23/05/2025 22:43

El panorama de la política actual es sorprendente. Todos los medios de comunicación y de información al unísono están politizados por los principios que emanan del sistema de partidos políticos hasta tal punto de ahogar cualquier otra manifestación diferente.

Los términos son sencillos de entender: ante la corrupción sistemática de un gobierno elaborado de despojos ideológicos, de ineptos y de idiotas, es imperativo sustituirlo otro gobierno puro, sin contaminación, que advendrá como la solución final de los problemas. Se proclama la falsa mitificación del reemplazo como solución: sustituir lo podrido por lo sano. Mera ilusión política.

Sin embargo quienes optamos por la abstención estratégica nos resulta contraproducente esa concepción de la democracia política concebida como la sucesión continuada de alternativas de partidos (que no de proyectos) en el tiempo político. El fracaso de un partido de gobierno hoy es la preparación futura para el advenimiento de un nuevo partido de gobierno, el futuro fracaso a que está condenado.

Esa continuidad, que proyecta la sucesión de partidos, permite la legitimidad del régimen político y su dinámica se alimenta del mito de la sabia nueva, regeneradora. Mera ilusión política.

Pero el sistema de los partidos políticos nada tienen que ver con el modelo de la primavera política en el que después de un tiempo cíclico de hastío, agotamiento y decadencia que siempre se completa, sobreviene un tiempo nuevo vivificador. En el sistema político de partidos pasamos de lo muerto a lo putrefacto.

Quienes no aspiramos, ni en la teoría ni en la práctica, a objetivo diferente de transmutar el orden político por otro radicalmente distinto (con independencia de cual pueda ser el resultado final), nos choca esa infección mediática que convoca a los ‘entendidos’ para sustituir un partido de gobierno corrupto por otro nuevo.

Se olvidan de algo capital: que no es la primera vez que se ha producido la sucesión en el gobierno de partidos del sistema y que la continuidad que genera no representa jamás el ofrecimiento y la materialización de nuevos proyectos alternativos.

Por tanto, en España, para no viajar a otras geografías, la sucesión de partidos del sistema en el gobierno de la nación se produce, normalmente, mediante el enfrentamiento de prácticas corruptas: tú más. Y eso es así, de modo sistemático, porque, a estas alturas, ya no es posible acudir a netas diferencias de proyectos en competición, a diferentes políticas estratégicas entre los partidos susceptibles de gobernar. Cuando el mecanismo que sustituye un partido de gobierno por otro se fundamenta en la cantidad y calidad de sus delitos contra la administración pública, se ha cerrado toda posibilidad de cambiar mínima el sistema orgánico de democracia posmoderna.

Desde esa perspectiva, en el que la continuidad del gobierno está supeditada a los principios estructurales del sistema de los partidos políticos del régimen, porque entre ellos existe una identidad básica de fondo y una coincidencia de intereses ¿para qué participar en las elecciones que buscan conformidad un nuevo gobierno al actual?

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Los mass media que apoyan la sustitución de un nuevo gobierno (del PP o del PP y Vox), después de exponer y exhibir la pornografía política de los escándalos políticos más inverosímiles del partido sustituible, se quejan amargamente de que eso (lo que llaman como corrupción del partido de gobierno) no tiene incidencia alguna en el electorado y, en especial, en aquella parte de la población que vota con lacayuna idolatría, a los partidos del gobierno.

No se percatan de algo fundamental: que ese electorado, no más idiota que los sesudos intelectuales que les reprocha su aquiescencia con la corrupción, ya se han percatado de que todos los partidos, los que están en el gobierno o los que aspiran a él, son exactamente los mismos que, votando a uno o a otros, no habrá cambios de proyectos ni transformaciones renovadoras (en lo ético, pero tampoco en lo económico, etcétera). Lo único que subyace en el electorado sería algo así como la opción de identificarse por los afines: la fantástica ilusión de quienes proyectan en una parte de la población, la votante, que existe un interés general que deben administrar los ‘suyos’. En cada nación el esquema es similar. Mera ilusión política.

No es ahora el momento de entrar en el análisis diferencia entre los proyectos políticos globales y soberanos. Tenemos los globalistas, en plena retirada, que practican políticas mundiales que deben regir las naciones particulares, es decir apuestan por las instituciones colectivas, comunitarias, de alcance mundial. Opuesto a todo ese proyecto, que ya se acaba, tenemos el resurgimiento de las soberanías de las naciones con sus distintas expresiones en cada nación occidental. No podemos entrar, ahora, en el análisis de esas tensiones estructurales en lo que afecta a la política y a la economía.

En definitiva, la cuestión que debemos dirimir es para qué y por qué debe ser sustituido el gobierno del PSOE (y adláteres) por otro gobierno del PP. Más allá de la invocación de cuestiones de sucesión de gobiernos ‘democráticos’ no se constata, ha desaparecido completamente, la apuesta por nuevos proyectos, nuevas políticas, nuevas aspiraciones… salvo la perpetuidad de una estructura de prevalencia de la instancia política y de seguir ampliando sus ámbitos propios y, claro, el cultivo de su impunidad.

Si en el cambio de gobierno, con su partido central al frente, no se obtiene ninguna ventaja, es lógico, que no nos quebremos la cabeza y aspiremos a hacer de lacayos de un partido corrupto respecto al otro partido corrupto, porque ya no hay proyecto que realizar que no sea la mera perpetuación del régimen político de 1978. Es irreformable.

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Pensar en el PP como alternativa de Gobierno, y trabaja para él desde las atalayas de los mass media o desde cualquier otro vértice, no solucionará la demolición al ralentí de la estructura del Estado asistencia a que estamos abocados. Es el signo de los tiempos, un cambio brutal, de la reordenación de los gastos de los Estados benefactores que traduce en la merma de los servicios públicos por el alza en nuevas prioridades de gastos derivados de la situación geopolítica de los países occidentales.

Nada de lo decisivo tiene solución porque lo esencial reside en la permanencia del sistema de los partidos políticos. Luego lo más importante y perentorio, si existe alguna prioridad, sería acabar y de modo acelerado con este régimen posmoderno de democracias autoritarias.

Como corolario podemos afirmar: hay que dejar que por el curso propio de los acontecimientos sea demolida la España estructurada por el sistema de partidos políticos del régimen de 1978.

Y para el desarrollo de esa función está especialmente preparado y concebido el actual partido de gobierno. Sus políticas están concebidas para acabar con el Estado de bienestar y reemplazar los gastos de servicios públicos asistenciales por nuevas políticas de gastos.

El gobierno actual hará esa labor mucho más rápido y aceleradamente que un gobierno alternativo del PP (solo o acompañado) porque, ya lo hemos dicho, el actual gobierno tiene de su parte, debidamente subvencionadas, aquellas estructuras más importantes de protesta, movilización y agitación. Y al menos tendremos una destrucción acelerada y tranquila, sin excesivas protestas.

-Entonces Usted aspirar a no votar.

-Sí, claro, la abstención como modalidad de expresión política contra el régimen autoritario de partidos políticos. No puedo apostar por un partido alternativo de gobierno al actual porque, en esencia, todos son los mismos y la indiferencia se extiende a todos sus particulares.

Lo mejor es acabar rápidamente con el sufrimiento que implica un proceso de destrucción lento de un sistema que cambia aceleradamente en el gasto asistencial por el militar (entre otros) y apostar por una degradación rápida. El PP se limitará a gestionar la miseria inevitable y prolongar la agonía más allá de todo límite.

Autor

Jose Sierra Pama
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