23/04/2025 18:26

Acerca de como el diálogo entre el toro y el hombre ibérico ha sido constante desde la más insondable ancestralidad hasta nuestros días.

El pasado día 7 de abril podíamos leer en el diario “El Mundo” el siguiente titular: El Congreso da luz verde a la tramitación de la ILP antitaurina para derogar la protección de los toros como patrimonio cultural”.

Quizás sea Unamuno quien ha apuntalado los orígenes del toreo en los abismos más insondables del misterio, cuando contemplando las pinturas rupestres de la cueva de Altamira, mirando los bisontes acosados a la carrera por aquellos ancestros nuestros, que con flechas y lanzas se afanaban en su caza, exclama:

Cavernario bisontéo,

tenebroso rito mágico,

introito del culto trágico

que culmina en el toreo.

¡Ay cueva la de Altamira,

libre de sol, santo coso

del instinto religioso,

que a un cielo de carne aspira!

España antes de Adán

y de Eva y su Paraíso

cuando Dios quiso

dar hambre por todo pan.

No es solo Unamuno quien ancla los orígenes de la Tauromaquia en las más profundas angosturas de la antigüedad ibérica, sino que en su obra Historia de la Tauromaquia, el profesor Claramunt lo justifica con las siguientes palabras:

Las nociones de tótem y de magia son básicas; su conexión con lo sagrado es íntimo especialmente en las culturas llamadas primitivas. Los animales con cuernos que figuran en las pinturas rupestres pueden estar allí por motivos mágicos (propiciar la caza) o totémicos, es decir, considerado como antepasado mítico del grupo, cuyo valor simbólico y “sagrado” confiere unidad, identidad al grupo en cuestión. En la Península Ibérica, pudo ser el toro un tótem análogamente al totemismo de otros pueblos remotos para los cuales el reno, la ballena, el cóndor, un determinado árbol o un fenómeno de la naturaleza serviría para los mismos fines”1 afirmando más adelante “Freud contribuyó mucho a la popularidad del tema divulgando la noción hipotética de una “Comida totémica” a cuyo fin la horda devoraba al padre…. El festín puede ser simbólico y la imagen paterna transferida a un animal u objeto cargado con la carga afectiva correspondiente. A partir de los textos freudianos y de numerosos estudios de antropólogos, se ha llegado a fantasear sin control y a suponer “pruebas” de entes totémicos a cada paso. Si en capeas o fiestas populares españolas todavía la muerte del toro se sigue de una comilona en la que los restos del animal juegan un papel fundamental, podemos pensar que estamos ante la confirmación del origen totémico de las actuales corridas. Las conocidas calderas de Soria serían un ejemplo de ello. Convendría no simplificar demasiado las cosas. Totemismo y magia explican más fácilmente las pinturas rupestres de la prehistoria e incluso el culto al toro en áreas considerables de la España prerromana, que la evolución posterior de las fiestas taurinas”2.

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Pero lo que es indudable es que los orígenes ancestrales de la Tauromaquia son algo en lo que los taurófilos y los taurófobos estudiosos siempre han estado de acuerdo.

Ahí está Eugenio Noel, taurófobo empedernido y fanático en su lucha contra las corridas, para el cual no había duda posible en cuanto a que estaríamos ante la persistencia de una costumbre bárbara, propia de estadios incompatibles con la noción actual de civilización, y por otro lado tenemos a los taurófilos (Bergamín, Miguel Hernández, etc.) para los cuales al contemplar la Tauromaquia afirman estar ante la raíz de nuestro árbol genealógico glorioso; se mire por donde se mire, el toro tótem nos representa y simboliza, nos confiere identidad y en cierto modo una categoría superior”.3

Es `precisamente este representarnos y conferirnos identidad la causa por la que, el nuevo y alienante orden mundial que se pretende imponer, de modo avasallador, sobre todas las naciones del planeta persigue la extinción y el aniquilamiento del toro bravo.

1

1.- Fernando Claramunt.Historia de la Tauromaquia. I Tomo. Pág.37 y 38. Ed. Espasa Calpe. 1989. Madrid.

22.-Gómez-Tabanera. En Fernando Claramunt O.C. Pág. 38.

3 Fernando Claramunt. O.C. Pág. 38.

Autor

Juan José García Jiménez
Juan José García Jiménez
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