18/05/2024 06:52
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Desde que ayer la Alcaldía del pueblecito de Granada hizo público que se cargaba de las elecciones andaluzas a la «Macarena del Pueblo» no han dejado de sonar las Redes Sociales, a favor, en contra y con disparates. Unos apuntaron enseguida que era una «jugarreta» del PSOE, que lo hacía para provocar a VOX y para que VOX a su vez reaccionara con todas sus fuerzas de ataque, lo que serviría para hacer que la Izquierda, los de la ultraizquierda, los terroristas de la Izquierda y hasta los comunistas del de la carne no se quedaran en su casa y fuesen a votar, a votar, claro está, contra el PP del ya comodón «JUANMA»). Otros, que es cosa del PP, dado que los populares, tanto de San Telmo como de Génova 13, tienen pánico a formar Gobierno con VOXcomo no han tenido más remedio que hacerlo en Castilla León. El amo del cotarro electoral, el señor Bendodo, piensa que la presencia de doña Macarena Olona es fundamental para conseguir o no formar el Gobierno unitario con el que ellos sueñan. Ellos saben que VOX sacará los suyos, pero ese pequeño tanto por ciento que da la figura del candidato no puede ser la misma. La señora Olona incluso tiene más fuerza que el señor Moreno.

Otros por el contrario ya están diciendo que es una operación conjunta (y que ese ha sido uno de los primeros acuerdos de Bendodo y Bolaños) Por ser una operación que favorece a los dos del bipartidismo y es posible que así sea. En cualquier caso yo quiero referirme hoy a la alcaldesa de Salobreña, ese bellísimo pueblo de la costa granadina que visité hace muchos años para seguir los pasos de uno de mis personajes favoritos de la Guerra de Granada (la de los Reyes Católicos): Hernán Pérez del Pulgar. (El otro que no haya dudas , será siempre don Gonzalo Fernández de Córdoba).

De aquel viaje saqué una historia-leyenda que más tarde aproveché para incluirla en una de las novelas sobre la Reconquista que escribí con Pilar Redondo y que la Editorial SND ha editado bellísima y recientemente reunidas en un tomo de 1.000 páginas. El título de la novela es «Leila de Granada» y en ella se cuenta como aquella intrépida y valiente mujer árabe fue la hija del Zagal, el que pudo cambiar la Historia de Granada, pero también amante de Hernándo del Pulgar y luego de Fernando el Católico..

 

La leyenda que contamos va con el título de: LA LEYENDA DE SALOBREÑA

 

 

Y con ese ánimo guerrero se plantaron a las puertas de Almuñécar, pero estando allí ya se enteró que los árabes de Salobreña se habían sublevado y habían conseguido encerrar en el Castillo al Alcaide y los pocos cristianos que quedaban vivos, pero sin agua ni víveres. Entonces se dirigió con buena parte del ejército a Salobreña para tomarla y al menos tener un puerto. Cuando estas noticias llegaron al campo cristiano el rey Don Fernando, que estaba en Córdoba, dio órdenes fulminantes para que el Conde de Tendilla reuniera a todas las fuerzas posibles y saliese al encuentro de Boabdil y los suyos ya que también Don Fernando tenía noticias de los grandes refuerzos que podían llegarle a Boabdil desde África.

Pero como el Conde de Tendilla tardaba más de lo necesario yo me ofrecí a adelantarme con los hombres que voluntariamente se añadiesen para tratar de entrar en Salobreña y al menos levantar la moral de los sitiados hasta que llegasen las huestes cristianas. Y el Conde en un principio se negó por que aquello podía significar ir a una muerte segura. 

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Sin embargo acabé convenciéndolo y con mis fieles quince escuderos y unos setenta hombres que se ofrecieron voluntarios salí a marchas forzadas para Salobreña.  

¡Ay!, pero en aquella ocasión no pude impedir que Leila se sumara a nosotros y con nosotros se vino. Por un golpe de suerte y aprovechando la noche conseguimos entrar en Salobreña y en la Alcazaba sitiada, lo que significó una gran alegría para los hombres que ya se sentían derrotados y temerosos por sus vidas. 

La situación de los sitiados no podía ser más triste y peligrosa, pues apenas si tenían alimentos y sobre todo apenas si les quedaba agua, no habría ni para resistir tres días y eso sí que me preocupó, porque yo sabía que el Conde de Tendilla tardaría algunos días más.

Y las cosas se precipitaron, tal vez porque también Boabdil debió saber por sus espías que se preparaba un gran ejército cristiano para salirle al paso y entonces decidió actuar con rapidez y lanzó a sus hombres contra el Castillo. Afortunadamente, tuvimos fuerzas y ánimos para rechazar, no uno, sino varios envites de los Moros. Visto lo cual por el Rey de Granada y sabedor ya de que yo había conseguido entrar me envió un emisario con un mensaje rotundo:

«Capitán Pérez del Pulgar, sabemos que vuestras fuerzas carecen de agua y que vuestra resistencia será corta. Rendíos ahora, entregad el Castillo y yo os prometo que os perdonaré la vida y os dejaré marchar. En caso contrario entraremos por la fuerza y os aseguro que no habrá supervivientes».

Ante este ultimátum reuní a mis fieles y les expuse la situación, o entregarnos vivos o perecer, aunque mi postura estaba clara.

–   Amigos míos, yo os dejo en libertad de elegir, pero al tiempo os digo que yo lucharé hasta morir. En mi vocabulario no existe la palabra rendición ni he dado la espalda jamás al enemigo, porque vale más morir con honra que caer cautivo y esclavo.  

Y mis hombres, todos a una, se sumaron a mí decididos a morir matando.

Pero, en ese momento Leila me pidió hablar conmigo a solas y me dijo:

–   Hernán, conozco al rey Boabdil mejor que nadie y sé que es un hombre que se sugestiona con los símbolos, quizá por su carácter tímido y sus creencias religiosas. 

–   ¿Qué quieres decir, Leila? 

–    Quiero decir que tenemos que hacer algo para impresionar a Boabdil y al menos sembrar la duda en su cabeza. 

–   ¿Como qué? 

–   Vamos a ver, según he oído no tenemos agua ni para tres días, pues bien, arrojadle por las murallas todo el agua que tengáis y si es preciso junto con el agua arrojadle una taza de plata. Eso hará que dude y que piense que si arrojáis agua es porque tenéis agua de sobra… y entonces tal vez se amilane y se retire.

–   Está bien, Leila, está bien -y durante unos segundos reflexioné sobre lo que decía y le contesté- … Está bien, que ya lo dijo César, a veces vale más la astucia que las armas. Ahora mismo doy la orden y que Dios y nuestra Virgen María nos ampare. 

Y así lo hicimos, a sabiendas de que si no funcionaba la idea de Leila no tendríamos más remedio que morir matando. Pero, Leila no se equivocó y cuando Boabdil vio que le arrojábamos agua desde las murallas entendió el mensaje según lo había previsto ella e inmediatamente levantó el cerco, pensando que no podía dar tiempo a que llegaran los ejércitos del rey Don Fernando.

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Y no sólo eso, sino que temió quedarse aislado de Granada y sin dudarlo se volvió con todas sus fuerzas abandonando su idea de tomar un puerto por el que recibir los refuerzos del Sultán de Fez.

Fue el comienzo del fin, pues la siguiente campaña de Don Fernando sería ya con un objetivo único: entrar en Granada y acabar la Reconquista.

Todo esto sucedía durante el mes de mayo del año 1490

El verano de 1490 

Terminada la batalla de Salobreña y Almuñécar, y retirado a su feudo de Granada Boabdil, el Rey Don Fernando ya no pensó en otra cosa que acabar con aquella guerra, y aprovechando el buen tiempo reorganizó el ejército cristiano y dispuso las cosas para iniciar el cerco definitivo del último reducto árabe en España. Siguiendo el plan de toda la guerra su principal preocupación fue fortalecer las plazas fuertes que rodeaban Granada y para ello situó a sus capitanes estratégicamente. A Gonzalo Fernández de Córdoba le dejó de Alcaide de Illora. Al capitán Martín Alarcón de Alhendín. Al Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar le encargó el control de Alhama. Al Duque de Nájera le encomendó Loja y a mí me dejó de Alcaide del Salar. Quería asegurarse el cerco y cortar cualquier posible huída de Boabdil y los suyos o evitar que recibiese auxilios externos. El grueso del ejército se lo encomendó a Rodrigo Ponce de León, Marqués y Duque de Cádiz, y al Maestre de Santiago y al Duque de Medinasidonia les encomendó la organización y entrenamiento de los 30.000 peones encargados de la tala y quema de cosechas y molinos. No contento con eso fue reuniendo hasta 200 piezas de artillería, que se construían en Écija, y más de 100.000 mulas para el transporte de alimentos, armas y artilugios de asalto.

Bueno, pues aunque sólo sea por ese detalle me gustaría que doñaMaría Eugenia Rufino, alcaldesa de Salobreña tuviese el gesto de levantarle el castigo a mi «Abogada del Estado» mi «Macarena del pueblo».

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.