21/11/2024 23:08
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Vidas que no son vidas. Irreales irrealidades, paradójicas realidades: orden inalterable (nada parece cambiar) y desorden extremadamente acelerado. Híbrida y desconcertante realidad: resignadamente tautológica (las cosas son como son) se entrevera con apabullante e irreversible fuga hacia adelante. Plandemia mediante, acelerón.

El Capital y el Estado, co-pertenecidos, arrasan con todo

 

Realidad bífida,  aporética, aparentemente antípoda. Evanescente y gelificada. Materializada y desmaterializada, al alimón. Arbitraria realidad, pues, inaprehensible, imprevisible, inexorable. Impensable, descollante: lo antier no pensable hoy forma parte de la atroz cotidianeidad. El bozal, símbolo y epítome. El mundo, planetario campo de concentración. El mundo, distópica y apocalíptica película de serie B. El mundo, habitándose dentro del vientre de la Bestia. El mundo ocultado, otra aporía más, bajo la arriscada y tupida túnica de la obviedad. Y cada cual tendrá su correspondiente dosis de obviedades.

El Capital y el Leviatán, hoy, hegelianamente se co-pertenecen. Ambos ahogan el universo-mundo. Lo vampirizan. Lo deslíen. Lo difuminan. Lo desacralizan. Aniquilando la distancia, la ética del imprescindible trecho, moralidad de la teórica contemplación. El bicéfalo monstruo otra vez hegeliana síntesis, precariza todo lo tocado. Vidas, trabajos, amores, amantes, amigos, parejas, matrimonios: brutal labilidad.

Seres Nada

Ser precario, estar solo en el mundo. Ser precario, ser solo en el mundo. Ser precario, pidiendo perdón por existir, interrogándose a diario. ¿Cuánta humillación y alienación y expoliación de nuestros existires estamos dispuestos a tolerar, deglutiendo y excretando, en el ínterin, el objeto al sujeto? ¿Cómo atacar a la Bestia si nos hallamos dentro de ella, si somos nosotros quienes la alimentamos a diario y con fruición? ¿Vivir hoy es interiorizar la muerte en vida?

Vidas, hogaño, en minúscula. Vidas que no son vida. Vida que hace mucho dejaron de pertenecernos. Vidas desvalijadas, malversadas, vidas que nos pasan lista. Vivir, hoy, no es vivir. Vivir es cargar con una vida que tenemos que «gestionar». Vivir es ser un/una terminal: vidas hipostasiadas y autorreferenciales. Vidas hipermovilizadas, vidas zombi, vidas sin huella.

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Vidas enfermas de vivir, «enfermedades» de la (sub) normalidad, vieja y «nueva»: depresión, angustia, fatiga crónica, estrés postraumático. Vidas traumadas y trituradas y ansiógenas. Vidas, lo dicho, malas y efímeras: mínimos de vida para continuar produciendo inutilidades y consumiendo necedades. Corporales y «espirituales».

Vidas Marcas. Marca España. Marca Ser Humano. Vidas marcadas, la vida preferentemente como marcaje y control, deviniendo satánicos experimentos: «valor» pecuniario y simbólico. Valor y precio, implosión y explosión de su nítido limes. Y, subitáneo e invernizo, sin marcha atrás, adviene del todo, biopolíticamente, el aciago tránsito de postreras décadas: de personas a sujetos, de espectadores a moscas pegadas en los cristales.

Vida buena

La vida no es ya ningún horizonte porque se transformó abiertamente en nuestro problema: acontecemos muertos en vida. Mejor dicho, como afirmamos antes, inauditamente confundimos “vivir” con tener una vida que gestionar.  Aquello a lo que llamamos vida, y desde luego no lo es, deviene algoritmo que nos encadena y a lo que voluntariamente nos ligamos

Eudaimonia, entonces. Suele traducirse erróneamente como felicidad o bienestar, pero su definición más exacta sería “florecimiento humano” o “prosperidad”. Etimológicamente es el benemérito agregado de dos vocablos del griego antiguo. Eu (bueno) y daimon (espíritu).Vidas plenas, indudablemente. Vidas significadas. Con significado. Virtuosas.

Vidas anómalas, para su fausto cumplimiento. Vidas no adaptadas, no encajadas, elevados grados de excentricidad, hondas inclinaciones orbitales, electrones desapareados. Gloriosos salmones, siempre contra corriente, benditas y eróticas recompensas. Vidas como un perpetuo, batallador y apasionante desafío. En fin.

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