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Margarita Robles Pérez es más peligrosa que un mono con dos pistolas. Y, asombrosamente, gusta a cierta derecha. Margarita Robles ilustra a la perfección el narcorrégimen pedófilo del 78. Como responsable política, Margarita Robles está ligada, en sus inicios, a una de las etapas más aciagas de la reciente historia española. En el tránsito por justicia e interior de Belloch, fue incrustada en el criptocriminal e hipercorrupto tardofelipismo. ¿Y los bufos tiempos de la actualidad?

Margarita, liberticida

Hogaño, Margarita Mofletes, al mando del ministerio de la guerra, ceneí y fumigadores umitas, de la Ume de toda la vida. Con este siniestro ente, dizque humano, es dable -justo y necesario – realizar enérgicos ejercicios de «memoria histórica». Intentemos proporcionarle un saludable jarabe memorioso. Primero, lo reciente. Corruptos fiascos, otros de tantos, en la venta de bombas «inteligentes» a Arabia Saudí. O, también, memorable, su ojeriza sancionadora contra la libertad de expresión de los reservistas que rubricaron una declaración en defensa del dictador ferrolano. Te puede gustar más o menos, pero se llama libertad. Sacrosanta. E inviolable.

Margarita, horror totalitario

En ese sentido, el actual jemad- archimandrita de los fumigadores e imponderable brasas – Miguel Ángel Villarroya, fue denunciado en los juzgados de Plaza de Castilla por uno de los cinco militares en la reserva que fueron investigados por el Gran Fumigador. El teniente coronel Francisco Bendala Ayuso acusó, tanto a Villarroya como a Robles, de perpetrar, presuntamente, tres delitos: contra el ejercicio de sus derechos individuales, usurpación de funciones y prevaricación.

Sigamos con Margarita. Arbitraria e injustificada expulsión del vicealmirante Alfonso Gómez Fernández de Córdoba. O la inicua y surrealista persecución contra el capitán Juan A. Fernández Galindo. La Mofletes, también, se caga en todos aquellos que expresan libremente su oposición a Cum Fraude durante los sórdidos desfiles de los milicos. Margarita, un horror.

Margarita, al mando de militares antipatriotas

Bajo su piel de corderito norik se oculta una loba totalitaria y zumbada, una chequista de manual: comisariado político de toda la vida. Una lunática enormemente peligrosa que se encuentra al frente del ministerio más cómodo de llevar debido a sus curiosas singularidades, funcionando casi siempre con el piloto automático puesto.

Y, también, todo le resulta relativamente fácil y cómodo porque la turbia oficialidad hace mucho que confundió disciplina con sumisión, neutralidad con cobardía y vocación con «hacer la carrera».

¿Amor a España? Déjenme que me descojone un rato. Unos traidores a la patria de tomo y lomo, rastreros lacayos al servicio de la criminal y globalista Otan. Y a otros psicopáticos globalismos.

¿Margarita consintió el robo de una niña?

El 18 de junio de 1987, Clara Alfonsa Reinoso parió una cría, que de inmediato le fue sustraída. Se encontraba bajo la tutela de la actual ministra de la guerra y entonces juez decano del tribunal tutelar de menores de Barcelona. Margarita tenía el deber legal de custodiar y proteger a Clara Alfonsa. No lo hizo. Los hechos son tan espeluznantes, inhumanos e inmundos que superan cualquier fértil y afiebrada imaginación.

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Entran en juego una institución, La Casa de la Jove. Una clínica de aparente prestigio y renombre, Dexeus. Recordemos que allí Clara Alfonsa recibe la visita de la ginecóloga, Victoria López Rodó, quien le engaña y le cuenta que el niño –varón– ha muerto. De hecho, como dijimos, fue niña. Y, poco después, la cría recién raptada es entregada en ese mismo momento a una pareja previamente concertada. Eso sí, previo pago de una suculenta suma de pastuqui.

En todo este espanto también participó una abogada, Teresa Cervelló, que luego sería magistrada del tribunal superior de (in)justicia de Cataluña. Y el hermano de la ex-presidenta del parlamento catalán. Y, sobre todo, meollo del asunto, la juez decano del tribunal tutelar de menores de Barcelona, Margarita Robles Pérez. Todo avala, o hace inferir, que Margarita Robles fue, en principio, la cabeza de la trama. O, al menos, cómplice necesario. Nada se pudo hacer sin ella.

¿Margarita envió a un inocente a la cárcel?

Se trata de la responsabilidad inagotable que contrajo al enviar a un inocente al trullo. Braulio García Jaén lo explicó en Justicia poética, su excelente libro sobre el caso Tommouhi. No fue incompetencia, sino ruin falta de arrepentimiento. Y de mínima humanidad.

Dos marroquíes fueron condenados por error en 1991, según reconoció el tribunal supremo seis años después, pero aun así siguieron en la cárcel. Abderrazak Mounib la palmó en su chabolo el 26 de abril de 2000. Ahmed Tommouhi ha permanecido quince años preso, cumpliendo íntegra su condena.

Margarita Robles condenó a ambos por una violación que habían cometido otros. Del verdadero violador sabemos que su grupo sanguíneo, expresado en los análisis de esperma que la policía científica de Barcelona realizó entonces, no coincide con el de Ahmed Tommouhi. Pero Robles no fue la única que no “descifró” los informes, tan sencillos de entender: sus compis de tribunal, Gerard Thomàs Andreu y Felipe Soler Ferrer, tampoco.

Dos inocentes fueron condenados por la cara, literal y metafóricamente, mientras que la huella genética de los auténticos violadores se conserva intacta en un laboratorio de Madrid.

Margarita Robles, mandó a Tommouhi al talego (admitamos, error: jejeje). Eso sí, años después se la soplaba que fuera inocente.

Margarita, el 11- M y masonería

Ansar dixit. Los responsables del atentado no se encuentran en lejanas montañas (Afganistán) ni en desiertos cercanos (Marruecos). ¿Madrid, Cuesta de las perdices, sede del ceneí? ¿Langley, Virginia, a poquitos kilómetros de la capital estadounidense, Washington D.C, sede de la CIA? ¿Condado de Arlington, también Virginia, próximo también a Washington D. C., sede del Pentágono? Especulen.

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Sobre la Perínclita ministra de la guerra, les cito, literal, un fragmento del libro La trama masónica, 2010, Ricardo de las Heras.

«A primera hora de la noche del día siguiente al atentado, Margarita Robles, ex-secretaria de Estado de Interior con Felipe González, conversó ampliamente por teléfono con la juez antiterrorista francesa Laurence Le Vert, casada con un masón grado 33. Margarita Robles fue avisada de que al día siguiente se iban a producir detenciones de células islamistas; Robles informó inmediatamente a José Blanco, secretario de Organización del PSOE en la oposición, que se encontraba cenando con Alfredo Pérez Rubalcaba y otros destacados socialistas. La información procedía del marido masón de la juez, muy relacionado con los servicios secretos españoles, que traicionaron al gobierno del Partido Popular. En círculos bien informados se decía que Rubalcaba era un destacado miembro de la masonería que había coincidido con el ex-presidente Mitterand, en una logia francesa».

Entre mandiles anda el juego. Tan habitual.

Margarita y sus lágrimas de cocodrilo

Mientras felizmente eclosiona el militaresco putiferio – uno de tantos- del INTA, nuestra cutre y carpetónica Nasa, Margarita hace últimamente demasiados pucheritos hablando del ejército. Se nos ha vuelto muy llorona, la «humanidad» de la bestia.

¿Derramará lágrimas- de verdad, no de cocodrilo- por Clara Alfonsa Reinoso y su raptada hija? ¿O por Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouhi? Obviamente, no. En su luciferino reino no debe existir el arrepentimiento ni la contrición. Y mucho menos, el propósito de enmienda. El oscuro secreto, siempre, caiga quien caiga, hasta el final.

En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.