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Las dos, Carmen y Concha, han sido dos señoras estupendas y dos magníficas actrices. Las dos, además, forman parte de las vidas de muchos de nosotros, y sus películas, algunas fantásticas, siempre estarán en nuestro recuerdo, con la posibilidad de volver a recrearnos con ellas.

    Ahora bien, las dos son completamente distintas en el ámbito personal. Carmen ha sido -digo que ha sido porque la pobre está como está- una bellísima persona, incapaz de hacer mal a nadie, agradecida, católica no vergonzante y una mujer de mucha paz. Que así ha sido calificada por todos los que la conocieron o simplemente trataron. Lo de Concha parece que ha sido otra cosa.

    Las dos vivieron en el llamado “franquismo”, triunfando y sin ningún tipo de actitud, palabra o comportamiento que pudiera dar a entender resquemor hacia aquella España. Más aún, eran las principales actrices del Régimen. Como lo fue, el luego traidor de Juanito Valderrama (1), que si no hubiera nacido en España, hubiese estado picando piedra toda su vida en alguna cantera.

    Pero llegó la democracia, y España descubrió, entre otras cosas, que Concha Velasco no sólo era de izquierdas, sino muy de izquierdas, que “era socialista del PSOE y muy de Felipe González”, por quien sentía casi una admiración excelsa. Oscuro objeto de deseo o conversión repentina que le dio suficientes réditos durante los 13 años que estuvo en el Gobierno el “señor X”, a ella, y a todos y todas de la misma cuerda. Caso distinto el de Carmen Sevilla, que sin necesidad de ir proclamando que admiraba a Franco, que todos tenemos que comer, lo dejó entrever, incluso lo manifestó cuando se la presionó más de la cuenta.

    Los políticos socialistas, PSOE, nunca han tenido ninguna muestra de gratitud, agradecimiento o recompensa hacia quienes no son de los suyos. Cosa distinta ha ocurrido y ocurre en el Partido Popular, que se ha pasado de rosca. Comenzando por Alberto Ruiz Gallardón, primero con Tierno Galván, y luego con Joaquín Leguina, al que quiso regalar un “reloj de oro”, entre otras cosas, cuando le sustituyó al frente de la Comunidad de Madrid, que el socialista rechazó de plano, puede porque creyera que Gallardón fuera Gay-ardón. Sin dejar de mencionar la promoción que le hizo a Ana Belén, a la que convirtió en la musa de Madrid, por no mencionar más casos. Todo ello muy propio de un partido, PP, sin principios, porque las diferencias le distorsionan.

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    El martes 19 ocurría lo mismo de siempre. La presidenta de la Comunidad de Madrid, PP, Isabel Díaz Ayuso, chica evanescente y un tanto alocada, visitaba a Concha Velasco en la residencia de ancianos dependientes en la que se encuentra desde hace tiempo. Las fotografías que la presidenta subió a las redes muestran a las dos “abrazadas”, y Concha encantada de recibir otro homenaje, aunque la de Valladolid hubiese preferido la visita de Pedro Sánchez. Sin embargo, Carmen, habiendo sido su santo tres días antes, se quedaba sin tan “ilustre” visita. LO QUE ES LA VIDA, de la que mi madre decía que es “contradictoria y variopinta”.

“Mi España querida” (título de la canción que tantos veces cantó en La Granja y en El Pardo). Biografía y Memorias de Juanito Valderrama, escrita por Antonio Burgos, con prólogo de Juan Manuel Serrat. (Editorial, La Esfera de los Libros, 2002). Donde no hay ni una sola fotografía con Franco, siendo uno de los invitados fijos a las recepciones de La Granja y de El Pardo, pero si con Felipe González. Más aún, este personaje dice que cuando le pedía Franco que le cantase “Mi querida España”, se ponía a “temblar” no fuera que por decir “inmigrante” y “minero” se le enjuiciase. Que ya le valió al fulano ser tan memo, tan desagradecido y tal vil.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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