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En esta hora, los más lúcidos y veraces no podrán solidarizarse con los comerciantes de muertos ni con los explotadores. Su solidaridad habrá de dirigirse a quienes sufren las guerras provocadas por los especuladores financieros y por los pervertidos LGTBI. La solidaridad y responsabilidad democráticas que practica el PGP (Partido de la Guerra Permanente) y, en delegación suya, el Gobierno PSOE y el resto de la casta antiespañola, hieden a hipocresía, servidumbre, ambición y sangre inocente. Nuestros dirigentes no analizan la realidad con prudencia, visión estratégica y patriotismo; por el contrario, se inclinan, cobardes, serviles y codiciosos, al mandado de sus amos plutócratas, con entreguismo abyecto.
En esta hora, los más lúcidos no podrán olvidar las palabras, la implicación y los aplausos de la clase política española en el parlamento, ante Zelenski, un bufón profesional impuesto como presidente de Ucrania por el globalismo, es decir, por la tiranía sanitaria, financiera y LGTBI, que, durante su gira en reclamo de apoyos, se permitió el desplante de insultar a España, avalado por los vítores de nuestros patéticos parlamentarios.
En esta hora, los más lúcidos y veraces saben que, mediante insidias publicitarias y sonoras declaraciones de políticos y militares que responden a turbios intereses, nos están construyendo un mundo nuevo, neofeudal, de señores y de esclavos o parias, que no es sino esa vieja legalidad y democracia oligárquicas, basadas en la injusticia y en la miseria de los débiles.
Un nuevo orden sustentado en guerras y genocidios víricos, consistente en una ciencia, un lenguaje y una información controladas por los patronos, tan ominosas como falaces, y cuyo gran desafío actual es la deshumanización. Una desnaturalización que implica la insolidaridad efectiva de la muchedumbre, el abandono de lo político, lo individual, lo económico y lo social, para dejarlo todo, en especial la propiedad privada y la vida, en manos del Estado.
Un Estado residual, providencialista y paternalista como el que padecemos, que dice preocuparse por la salud y la vida de sus ciudadanos, pero promueve el asesinato de nasciturus, fuerza a vacunaciones sospechosas de mortalidad, se confabula a favor de virus genocidas, tolera que se consuman drogas y sexo a todas las edades y en lugares públicos, y fomenta que los contribuyentes dejen sus ahorros al azar financiero de los Amos del Mundo y encomienden sus vidas al albur.
Los servicios públicos o sus sociedades derivadas nos sirven mal a propósito, con el fin de que el Estado español vaya a menos y tienda a desaparecer, para que los nuevos protagonistas del poder sean las empresas multinacionales, con la plutocracia al frente. La casta partidocrática, dirigida y pastoreada por el socialismo, actuando a conveniencia y con permanentes maniobras de distracción, ha conseguido, a base de irresponsabilidad, despilfarro e infinitos abusos, demostrarnos que el Estado, fuera de su papel policíaco, opresivo, penalizador e intimidatorio, no sólo es innecesario, sino perjudicial y criminal.
El problema es que, lo que la inmensa mayoría cree saber del poder es lo que dicen de sí mismos los poderosos, mediante su propaganda y sus insidias. Lo que dicen ellos y sus mandarines: ¡que el poder lo tiene el pueblo!, porque toda forma de poder cuando ellos lo detentan es democracia. Sólo los más lúcidos y veraces comprenden que la consciencia del poder en los patronos globalistas y en sus esbirros es anterior y causa de su conciencia o voluntad política.
Sólo los más lúcidos comprueban que la evidencia de los hechos contradice la propaganda de los oligarcas. Que ni la guerra de Ucrania es por culpa de Rusia ni la democracia es el régimen seguido por los Gobiernos lacayos de Anglolandia y de Uropa. El problema es que, frente a esta manipulación global, manejada por todo tipo de pelajes de inmoralidad contrastada, desde el invertido con espinas hasta el simple codicioso, desde el financiero de elite al intelectual áulico, desde el político provinciano con ambiciones hasta el progresista de salón, desde el juez venal hasta el militar cipayo; el problema, como digo, es que, frente a esta patulea, la muchedumbre está ciega.
No se puede ser ciudadano, tenga éste las engañosas y ridículas etiquetas de progresista o de conservador, de izquierdas o de derechas, siendo un tonto político y un ente vacío de civilidad, es decir, siendo un creyente sin causa y sin criterio, un inconsciente. Porque si falla la percepción de la realidad fáctica del poder, en este caso del abominable cepo que constituye el NOM y su LGTBI, que es una cuestión de instinto o de inteligencia, todo lo demás se vuelve confuso. Y la confusión engorda a los malvados y a sus defensores e intoxicadores, dementes mórbidos e histéricos sexuales muchos de ellos.
Y el problema, también, es que, frente a esta idea, no se vislumbra una denuncia y una oposición vigorosa, organizada y coherente, consciente no sólo de los males a los que se enfrenta, que los sabe, sino del modo de combatirlos. Cómo desarbolar, por ejemplo, las tremendas mentiras de los «Guerras Siempre», las pervertidas orientaciones de sus mass media, las corruptas estructuras sociales y la envilecida profesión política que hacen irrespirable la sociedad.
Una oposición que inhabilite la tiranía de los plutócratas LGTBI; que cuestione el sentido de todas sus actividades educativas, culturales, políticas, judiciales, sociales y económicas, y que las invalide esgrimiendo la tradicional tabla de valores que ha hecho de la civilización occidental y del humanismo cristiano el modelo histórico a seguir.
Una oposición, también global, formada por esa minoría lúcida y veraz que, acabando con la dispersión y la irregularidad que la caracteriza hasta ahora, desenmascare las artimañas, incoherencias, perversiones y crímenes de los demócratas por mantenerse en el poder o conseguirlo. Y, sobre todo, que ponga en marcha a esa desorientada y apática multitud que nos envuelve y sobreviene con su silencio cómplice.
Autor
- Madrid (1945) Poeta, crítico, articulista y narrador, ha obtenido con sus libros numerosos premios de poesía de alcance internacional y ha sido incluido en varias antologías. Sus colaboraciones periodísticas, poéticas y críticas se han dispersado por diversas publicaciones de España y América.
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