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El caso es que sus ideas impactaron en una serie de pensadores posteriores, como John Ruskin, que pertenecían a una corriente conocida como los socialistas utópicos.

El socialismo utópico había nacido del magma de influencias relacionadas con la Industrialización, el enciclopedismo y ciertas enseñanzas de la masonería, el “martinismo” e incluso de los Iluminados de Baviera.

Estos primitivos socialistas, considerados precursores de las teorías de Karl Marx, pretendían aplicar el espíritu de la Revolución francesa, pero librándolo en lo posible de la sangría y la destrucción que había causado a finales del siglo anterior.

Uno de sus principales ideólogos, el conde de Saint Simon, fundó una secta a medio camino entre la política y el misticismo anticatólico. Se jactaba de ser descendiente de Carlomagno, que, según él, se le había aparecido en sueños durante la época del Terror jacobino mientras aguardaba en un calabozo su turno para ser guillotinado.

El rey de los francos le habría vaticinado que viviría para dedicarse a la filosofía y la política y, en efecto, como fue indultado a última hora, achacó lo ocurrido a influencias sobrenaturales y se puso manos a la “obra”.

En su concepción del mundo, la Iglesia debía desaparecer y el científico sustituir al sacerdote en la cúspide de la pirámide social, mientras que el resto de la población (excepto los literatos y artistas, que ocuparían el papel de la nobleza y el clero en el Antiguo Régimen) se dedicaría al trabajo puro y duro. En la versión actualizada, parece que la Inteligencia Artificial y la robótica, suplantará al populacho ya inútil.

Gran admirador de la Edad Media (como el pirado de Harari), recomendaba caminar hacia la unidad del continente europeo basándola en un vago ecumenismo medieval, que, paradójicamente, fue posible precisamente gracias al cristianismo que tanto le irritaba.

Sus teorías fueron ampliadas y completadas por Charles Fourier y Pierre Leroux, que explicaban el origen de las desigualdades sociales como premios o castigos a existencias anteriores, en una chocante amalgama entre política , reencarnación y “kharma”.

Fourier, además, tuvo contactos con los Illuminati: había vivido en Lyon, una de las capitales del ocultismo de su época y allí había colaborado con ellos en la edición del sugerente folletín de Lyon.

Allí también conoció a varios francmasones, y todo apunta a que se inició con ellos en el Gran Oriente de Francia y posiblemente en la orden martinista.

Entre sus ideas más conocidas figura el planteamiento de «una estructura social perfecta» (¿o tal vez quiso decir perfectibilista?) basada en los falansterios o comunidades autónomas en cuanto a producción y consumo de los productos que necesitaran y donde se practicaría la poligamia.

Una idea que no pudo llevar a la práctica en su tiempo, aunque más tarde el movimiento hippy (ingeniería social mediante) intentara materializarlo, más o menos con éxito, durante los años sesenta y setenta del siglo XX.

Entre las aportaciones más bizarras de Fourier figura su cosmogonía, en la que Dios era el punto de partida de una cadena de seres que incluía la existencia en el universo de hasta 23 millones de sistemas solares como el nuestro.

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¡Casi na’!
Cada uno de los planetas de estos sistemas poseería vida propia, con sus instintos, sus pasiones, sus intereses… e incluso su propio aroma, que impregnaría a todos los seres que en él habitaran. Además, y según sus cálculos, el alma estaba obligada a migrar un total de 810 veces de uno a otro mundo: únicamente 45 de esas encarnaciones serían desgraciadas, mientras que las otras 756 serían felices.

Este dato le hizo especialmente popular entre sus seguidores, sobre todo entre los que no estaban muy satisfechos con su vida actual.

El anticapitalismo místico y globalizador de la humanidad que desprendían los escritos de los socialistas utópicos fue transformado por Karl Marx en otro de carácter materialista, y científico, pero igualmente destinado a promocionar la idea de unión de todos los seres humanos sin que importara su lugar de nacimiento ni la clase social. Unidos en la pobreza y pobre del que no aceptara las bondades del comunismo, ya que pronto sería enviado al paraíso previa “purificadora” agonía gentileza de los “myasniks” (charcuteros) bolcheviques.

Pero antes de la irrupción en escena del creador de “El Capital” – de pena capital -, aún hubo tiempo para los manejos de personajes como Graco Babeuf, fundador de la llamada Sociedad de los Iguales y agitador de diversas conspiraciones orquestadas por las sociedades secretas del primer tercio del siglo XIX en Francia, y considerado por los marxistas como el primer líder del movimiento revolucionario de la clase obrera; Esteban Cabet, uno de los doce miembros de la dirección suprema de los carbonarios y fundador de varias comunas, y el inventor español del submarino, Narciso Monturiol (Isaac Peral lo mejoró), que perteneció a la órbita filosófica de Cabet.

Finalmente, el último de los grandes socialistas utópicos sería el profesor de Oxford, John Ruskin, que formó un círculo de pensamiento con los más notables de entre sus alumnos, como el historiador Arnold Toynbee, el economista William Morris o el masón lord Alfred Milner, e influyó decisivamente en el nacimiento de la Sociedad Fabiana en 1883.

Los fabianos son el eslabón entre el socialismo utópico y el laborismo británico, precursor a su vez de la pánfila  y mediocre socialdemocracia, tal y como la entendemos en la actualidad.

Tomaron su nombre de “Quintus Fabius Maximus”, el general romano que durante las guerras púnicas rehuyó con gran habilidad un choque directo entre sus legiones y las tropas cartaginesas, ante la superioridad de éstas.

En lugar de acudir a luchar en campo abierto de acuerdo con las leyes del honor militar, organizaba escaramuzas por sorpresa, atacando pequeños objetivos y retirándose en seguida o escondiéndose a medida que avanzaban los cartagineses.

Mantuvo la táctica hasta que sus guerreros estuvieron preparados como él deseaba; además se conjugaron una serie de circunstancias que le daban todas las ventajas en la batalla.

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Entonces atacó y consiguió una importante victoria que le dio la fama.

La táctica de los socialistas fabianos respecto al asalto al poder imitaba al general romano: la idea era ir introduciendo un proceso gradual de reformas sociales que evitara enfrentamientos directos entre la clase obrera y los capitalistas, a la vez que se extendía la ideología de igualdad y fraternidad entre los trabajadores de todos los sectores.

Además de Toynbee, el alumno de Ruskin, este movimiento contó con muchas caras famosas de la intelectualidad anglosajona, entre ellos los escritores Virginia Wolff, H. G. Wells, George Bernard Shaw y el filósofo Bertrand Russell, y también mantuvo intensos contactos con la Sociedad Teosófica de la famosa e intensa Elena Petrova Blavatsky.

La Sociedad Fabiana fue la creadora de la famosa “London Economic School”, donde en la actualidad continúan formándose las élites satánicas globalistas.

Según diversos autores, los fabianos apoyaron durante un tiempo el marxismo, pero en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo tras el congreso del Partido Socialdemócrata alemán de Bad Godesberg en 1959, se volcaron en apoyo de una ideología más suave basada en la Realpolitik, o política realista, en la que la transformación hacia el nuevo orden mundial — resucita el concepto públicamente— se llevaría a cabo mediante la aceptación del liberalismo y la economía de mercado, convenientemente manejada y reconducida.

Y así, con el paso de los años cualquier analista político ha podido comprobar, en efecto, que la política económica de los partidos socialdemócratas se ha ido aproximando cada vez más a la de las formaciones de carácter conservador, hasta el punto de llegar a ser, en muchas ocasiones, o en la mayoría, casi idéntica.

Colofón:

El Socialismo multicolor actual:

Perritos gemelos del mismo amo y de collares de colores carmesí y celeste.

¿Sus nombres? “Pispa”, la perrita canija de color rojo y “Peco”, el chihuahua enano de color azul.

En la actualidad tenemos otras variedades más modernas. Esta temporada – Veranete 2023 – se lleva el verde “pistacho” que es muy alegre, ya que el morado está «dépassé» y «obsolète». Desfasado en español.

También será tendencia alguna combinación horterilla entre el rojo y el azul que ahora es “chic” y está muy de moda.

En la pasarela del próximo 23 de julio se podrán sumar algunos otros colorines chillones, aunque seguro que  todos modelaran a la perfección debido a su buena domesticación.

En esta próxima feria nacional canina los podrás ver a todos en su conjunto “caminando juntos”.

¡No olvides elegir tu perrete preferido!

Autor

REDACCIÓN
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Daniel Antonio Jaimen Navarrete

Vaya una mierda de redacción. Dar bandazos con «párrafos» de una sola oración y saltar de una cosa a otra sin una progresión visible desde lo que se plantea hasta una conclusión es propio de mileniales nacidos de madres fumadoras, alimentados de bebé con fórmula industrial y sujetos a fogonazos audiovisuales oscilantes cada veinte segundos. Sólo así se explica que alguien pueda ponerse a escribir y acabe segregando un, digamos, texto sin coherencia propiamente textual. Acumular anécdotas y datos no es desarrollar idea alguna. Es un refrito y carece de la más mínima originalidad exigible a un artículo. También es típico de una cierta clase de culturetas que, cuanto más citan, menos piensan. Parece una grabación de una protoconversación de taberna.

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