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Aguanté el debate durante un buen rato, no obstante resultar muy instructivo sobre la mediocridad general de los políticos. Fue divertido constatar cómo la testosterona corrió a cargo de las chicas, mientras los fulanos aparecían más “femeninos”: modositos, escandalizados por los insultos, tratando de mostrarse razonables y serviciales, exhibiendo aún más que las chicas su dolor por el sufrimiento de los madrileños a causa del virus, su “preocupación por las personas…”
Demagogia barata con un presupuesto: el dinero cae del cielo y lo que cuenta es el modo de repartirlo. Y, claro, cada cual tenía su modo, supuestamente mejor que los demás: ahí radicaba el secreto de la economía “que lo es todo”, según el pensador del PP, idea, si así se la puede llamar, compartida por los seis. Ninguna cuestión de importancia, ni la conducta criminal del gobierno en relación con la pandemia en Madrid y en general, ni siquiera la cuestión de la democracia, invocada audazmente por el Moñitos sin que nadie se la refiriese a Maduro, Fidel Castro y el Gulag. Nada sobre el carácter del PSOE y su corrupción general. Nada, al menos nada contundente, sobre una educación basada en la ideología LGTBI y la memoria histórica… Por lo visto, nada de eso importa o debe importar “a los madrileños y madrileñas”. Algunas observaciones de Monasterio sobre el derroche económico y la violencia izquierdista, disueltas en la palabrería general.
Ayuso, pese a sus actitudes semejantes a VOX, es una política del PP, y no debe olvidarse. Pasó inadvertida su jactancia de la enseñanza bilingüe en Madrid, promovida por la patriota inglesa Esperanza Aguirre. Medida anticonstitucional en primer lugar, pues el idioma de España es el español, admitiéndose además las lenguas regionales. El inglés o cualquier otra lengua solo pueden y deben estudiarse en la enseñanza pública como lengua extranjera. En segundo lugar, aunque la Constitución no lo dijera, esa es la realidad histórica y cultural de España, muy por encima de lo que pueda decir cualquier ley. En tercer lugar, ese bilingüismo obligatorio es la marca del espíritu lacayuno y servil de una clase política, en especial del PP “falto de formación histórica e ideológica”, espíritu compartido por los demás.
¿Por qué la enseñanza antiespañola y anticonstitucional? Porque se quiere inculcar desde la infancia la idea, sin decirlo, de que el inglés es el idioma de la cultura, sin el cual no se podrán obtener empleos decentes. Se trata de ir a una sociedad en la que el español quede como lengua familiar y de subculturas. Han avanzado mucho por ahí: la mayoría de los políticos, periodistas e intelectuales ignoran y desprecian, abierta o implícitamente la cultura e historia de España. Y han logrado transmitir a una gran parte de la sociedad ese espíritu miserable, que me temo existe también en VOX. Hasta el extremo de que casi nadie se percata siquiera de la gran felonía “bilingüe”, que ataca precisamente lo más básico: nuestra identidad cultural e histórica, esterilizando el español como lengua de cultura, en combinación con los separatismos.
Obviamente hay que votar a VOX, como vengo diciendo, conscientes de que aún tiene camino que recorrer.
Autor
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Nació en 1948, en Vigo. Participó en la oposición antifranquista dentro del PCE y el PCE(r)-Grapo. En 1977 fue expulsado de este último partido e inició un proceso de reflexión y crítica del marxismo. Ha escrito De un tiempo y de un país, sobre su experiencia como "revolucionario profesional" comunista.
En 1999 publicó Los orígenes de la guerra civil, que junto con Los personajes de la República vistos por ellos mismos y El derrumbe de la República y la guerra civil conforman una trilogía que ha cambiado radicalmente las perspectivas sobre el primer tercio del siglo XX español. Continuó su labor con Los mitos de la guerra civil, Una historia chocante (sobre los nacionalismos periféricos), Años de hierro (sobre la época de 1939 a 1945), Viaje por la Vía de la Plata, Franco para antifranquistas, La quiebra de la historia progresista y otros títulos. En la actualidad colabora en ÑTV, Libertad Digital, El Economista y Época.