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El Gral. Santiago Marín, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, leyó lo que todos oímos. No improvisó. Nada de lapsus. Además se ha ratificado. Nada tampoco de “autoinmolación” ni de “puñalada” al Gobierno, como muchos ingenuos han creído y publicado. En absoluto, sino todo lo contrario. Fue mensaje directo y aviso a navegantes, que somos todos: “Esto es lo que hay, lo que estamos haciendo y no se pueden imaginar lo que vamos a hacer”. Y es que el citado General es arquetipo y paradigma de los mandos militares y policiales españoles de hoy, de comandantes, incluidos, para arriba, producto de varias décadas de fina lluvia que, a base de llover sobre mojado, arrecia y va camino de transformarse en chaparrón.

El proceso revolucionario marxista que sufre España desde hace ya algo más de medio siglo, recoge buena parte de sus frutos más ansiados. Igual que hizo con la II República, ha hecho con la democracia. Utilizando sus libertades y beneficios, la ha pervertido y usado como tapadera. Ahora sabe ya que el panorama político y sobre todo ciudadano está cada día más preparado para aceptar su anhelado sistema totalitario; eso sí, conservando una parte “amable” para que, por ser opresivo donde los haya, no genere reacción como ocurrió en 1936. Su único error entonces fue creer que podían imponerlo en apenas un lustro; esta vez se han tomado su tiempo, de ahí su éxito.

Que nadie se engañe. Obtenida por corrupción y/o politización la connivencia de la mayoría de las instituciones, especialmente la judicial, última ratio civil del Estado de Derecho, era esencial conseguir la de las FF.AA. y policiales, tanto gubernamentales, como autonómicas –las catalanas y vascongadas son “ejércitos” al servicio de las respectivas ideologías secesionistas también revolucionarias– y municipales. Que nadie se engañe. El totalitarismo marxista ha sabido desde Lenin que, para imponerse, le es esencial el concierto activo o pasivo de militares y policías. Que nadie se engañe. Maduro se mantiene en el poder, a pesar de las inmensas protestas, manifestaciones, muertos y el aislamiento internacional casi general, sólo porque cuenta con militares y policías. Que nadie se engañe. Evo Morales salió corriendo minutos después de recibir la cortés, pero firme, visita de los jefes de las FF.AA. y de la Policía ecuatorianos… y no pasó nada, sino todo lo contrario.

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En España, los mandos militares y policiales, de comandantes, incluidos, para arriba, son sostén de ese sistema marxista totalitario que se encuentra en fase avanzada; tanto, que ya se atreve a quitarse parte de la careta, que es lo que ha sido la actuación del Gral. Santiago Marín. ¿Las pruebas? Que ahí sigue dicho General. Que incluso se le aplaude. Que el aparato mediático de agit-prop se vuelca en ensalzarle sobre la base de un currículum que, realmente, ni es ni vale lo que dicen o pretenden. Que la oposición ladra, pero no muerde. Que, y esto es lo peor, el pueblo español ni sabe ni quiere saber, dispuesto a perder sus libertades y derechos a costa de… simplemente sobrevivir.

¿Por qué quiénes han jurado voluntariamente por el artículo 8º de la Constitución garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, así como la ley y el orden, sostienen a los que actúan claramente en sentido opuesto? Pues muy sencillo. Porque las FF.AA. y las fuerzas policiales han sido trabajadas con especial intensidad, así como habilidad e inteligencia, por la revolución. Limpiaron de ellas a los que sabían opuestos por acendrada convicción, principios e ideales; algunos vía ETA. Introdujeron medidas disolventes de la esencial disciplina y jerarquía que, eso sí, los propios militares y fuerzas policiales aceptaron: derogación del concepto de antigüedad; introducción de pluses de productividad; proliferación de ascensos y vacantes por elección; autorización de las asociaciones representativas (sindicatos); unificación de escalas; derogación de las potestades disciplinarias; proliferación de injustificadas carreras meteóricas de los escogidos; destrucción de las de los opuestos, y, en fin, un largo etcétera que sólo los profesionales sabemos cuáles y cuán letales han sido sus consecuencias internas. Es decir, sembraron lo propio y extinguieron lo contrario, y, entre medias, fomentaron la división, muerte de la unión que es la fuerza. Recuerden que la contienda 1936-39 se debió fundamentalmente a la división que corroía las FF.AA. y policiales.

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De esta forma, sea, y en no pocos casos ya, por convicción ideológica –no fue casual ni era rara avis Julio Rodríguez (a) “El rojo” exJEMAD, nada más y nada menos–, sea por insana ambición, cobardía, debilidad de carácter (sumisión) o por intereses espurios, el caso es que, por acción u omisión, ésta casi más perjudicial que aquella, las FF.AA. y policiales son sostén fundamental del sistema totalitario marxista que se nos implanta a pasos agigantados. No cabe en país democrático alguno que un General leyera lo que leyó Santiago Marín públicamente y en rueda de prensa oficial, ni que un cuerpo policial esté trabajando en lo que dijo, manifiestamente inconstitucional… y que no pase nada. Tampoco que un Gobierno dé tales órdenes, ni mucho menos que se obedezcan.

Nada es casualidad. Lo que parece mentira es que a estas alturas todavía no poca parte de la población siga creyendo que los militares y fuerzas policiales son lo que es evidente que no son, que vean un uniforme y se les abran las carnes pensando en tiempos pasados que sin duda fueron mejores, pero que ya tampoco son, y no se den cuenta de que ni los unos ni los otros lo hacen todo por la Patria.

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Francisco Bendala Ayuso