Programa Trío de Ases con Josele Sánchez: Navidad cristiana con Polonia Castellanos, Dr. Luis de Benito e Ignacio Fernández Candela

Don Ignacio Fernández Candela. La Navidad o Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, es la fiesta del nacimiento del Verbo encarnado, Jesucristo Nuestro Señor, en el humilde establo o portal de Belén de Judea, nacido de la humildísima sierva de Dios, la Santísima Virgen María, entre los más humildes de la tierra (fue adorado por pastores nada más nacer, llamados al portal por ángeles, y estuvo bajo la custodia de su padre adoptivo, el castísimo san José).

Jesucristo no fue un rey poderoso como en todas las sectas e idolatrías suponen a Dios, ni un político como pretenden hacer creer no pocos teólogos de la liberación o de la conservación o de la doctrina social protestante y hereje a reventar, que no de la Iglesia (que no puede excederse en sus doctrinas so pena de arder en el infierno), ni fue rico como muchos votantes conservadores, no. De hecho, mal que les pese a unos y otros, no tenía ni donde apoyar la cabeza, recomendó a los ricos vender todo y entregárselo a los pobres, provocando esa actitud incluso en Zaqueo. Su pobreza fue total. Pero tampoco fue un activista de los «derechos» de todo tipo (que no son más que engaños. En los Evangelios ni se menta la palabra «derecho»), ni un «revolucionario», ni un «guerrillero», ni un aspirante a la presidencia del gobierno de Israel, ni un populista mediático. Nunca predicó la acción política y siempre recomendó que el que quisiera ser primero entre nosotros, fuese nuestro esclavo, algo que jamás ha podido tolerar emperador, rey, aristócrata y, mucho menos, político alguno. Por mucho que ustedes se hayan formado una imagen errónea y a conveniencia política de cada cual de Jesucristo Nuestro Señor, Dios no vino al mundo como un político «libertador», como un mesías rey o presidente de gobierno para liberar a los israelitas de su tiempo de los pedros sánchez, zapateros, fgs, carrillos, pasionarias, irenes monteros, coletas, oteguis, picodemontes, feijoos, rajaos, aznares, abascales, etc., ni como un poderoso generalísimo militar con legiones de ángeles y señales prodigiosas en el cosmos (estrella de Belén aparte) para exterminar al malvado y llevar al consejo de ministros a sus apóstoles, por mucho que se lo pidiese la madre de los Zebedeo (Santiago y Juan). Más bien vino para la salvación de todas las almas, incluidas las de los más malvados, para que abandonaran sus descarríos, sus pecados, para que abriesen sus corazones a Dios, que es Infinitamente Bueno y Misericordioso, para abrirles las puertas del Cielo, independientemente de sus pecados, para otorgarles el perdón si se arrepienten sinceramente. Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, trajo la verdadera libertad, que no es otra que la Verdad y el rechazo al pecado y la mentira. Desgraciadamente, dos mil años después, pocos atienden a esta razón fundamental.

Jesucristo no tuvo en la tierra una misión política como esperaban los judíos de su época (con una fe totalmente pervertida e instrumentalizada), como por desgracia tantísimos herejes desde el siglo I hasta hoy pretenden hacernos creer, construyendo un «Cristo» a imagen y semejanza de sus ideologías, su política, su poder terrenal, creencias subjetivas e intereses mundanos que no es más que la propia encumbración como dioses de esos herejes, el hacerse ellos mismos dioses. De hecho, la «decepción» de los que quisieron instrumentalizar al Hijo de Dios ya en Jerusalén, al que querían ver de rey liberador (presidente del gobierno de entonces), la decepción de todo un pueblo que no entendió su misión y que lo único que pretendía era instrumentalizarle a la conveniencia de cada cual, un pueblo testigo de tantos milagros que ni todos los libros del mundo podrían describirlos, incluso de resurrección de Lázaro, el hijo de la viuda de Naím, la hija de Jairo y tantos y tantos otros, llevó a ese mismo pueblo, cegado por la satánica política, es decir, por la egolatría del poder, a asesinarle colgándole de un madero, crucificándole. Y hoy, tantos siguen con el error de aquellos judíos, promoviendo la acción política, la mentira, por tanto, a la vez que pretenden hacer creer a muchos católicos incautos, que son fieles a la tradición de la Navidad, cuando su única fidelidad es a ideologías políticas como lo fueron entonces herodianos, zelotas, fariseos, escribas, saduceos, samaritanos, etc. No se puede servir a dos señores. Si se sirve a la política se sirve al mundo, y por éste a satanás. Si se sirve a Dios, no hay sitio para la mentira en los corazones, no se puede ser político. No hay cabida de la política para el que ama a Dios. Razonar de otro modo es honrar a Dios solamente con los labios.

Feliz Natividad del Señor y santo año nuevo del Señor de 2024.