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Lo de China no es solo un virus: es un cáncer. Global. Una metástasis planetaria que se expande como un líquido desparramado por el mundo. Evidencia que las democracias occidentales son mucho menos eficaces que las tiranías orientales a la hora de planificar la economía y de ofrecer resultados geopolíticos. Y en este mundo ya solo importa la eficacia, el beneficio, la precisión, el cálculo. Lo que no es humano. Aquello que cabe en una plantilla de Excel. Hablar de libertad, en cambio, parece un anacronismo. Cosa de viejos. Habrá que aplicarle, entonces, el remedio de la eutanasia. Para eso se ha aprobado, ¿no?
Lo ha dicho Emilio Lamo de Espinosa: vivimos en post-Europa. Que es tanto como decir que lo nuestro es una post-Democracia. Si es que llega. También lo ha defendido el filósofo José Luis Rodríguez García en su último ensayo: Postutopía. En definitiva: estamos a la vuelta de todo lo que nos ha caracterizado durante siglos. Los europeos de hoy somos los rescoldos de un fuego milenario. Ceniza. De conquistadores hemos pasado a camareros del turismo que nos alimenta con las sobras que nos dan los nuevos amos del mundo. Y no sólo: también Estados Unidos se desmorona a causa de su deuda mastodóntica. Solo el gigante chino, que provee al resto del mundo de acero y otros materiales esenciales, parece marchar hacia el futuro. Los europeos únicamente anhelamos una paguita del Estado para no perder un estilo de vida irreal que llevamos décadas simulando. Que nadie se equivoque: esta vez los bárbaros no vendrán de fuera. Nosotros nos hemos convertido en los bárbaros.
China es el modelo que se quiere exportar/importar al resto del mundo. Gente del poder y la influencia de Klaus Schwab o Giuliano di Bernardo lo han dicho recientemente por escrito. El Foro Económico de Davos lo ha demostrado haciendo a Xi Jinping su Presidente de Honor en la última celebración del mismo. El gigante rojo pretende restaurar su Imperio sin renunciar a nada. Y el secretario general del Partido Comunista de China se ve coronado como emperador. Con cien años de historia, el Partido goza de mucha mejor salud que cualquier equivalente democrático actual. La guerra, ahora, está en ámbitos relacionados con la tecnología, la Inteligencia Artificial, la lucha por el espacio exterior, la realidad virtual, el Big Data, las monedas digitales, el tráfico de información, el transhumanismo, etcétera. La ventaja occidental estriba en que Internet es un lenguaje forjado en inglés y cuya delantera está desde sus inicios bien asentada en Silicon Valley. Pero si algo ha demostrado el liberalismo es que no le importa plegarse a un modelo totalitario como el chino con tal de mantener activos sus beneficios. Podríamos ver cómo el mundo queda subyugado por la falta de libertades y la planificación central china al tiempo que nos vemos asediados por una avalancha tecnológica sin precedentes en la historia. Para ello solo es necesario esperar un poco más de tiempo, seguir implementando medidas como las que se toman a cada semana y terminar de borrar todo rastro de pasado en el presente para que nadie sienta nostalgia de ciertos valores anacrónicos. Esas cosas de viejos como la libertad.
Por su parte, Rusia se encarga de cercar a Europa, de fragmentarla y de bloquear todo posible pacto transatlántico con otras latitudes. Europa podría ser una potencia económica, industrial y militar si se lo propusiera. Sólo Gran Bretaña, que está fuera de la UE, o países como Polonia, que está amenazada con su expulsión, prosperan por encima de la media. España se hunde y le queda mucho trecho por recorrer cuesta abajo y sin frenos. La Hispanidad sería una gran alternativa para la situación de enfermedad crónica que España ocupa en la UE y también para la descomposición que Hispanoamérica sufre por culpa del mismo social-comunismo del PSOE. Si cayera el régimen cubano ahora podríamos albergar esperanzas de asistir a un dominó americano en el continente. Lejos de eso, tenemos una España cada vez más castrista-bolivariana. Avanza el socialismo: de Pedro Castillo a Pedro Sánchez. Tan rojos como en Pekín. Milagro comunista. Cáncer chino. Un mundo nuevo.
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