15/06/2024 21:59

Ana Rosa QuintanaJulio AnguitaJorge VestringeJoaquín Leguina y un largo etcétera de profesionales y políticos de izquierda convinieron en afirmar que VOX no es un partido de ultraderecha o fascista. En todo caso es un partido español frente a otro sectarismo tabernario que impera en la izquierda radical con el impulso traidor del PSOE sanchista. Los mismos socialistas no abstraídos por la malicia y el arribismo de Pedro Sánchez, advierten sobre la deriva suicida que ha tomado el enfermo mental que preside en funciones España.

El discurso de Santiago Abascal y su equipo, con el exponencial héroe Ortega Lara es único y en él pueden verse reflejados muchos que todavía al día de hoy sienten algún tipo de complejo por identificar a Vox con ideología radical. Nada más lejos de la verdad, la legítima, fuera de la manipulación constante de las rémoras de los medios de comunicación que han pretendido falsear la identidad como partido.  Reivindicar una España solidaria es una necesidad frente al abismo que se abre de cara todos los ciudadanos, hartos de corrupción política cuyo máximo exponente resultó ser el nombramiento de un presidente ilegítimo ya sea por secuestro de la soberanía nacional o la sospecha de un fraude electoral: un Pedro Sánchez oportunista y rastrero que nadie votó en principio y que se dispuso a poner patas arribas el país a imagen y semejanza de como lo provocó el nefasto y maldito donde vaya,  Rodríguez Zapatero, a quien ha superado en descaro criminal cuando el miserable del 11-M sigue moviendo las cuerdas que le procura la oscurantista influencia del Grupo de Puebla.

 Vox no conlleva ninguna radicalidad que no sea la reivindicación del sentido común frente a la canallesca manipulación de las problemáticas sociales. Ocupa el espacio necesario para que muchos puedan reconocerse en la legitimidad democrática que un sistema injusto les ha arrebatado. Sus manifestaciones no concitan la atención de radicales sino de ciudadanos con hogar patrio, como en cualquier lugar del mundo, en el que incluso siempre tuvieron derecho a convivencia cuantos pretenden quebrarla, para conseguir ambiciones espurias y miserables, diversificadas según la ralea moral de los depredadores que las pretenden.

Antes de fallecer, Fernando Sánchez Dragó hizo un llamamiento para que resistiesen las embestidas de la extrema demagogia impuesta en los medios afines a la manipulación estalinista. No le faltaba razón. Vox es un partido de tenaz resistencia, llamado a influir sobre la sociedad con la lógica de la defensa de una España triturada por la casta política. Vindica sociedad y busca garantizar los derechos constitucionales claramente vulnerados por la injerencia del sectarismo. No es casualidad que sus muchos enemigos, los insaciables buitres y serpientes del panorama político y sus adláteres, lo etiqueten de extremista no existiendo mayores extremos inmundos que muchos de sus enemigos declarados. Con la compra de voluntades y los medios de comunicación prostituidos la consigna de denominar ultraderecha a VOX deja en evidencia la brutal corrupción desplegada por Pedro Sánchez y sus cómplices de criminalidad con el asalto al Estado de Derecho.

Viva 24 ha sido exponencial en su mensaje de moderación, inflexible con las corruptelas y flexible y adaptado para mejorar la sociedad española sin que tiemble el pulso del sentido común. En España ser partidario de hacer país con Historia, defender los valores éticos y morales, respetar la libertad religiosa y la libertad de pensamiento; mirar por lo nuestro antes de dispersarnos absurdamente con la atención por el resto; cuidar de los niños, de las  generaciones e incentivar la tradición cultural; la solidaridad, el afán constructivo y unificador, defender a las víctimas frente a los verdugos, anteponer la vida al capricho destructivo de la muerte; respetar y demandar que respeten lo de todos, la igualdad real, la paz, ¿es propio de fascistas, de ultras y totalitarios…? No intentemos comprender que Satanás llame Satanás a los enviados de Dios, como decía Jesús, sobre todo en este tiempo en que una horda de seres sucios, tan multiplicados por el mundo, financiados por diablos como Soros, planta tanta inmundicia con apariencia de justicia y reivindicación. Afortunados hemos de considerarnos si con la preclara conciencia de la equidad, observamos dónde están los oportunistas y la escoria de la Tierra, la raza de víboras del siglo XXI, los cínicos esbirros de una malignidad normalizada que intenta devorar-a contra natura- todo lo contrario a su dogma de manipulación destructiva. En España no iba a ser distinto con los antecedentes de monstruosidad con que los mismos de siempre pretenden reescribir una Historia tergiversada.

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El compendio de una ciudadanía sana, exenta de sectarismo político, aglutinada y cementada por la dignidad democrática fue la mayor manifestación de moderación frente a la radicalidad extendida por la miserable siniestra desparramada hostilmente contra España. Vox no es ultraderecha, sus partidarios son personas corrientes con el común denominador de que saben distinguir la nobleza de las causas justas, frente al artificio repulsivo de los que excusan el ideal para robar impunemente lo que pertenece a todos. En otro país los enemigos que amenazan al colectivo estarían prohibidos y condenados, salvo en esta España sobrepasada de parásitos con la aquiescencia del sectarismo y la hipocresía generalizados.

Los otros son la ultraizquierda que convierte en extremos a los normales.  Sólo los de conciencia sana pueden escandalizarse del engaño populista de esta manada carroñera conjunta que busca intereses dispares a costa de saquear el patrimonio. El posicionamiento político de Vox, tildado falsamente de ultraderecha, es una reacción de defensa coherente ante la expansión de la radicalidad en la sociedad. Y alguien tenía que ejercer la réplica ante este destrozo consentido. Desde la demagogia y la manipulación con el objetivo de desintegrar la identidad española, la izquierda busca alimentar codicias dispersas dañando el conjunto de la convivencia y disfrazándose de reivindicación política. Si obviáramos las siglas solo tendríamos parásitos que en cualquier país supondrían un problema para la estabilidad y el consenso generoso que hacen posible la convivencia de un pueblo.

Porque no hay reivindicación en alguna izquierda salvo como pretexto para apoderarse de los recursos del conjunto social. No hay valores ni creencias, solo el objetivo de poder abusivo, almas tóxicas,  delincuentes que usan la tibieza de la ley para imponer su mugre totalitaria intentando amedrentar a los que no comparten sus avaricias. Vox es la excepción cuando enfrenta la cobardía de los subordinados a estos excesos de maldad y manipulación, resiste contra la falsedad de los ruines y proclama un discurso de libertad inequívoco y concluyente.

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Las numerosas manifestaciones que son preludio de éxito electoral fueron una llamada a la coherencia y la exigencia de que la soberanía popular eligiera a un presidente de España en condiciones democráticas no excluyentes. La trampa electoral se cernía sobre aquel éxito que el PSOE se encargó de socavar contra toda lógica a tenor del entusiasmo que la formación de Santiago Abascal concitaba en las calles. Vox representa ahora la natural tendencia de un país que reclama la libertad y la democracia, el derecho inalienable de ser y estar, además de votar representantes y un Gobierno para España y no contra ella. Y será nuevo objetivo de fraude electoral si no se toman medidas para que se cumpla el registro y el control garante de que los datos no serán manipulados. Parece mentira que consciente del enemigo al que se enfrenta, VOX no ponga cortapisas legales a la trampa electoral de la que ha sido víctima, en mayor o menor medida, desde que Tezanos arribó al CIS e INDRA fue intervenida por el más miserable y sucio gregarismo. Lo del voto útil del PP es un subterfugio tras el que se esconde el fraude practicado torticeramente desde el partido socialista contra VOX para violar la soberanía popular, del mismo modo que se intenta coaccionar y cercenar la libertad de prensa para ocultar la podredumbre de La Moncloa.

El cometido de reivindicar los valores inherentes al común beneficio de la totalidad no es un ejercicio de ideología ultra, sino un derecho que otros pretenden hacer pasar por pensamiento totalitario. Y nada más lejos de la verdad porque Vox siendo el partido representativo de la defensa de España, marcha a contracorriente de la maldad justificada, del relativismo moral, la codicia y la ambición desmedida; rechaza la insensatez, el latrocinio consentido-es mucho más lo saqueado ocultamente  que lo enjuiciado- de la casta política y la invasión de una corriente de destrucción que nos obliga a no quedarnos impasibles, empezando por reivindicar, exigir con la mayor consciencia del Derecho Constitucional que nos asiste. El traidor Pedro Sánchez no podía tener mejor oposición frente a sus maniobras de histórica alta traición y del manto de corrupción que terminará con la presidencia más deleznable contra la propia democracia.

 

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Nemesio

Este frentepopulista asesino y golpista, hay que hacerlos desaparecer cuanto antes, ya que el olor infecto cada vez es más insoportable, tanto chorizo no se puede soportar.

Antonio

Vox es el primero que no quiere hablar de fraude. Actuan (esa es la sensación que nos da a muchos) como si ya les fuese bien estar en retaguardia ya sea por voluntad del pueblo o de INDRA.

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