertulias ya de madrugada!, por donde pasaban todos los actores y actrices al finalizar las funciones de la noche. Pues, allí pude conocer a Concha Velasco, Enma Penella (fija noche tras noche), Carmen Sevilla, Sara Montiel, las Cabas (Julia e Irene), Lina Morgan, Concha Piquer (Conchita), Sara Lezana (de la que tendré que hablar otro día) y cómo no, Lola Flores (con la que tuve años después la oportunidad de trabajar en un programa, yo como guionista y ella como entrevistadora estrella, en Radio Intercontinental).

Y por hoy nada más. Al oxígeno.

De todos, de los que están todavía y de los que ya se fueron (muchos, desgraciadamente) guardaré mientras viva mis mejores recuerdos.

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