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Inspirado en el frente popular que se había coalicionado el centroizquierda francés, con el cual ganaron las elecciones de 1936 con León Blum al frente, el 16 de diciembre de 1935 se constituyó, en España, el Frente Popular. La idea surgió como consecuencia de los múltiples escándalos que provocaron el gobierno de la CEDA y el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. La coalición llamada Frente Popular se creó ante el temor, como en el resto de Europa, que se expandiera el fascismo en España.
La coalición estaba formada por Izquierda Republicana, PSOE, Partido Comunista y Unión Republicana. Tenían el apoyo del Front d’Esquerres catalán y valenciano. El Frente Popular nació con el objetivo de restablecer las reformas que había quedado paralizadas durante la etapa conocida como Bienio radical-cedista y la amnistía para todos aquellos republicanos que habían participado en la revolución de Asturias de 1934.
El líder indiscutible de aquella coalición fue Manuel Azaña. Los partidos de izquierda lo encumbraron como dirigente indiscutido e indiscutible de la izquierda. La revolución de octubre de 1934 en Asturias y Cataluña fue el impulso para convertirlo en mártir político al acabar encarcelado. Perseguido por el radical-cenetismo, se convirtió en la figura simbólica del os oprimidos y adquirió una popularidad que nunca había tenido hasta ese momento.
El Frente Popular fue el caballo de troya de la II República. Una amalgama de partidos, que irían juntos, pero que se presentarían por separado. La unión de tofos ellos formaría un bloque de izquierdas que quería tumbar el poder de la derecha. Los discursos de Azaña, llenos de puntualizaciones, elegantes, a veces agudos, eran más adecuados para ser apreciados en las Cortes que en mítines. Sin embargo, fueron escuchados con fervor e interrumpidos por aplausos entusiastas, como demostración del hecho de que, al margen de sus contenidos específicos, había una incontenible voluntad de revancha entre los oyentes, que encontraban su mujer expresión en las palabras de Azaña, el cual se les presentaba como el líder capaz de satisfacer.
Tuvo la habilidad de no criticar a los socialista ni a los catalanes por los hechos ocurridos en octubre de 1934, aunque lo ocurrido no lo aprobaba. Ahora bien, Azaña sabía que los necesitaba a todos y que no podía romper esta coalición. Eso sí, cuando Azaña se consolidó como el líder que era, giró y señaló que la democracia era su principal objetivo. También habló claro sobre lo ocurrido en 1934. “Hay que centrar la República en la democracia y en lo que nos es común a todos los demócratas españoles. El ciudadano no se forma en la opresión y en la cárcel, se forma en la libertad y en la ciudadanía, en la convivencia de la democracia y nosotros, manteniendo la democracia, hacemos más por la futura emancipación de todo el pueblo español que los más exaltados extremistas pueden imaginarse”.
Se empezó a trabajar en un programa que juntara todas las ideas políticas existentes dentro del Frente Popular. Fue un programa muy “políticamente correcto”, al menos al principio. Se acordó no hablar mal de la derecha, del Ejército, ni de la Iglesia. Asimismo, se descartó tratar la nacionalización de la tierra, el subsidio de paro, la nacionalización de la banca o el control obrero. Hubo conflictos internos hasta que llegaron todos a un acuerdo.
Como dijo Luis Romero “la ambivalencia del programa del Frente Popular, que más que programa ha sido bandera bajo la cual se ha agrupado fuerzas muy dispares, casi, o sin casi, antagónicas”. En la base misma del Frente Popular existía una dualidad, tanto en los propósitos como en las fuerzas políticas que lo integraban. Para unos el objetivo era gobernar bajo los auspicios de la constitución, para otros el único fin de aquella coalición era implementar la dictadura del proletariado.
Hemos explicado que Azaña quiso centrar la república en la democracia. Por su parte Largo Caballero estaba por la dictadura del proletariado. Pues bien, esa coalición que, tal día como hoy se constituyó, se hizo oficial el 15 de enero de 1936. Se presentó a las elecciones de febrero de 1936 y las ganó. Esa victoria se cimentó en un fraude electoral muy poco democrático.
Fraude y violencia, ese sería el resumen. El Frente Popular se valió del uso partidario de las instituciones del Estado para desobedecer las propias leyes republicanas, erosionando la base democrática de la cual hablaba Azaña. A favor o en contra, todos estaban de acuerdo que aquella victoria suponía un camino hacia la revolución.
Javier Tusell definió aquellas elecciones como una democracia poco democrática. Aquella falsa democracia evolucionó conjuntamente con un proceso revolucionario, auspiciado por Rusia, que cada vez se hizo más violento hasta julio de 1936. Como declaró Largo Caballero, el Lenin español, “hoy estoy convencido de que realizar obra socialista dentro de una democracia burguesa es imposible; después de la República ya no puede venir más que nuestro régimen”.
A los dirigentes del Frente Popular no les hizo falta un pucherazo o un fraude para ganar las elecciones, solo tuvieron que falsificar la documentación o extraviarla, para que no llegara a las Juntas Provinciales de Censo. Así, en lugares claramente de derechas, ganó el Frente Popular y en aquellos lugares donde podía existir un empate, cierto número de actas desaparecieron, con lo cual era imposible el empate.
El Frente Popular obtuvo 4.654.116 votos y las derechas 4.503.505 votos. Así consiguieron 263 diputados frente a los 156 diputados de la derecha. Manuel Azaña fue nombrado presidente de la República y Santiago Casares-Quiroga presidente del gobierno.
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