24/11/2024 20:14
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Excelencia:

Aunque sólo sea por las muchas horas que le he robado a mi familia para poder escribir la segunda parte de su biografía, que ya estoy terminando, me va a permitir hoy que le baje el tratamiento y que le hable como se le habla a un amigo. Ya sé que esto en vida no hubiera podido ser, entre otras cosas porque en vida no tuve el honor de hablar con V.E., pero la muerte y la distancia en el tiempo hacen que hoy le vea con la familiaridad -«el viejo»- que le ve casi todo el noble pueblo español. Así que le voy a contar lo que está ocurriendo en España, como si se lo estuviese contando a aquel general de 33 años que jamás volvió la cara al enemigo y que supo hacer del honor un altar y del patriotismo una bandera.

Mi general:

 

Le aseguro que antes de empezar esta carta me he leído de un tirón todos los periódicos del día, todas las revistas de la semana y hasta las publicaciones esas que llaman «del corazón». Pues bien, en estos momentos no sé por dónde empezar. Porque en estos momentos lo que pugna por salir de mi alma es un grito de rebeldía y de asco, o de pena tal vez… ¡ya que pena es lo que he sentido al ver cómo está España y cómo nos la hemos cargado entre todos!

Pero, a pesar de todo le voy a escribir… pues, si no lo hago, exploto. 

Mi general:

 

En primer lugar, quiero decirle que aquello por lo que tanto luchó usted y por lo que tantos y tantos españoles dieron su vida… es decir, la Unidad de la Patria… está a punto de saltar por los aires, si es que ya no ha saltado cuando reciba esta carta. Porque lo de Barcelona de hace unos días, por mucho que quieran disfrazarlo, ha sido un claro y rotundo acto de separatismo… un paso más, ya descaradamente anticonstitucional, hacia la independencia de esas cuatro entrañables provincias catalanas que hoy, manipuladas por unos cuantos, pretenden ser una «Nación» distinta de España. Precisamente, esos cuatro lo han dicho bien claro: Cataluña no se conforma ya con ser una «nacionalidad» del Estado español; Cataluña quiere ser, y lo será, una Nación independiente de España… ¡Ah, y que conste… mi general, que cuando ellos hablan de Cataluña hablan de «los Països Catalans»… es decir, también de Valencia, de Baleares· y de parte de Aragón! 

Fíjese cómo estará la cosa que este año el Capitán General de la IV no ha tenido más remedio que «dejar de asistir» a un acto oficial para no tener que escuchar las «barbaridades» que se iban a decir contra España… y, por supuesto, sin la presencia de la Bandera de la Patria, aunque eso sí había un enjambre de «banderas catalanistas». «Ha sido el atentado más grave -ha tenido que decir el Delegado del Gobierno de Madrid- que se ha cometido contra la Constitución».

Y lo más gracioso, mi general, es que todo eso se ha hecho y se está haciendo, encima, con el dinero de todos los españoles, pues como ha puntualizado el señor presidente de la Generalitat en un año le han subido el «sueldo-presupuesto» más de cien mil millones de pesetas.

Pero, ¿y lo del País Vasco?

Eso sí que ya no tiene remedio, mi general. Aquel trozo de España -hoy llamado Euzcadi- vive ya totalmente a sus aires… es decir, independiente, aunque todavía la independencia sólo sea de hecho y no de derecho. Porque allí se hace lo que diga la ETA… y la ETA ya sabe usted cómo se las gasta: metralleta o bombazo y tente tieso (especialmente, con los militares y la guardia civil del «ejército invasor»).

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Mi general, ¿y la economía? … ¿sabe usted cómo está la economía? Pues, si oye usted el discurso del presidente de la CEOE se queda como nos hemos quedado todos los españoles: ¡alelados! Y eso, mi general, que los empresarios de la CEOE son, todavía, bastante moderados y defensores del «Sistema» que se estableció a su muerte. Porque la verdad es que los otros, los pequeños y medianos, esos están ya al borde del precipicio y casi en la ruina. Naturalmente, el paro es ya doblemente millonario… o sea, para que lo entienda, mi general, que dentro de poco media España estará sin trabajo y la otra media en huelga, porque eso sí, mi general, aquí y ahora lo que está de moda es la huelga. Fíjese, y llévese las manos a la cabeza, tan de moda están las huelgas que hasta ¡los futbolistas! llevan dos semanas sin jugar y, por tanto, España está sin fútbol… y sin quinielas. Aunque cuando reciba esta carta también es posible que ya lo estén los policías y los directores de prisiones. ¿Que por qué hay tantas huelgas? Mi general, qué le voy a decir yo a usted que no sepa cuando le diga que lo primero que se hizo tras su muerte fue legalizar, amparar y proteger al Partido Comunista de don Santiago Carrillo y a las Centrales sindicales marxistas… Usted lo dijo siempre: «las huelgas acaban con la economía y cuando las cosas van mal los más perjudicados son la clase media y los trabajadores». Pues, eso ha ocurrido exactamente. Que ya no hay, o está a punto de desaparecer, clase media y que los trabajadores de ayer ya somos, otra vez, como antaño, meros «proletarios». De aquí a la alpargata y a las colas sólo queda un trecho… (póngale, mi general, un añito más o dos, no más).

¿Que qué ha pasado ‘con el Mercado Común? Pues, lo que tenía que pasar, mi general. Que nos siguen dando con la puerta en las narices y boicoteando nuestros productos agrícolas. ¡Y no les hable usted a los pescadores!… que esos sí que están ya en la ruina total. ¿Y con la OTAN? Ahí sí que hemos dado en hueso, mi general. Porque ha bastado que el actual presidente del Gobierno (Don Leopoldo Calvo Sotelo, a quien usted debe recordar) diga que España debe entrar y ya se ha armado la de San Quintín. Bueno, eso ya lo adelanté yo en esta misma página la semana pasada. Que Moscú no lo iba a permitir y que Rusia movilizaría todo su Poder para evitarlo. Yo le aseguro, mi general, que a partir de ahora es cuando «esto» se va a poner al rojo vivo… porque ahora es cuando los comunistas y los socialistas irán a cargarse el «Sistema». ¡Ya verá el tiempo que tardan en meterse, incluso, con la Monarquía y con el Rey!

Mi general: yo le aseguro que si viera cómo están las escuelas y las fábricas, las carreteras y los campos, las ciudades y los puertos, la Universidad y las iglesias, los cuarteles y los periódicos, el comercio y la vivienda… y tantas cosas más, se moría, otra vez, de un susto. Eso, mi general, si no moría envenenado por el aceite de colza. Aunque más pronto se moriría si viese cómo están la juventud y la familia, los sacerdotes y los obispos (o los cardenales), la moral y las costumbres, la amistad y el compañerismo, la convivencia, la autoridad y el orden… ¡Ah, mi general, y el honor! ¡El honor ya es patrimonio de los espías!…. ¿Qué ironías, verdad?

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En fin, mi general, que los españoles hemos dilapidado la herencia y que España ya no es España… ni UNA, ni GRANDE, ni LIBRE. 

¿Que qué va a pasar aquí entonces?

Pues, se lo puede usted imaginar, mi general. ¡Claro que esta vez, como dijo el señor Carrillo en las Cortes (en estas Cortes, se entiende, mi general), a lo mejor no ganan los mismos y pasamos, por fin, a ser una más de las Repúblicas Socialistas Soviéticas!

¿Que qué hacemos los españoles que nos sentimos españoles y que, de verdad, amamos a España?

Pues, lo de siempre, mi general, lo de siempre: unos, sentado ante la tele, otros, durmiéndola siesta; otros, en la inopia; otros, los más, esperando que «alguien» les saque, otra vez, las castañas del fuego; otros, con la cabeza debajo de las alas; otros contando sus dineros; otros, .creyendo y haciendo creer que este comunismo no es tan malo como aquél; otros, salvando España con un whiski en la mano; otros, defendiendo causas perdidas; otros, el tonto; otros, ganando posiciones para intentar salvarse cuando entren los que ya están llamando a la puerta… y, en fin, los demás, casi todos, añorando y llorando como mujeres lo que perdieron, por no haberlo sabido defender como hombres.

 

¿Que qué hacen vuestros generales? Pues, cumplir al pie de la letra la Constitución que otros hicieron para desmontar las Leyes Fundamentales nacidas del 18 de julio. Algunos tienen problemas con la Democracia y están pendientes de juicio por intento de rebelión militar.

 

Mi general: un fuerte abrazo y siempre a sus órdenes.

 

(Heraldo Español nº 67, 16 al 22 de septiembre de 1981)

 

Pdata: Pues, por decir todo esto todavía es posible, mi general, o casi seguro que alguien me llame «golpista» o que me acusen de no respetar la «legalidad vigente». Porque ríase usted de la Dictadura…

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.