22/11/2024 00:36
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Hoy, ante tantas noticias tristes y ante tanto Covid y contagios, más de 100.000 al día, me he propuesto olvidarme de todo y centrarme en el humor. No todo van a ser noticias tristes… y ese es el “antídoto” que les envío para este fin de semana a mis “vecinos” confinados en hospitales, como el mío de la Cruz Roja de Córdoba, y a los más de 15.000 que todavía luchan por escapar del castigo de los “Demonios Rojos”.

Pues con Jacinto Benavente, con el Conde de Romanones y con don Pio Segura les dejo hoy. Importantes de la historia, pero en el fondo grandes humoristas que se lo tomaban todo a broma y que se reían hasta de ellos mismo. Así que pasen y lean  y se olvidarán de que están en la cárcel.

 

Cuentan de don Jacinto Benavente…

Contaba el Caballero Audaz, aquel gran corpachón, de 1.97 de estatura, espadachín conocido por sus varios duelos y entre muchas cosas autor de novelas eróticas, que un día que iba por la calle Victoria de Madrid vio que venía de frente por la misma acera que él al gran dramaturgo, don Jacinto Benavente, pequeño, delgado, barba cuidada y fama de afeminado (al parecer fue el primer español famoso que se atrevió a salir del armario) y sin dudarlo se echó a un lado y para que lo oyese bien el padre de los “intereses creados” dijo:

— Don Antonio, no se baje de la acera, yo no cedo el paso a maricones.

Y don Jacinto, que sí oyó lo que decía el brabucón se limitó a decir:

Pues, yo sí.

Con lo que le traspasó el adjetivo de “maricón” al grandullón Audaz

También se cuenta, que en las tertulias de las Ventas hacía grandes elogios Valle-Inclán, de quien decían, y con razón, que era uno de los más valiosos escritores que tenía España. Pues, don Jacinto, don Ramón no opina lo mismo de usted… y don Jacinto respondió sin dudarlo:

Bueno, eso es que a lo mejor estamos equivocados los dos 

También le criticaba la clase literaria madrileña que fuese un “saltimbanqui¨  de la política, ya que se iba de un extremo a otro y de un día para otro. Tal vez por sus ideas liberales y su condición de homosexual, todo un crimen en esa época. Pero, él no tenía duda:

Yo siempre he sido un hombre de orden, pero no puede negarse que en el bolcheviquismo hay un fondo de justicia….La Dictadura. ¡Horrenda palabra! Una palabra, un nombre, porque, en realidad, ¿no es toda forma de Gobierno una Dictadura? Dentro del sistema parlamentario, desde el momento en que un grupo, una facción del Parlamento, consigue imponerse, ¿no ejerce una Dictadura más irresponsable que la Dictadura individual? (…) Y en todas partes, en todos los países, ¿qué se ve hoy más que Dictaduras más o menos disimuladas, y cómo se sustituye la imperante sino con otra de mayor presión y violencia? Dictaduras que son una forma del socialismo, porque tan socialista es la Dictadura en Italia con Mussolini, como la Dictadura de Rusia, con Lenin y Stalin, como la Dictadura norteamericana con sus plutócratas. Quizás por eso, las tres, aunque diferentes en su aspecto, se entienden tan bien en sus negocios comerciales. El comercio internacional: el alma de la política en los modernos tiempos…. Aunque yo, a pesar de que en mi juventud cundía el sarampión liberalesco, fui, siempre, por convicción, tradicionalista. España en la tierra y Dios en el cielo. Por eso se ensancha y se eleva el corazón cuando oímos gritar ‘¡Arriba España!, porque arriba está Dios… En España, en ciencias, en artes, en cualquier profesión o trabajo, no basta ser lo que se es: hay que ser de una derecha o de una izquierda, y es inútil pretender que la derecha celebre lo que se inclina a la izquierda, y viceversa”

 

Cuentan del Conde de Romanones…

Don Álvaro Figueroa y Torres, Conde de Romanones, lo fue todo en la política española: Alcalde de Madrid, Ministro de casi todos los Ministerios y 5 veces Presidente del Gobierno… y sobre todo Diputado a Cortes, siempre por Guadalajara, de 1886-1923 y de 1931-1936.

Pero,  en el momento de máximo prestigio y poder a don Álvaro se le ocurrió (para cubrir su inmensa vanidad) ser Miembro de la Real Academia de la Lengua, a pesar de que a penas se había escrito nada y una vez que lo solicitó no tuvo más remedio que ir hablando uno a uno con los Académicos pidiéndoles su voto, pues eran ellos lo que tenían que decidir… y curios fue que siendo como era en ese momento Presidente del Gobierno ninguno de ellos le negara su voto y sabedor de que ya era Miembro de la Academia se quedó tranquilo y casi se olvidó del asunto. Sin embargo, el día de las votaciones y cuando creyó que lo tenía todo asegurado. Había dejado de ser Presidente del Gobierno y era ya simplemente uno de los Jefes de la Oposición y sucedió.

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“Su ingreso en la Real Academia -escribe un cronista- se decidió una tarde mientras él asistía en el Congreso a un debate rutinario, al que no debió prestar mucha atención, pendiente como estaba, con el alma en vilo, de los académicos. Pero antes de que acabara la sesión parlamentaria, se le acercó un ujier con el rostro cariacontecido:

—¿Qué ha pasado?, le preguntó.
—Señor conde, no ha tenido usted ni un solo voto.

Fue entonces cuando el político se atusó los bigotes y acordándose, supongo, de las madres de todos los académicos, pronunció aquello de:

—¡Joder, qué tropa…!

Otra anécdota famosa fue la que vivió en su etapa de abogado:

“Como jurista, Figueroa se había licenciado en Derecho en la antigua Universidad Central (antecedente de la actual Complutense) y obtuvo el doctorado en Bolonia (Italia) antes de regresar a España para colegiarse como abogado en la capital donde, al poco tiempo ya había logrado –como él mismo reconoció en sus Memorias– una clientela numerosa, pero poco lucida defendiendo a toda clase de procesados: por robo, violación, estafa, adulterio, homicidio, asesinato (…) delitos de imprenta (…) y sólo dos causas de notoriedad. Una de ellas fue la defensa del francés Hillairaud por intentar matar al mariscal Bazaine en Metz [Romanones alegó la eximente de locura y el estado de los espíritus en Francia; pero, finalmente, el acusado fue condenado a cumplir 9 años de reclusión en el presido de Cartagena (Murcia)]; y la otra causa perdida de antemano fue uno de los procesos más mediáticos de finales del siglo XIX: el llamado Crimen de la Guindalera, de 1886:

 

En este barrio del extrarradio de Madrid, el desdichado Vicente Camarasa degolló con una faca (cuchillo curvo muy habitual en aquel tiempo) a Felipe Iglesias, marido de Federica Pozuelo, por sugestión de ella y de su amante, Pedro Cantalejo, a cambio de pagarle un precio de siete pesetas. Los esfuerzos de la defensa resultaron inútiles y los tres acusados fueron condenados a muerte: ellos por asesinato y la mujer por parricida; llevándose a cabo la ejecución el 11 de abril de 1888 en lo que debió ser todo un acontecimiento social porque aquel ajusticiamiento también sirvió para estrenar el patíbulo de la nueva cárcel Modelo. El joven Pío Baroja, que entonces estudiaba Medicina en Madrid, presenció la pena capital y, como era tan aficionado a los personajes desdichados, con el tiempo llegaría a describir aquella ejecución en sus obras.

-**

Coincidiendo con aquellos fracasos en los tribunales, Figueroa logró el acta de diputado por Guadalajara y decidió abandonar el ejercicio de la abogacía porque aquellas sentencias aumentaron su desamor por la profesión “amenguando” su fe en la justicia humana. Pero la vida da muchas vueltas.

 

Sucedió que el Conde de Romanones no había podido cobrar ningún honorario por la defensa de Camarasa y que éste, antes de ser ahorcado, le confesó que una de sus mayores contrariedades era, precisamente, irse a la tumba sin haberle podido pagar aquella deuda. Años más tarde, cuando el aristócrata ya era alcalde de Madrid, ordenó llevar a cabo una monda en el cementerio municipal del Este. Esta operación consistía en exhumar los restos humanos de las sepulturas que no fueran perpetuas para recoger los huesos y depositarlos en una fosa común. El conserje del cementerio, al que Figueroa había colocado en aquel puesto, se presentó un día en su despacho del Ayuntamiento lleno de satisfacción, para entregarle una pieza de cinco pesetas, muy ennegrecida, casi de color del azabache, diciéndole: He aquí el importe de una minuta que usted nunca pensaría cobrar. Romanones cogió la moneda y, al preguntarle que quién era el cliente, le respondió que al hacer la monda del cadáver de Camarasa, aquel duro se había caído de la faja que vestía el muerto.

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Aunque no creía en amuletos, Romanones guardó en su bolsillo ese que fue tan difícil de obtener y lo llevó consigo durante mucho tiempo, coincidiendo con años de gran suerte, hasta que, del uso, la moneda recuperó su color e inadvertidamente se la dio a alguien, mezclada con otras.”

 

Cuentan de Pio Baroja…

Don Pío Baroja y Nessi fue conocido siempre por su agrio temperamento y su “mala leche existencial”. Tanto en los social como en lo político, en lo económico, en lo religioso, en el hombre, en el mundo y hasta en su propia vida se le antojaban absurdos y carentes de sentido. “El hombre – decía- está un milímetro por encima del mono cuando no un centímetro por debajo del cerdo”. Fue siempre un ser excéntrico y huraño, y enfrentaba a cualquiera que hablase con él o se tropezara en la calle. “Solo los tontos tienen muchas amistades. El mayor numero de amigos marca el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez”

Cierto día acudió (ante la sorpresa de sus pocos amigos) a la tertulia organizada por Ramón María del Valle Inclán, en el madrileño Café de Levante. Tras un buen rato viendo como unos y otros tomaban la palabra por turnos y que nunca se llegaba a una conclusión definitiva, Pío se levantó de su asiento y, sin pedir turno de palabra, quiso sentenciar el debate y la discusión de una manera contundente.

“-La verdad –dijo- es que en España hay siete clases de españoles… Sí, como oyen. Exactamente los mismos que pecados capitales tiene la Iglesia.

Los que no saben.
Los que no quieren saber.
Los que odian el saber.
Los que sufren por no saber.
Los que aparentan que saben.
Los que triunfan sin saber, y

Los que viven gracias a que los demás no saben. Estos últimos –continuó Pío Baroja- se llaman a sí mismos políticos y a veces hasta intelectuales.”

Pero, la cumbre de su ingenio y de su “mala leche literaria” la alcanzó con el gran Rubén Darío. Al parecer Rubén Darío hizo unas declaraciones refiriéndose a don Pio y a su labor de panadero:

Es un escritor de mucha miga, se nota que es panadero

Notablemente molesto, Baroja, muy vasco él, replicó:

—Es un escritor con mucha pluma, se nota que es indio.

 

…Y otro día cuando daba sus paseos habituales por los jardines del Retiro le asaltó un aprendiz de pintor que estaba allí intentando pintar un paisaje, viendo que don Pio fijaba sus ojos en lo que estaba haciendo le dijo:

— El arte, Baroja, se hace con sangre

Y don Pio, sin inmutarse, y con toda la guasa que le caracterizaba le contestó sin dudarlo:

— ¡Déjese de estupideces!…Con sangre solo se hacen las morcillas.

 

Y así podíamos seguir, al menos hasta que consigamos pasar por las fronteras del Covid 19 y sus criados rojos. Pero, lo dicho: hay que buscarse “antídotos naturales” para sobrevivir en esta España triste y apesadumbrada que estamos padeciendo.

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