20/05/2024 08:03
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Casi todo cristo acepta sin el menor ápice de duda razonable la cifra de fallecidos por el SARS-CoV-2, aún indemostrado científicamente. Si eres telecreyente o movilabuducido, además de asumir pastueñamente el dato de muertos por Covid-19, agreguen cretinismo y malicia. En ese sentido, poquitos guardan sospechas sobre los intimísimas, genuinas y últimas angulosidades de la falsidemia, pero haberlos, haylos. Pero, también, con frecuencia, embarran el campo: » algo tiene que haber» pensando que nunca hubo tantos muertos a la vez con similar sintomatología. ¿Es eso cierto? ¿Ha habido más muertos que otros marzos y abriles y mayos? Avancemos.

Los bolas de Don Bulón & cía

Por ejemplo, ¿podrían las funerarias honesta y fehacientemente corroborar que se ha incrementado este año el número de muertos? Más, ¿y los registros civiles? ¿Podrían llegar a ser suficientemente honorables a la hora de ofreces datos reales y auténticos? Eso sí, otra sospechas diferente con respecto a otras primaveras: brutal operación psicológica, con su inexcusable bombardeo – casi literal- mediático.

Un contraejemplo, ¿nos cuenta la caja tonta el devenir de las casi diez mil personas que mueren mensualmente en España debido a los letales y poco eficaces remedios oncológicos? ¿Y se da algún tipo de exhaustiva e incesante información televisiva sobre otro de tipo de dolencias y enfermedades devastadoras que conducen al hoyo todos los años a miles de españoles? Obviamente, la respuesta es no. Ni Don Bulón, ni su Pastorcilla con su Newtrola/Ashoka. Ni nadie. Todos, repito, todos, consciente o inconscientemente, en el empalagoso u nocivo enjuague.

Muerte, descanso, oprobio

Entonces, si se estuviesen produciendo más muertes que otros años, dato sin verificación categórica, ¿a qué se debe este presunto y súbito repunte de óbitos? Muy sencillo de entender, si fuera el caso…

I. Reiteremos, otra vez. Operación Psicológica Militar de Bandera Falsa. En la guerra, y mucho más de cuarta generación, todo está permitido. Sobre todo, la eugenesia poblacional, suculento y psicótico propósito de los amos del mundo. Eutanasiar ancianos, paso previo, gran ahorro para las expoliadoras arcas de nuestras amadas y poco ponderadas S.S. Seguridad Social, juas. Los ancianos no mueren, sino que se les deja morir. Durante las pasadas semanas faltaron adecuados medios, recursos clínicos, tratamientos óptimos. Bajo la excusa de la inquietante sedación, eliminación (¿deliberada?) de población sobrante e inútil. Qué majos.

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II. El fascinante y fascinador asunto de la iatrogenia. Patógenos de todo tipo, más allá del ectoplásmico SARS-CoV-2, pululando en su salsa, alacridades de moza. Suculenta salsa hospitalaria. Iatrogenia, muertes de origen hospitalario, primera causa de muerte en Occidente (aunque la Organización Mafiosa de la Salud indique que es la tercera: juas, de nuevo).

Nuestros Occidentes enfermos (genial Max Romano) indujeron pánico de masas. El corolario, forzoso. Se atiborraron, todavía más, las urgencias, salas de espera, pasillos, UCIs. Los centros sanitarios, en esos momentos, como casi siempre, vastísimos focos de infecciones plurales. Un puto descalzaperros, todo quisque descobijado, nuestros mayores aún más. Los patógenos, a la sazón, dichosos y agradecidos. Los variadísimos patógenos de raíz hospitalaria haciendo su agosto en pleno marzo.

Juramento hipocrático, violado

III. Además de la enorme felicidad de los patógenos, muchas personas han muerto por los pésimos tratamientos recibidos. Los galenos, sin protocolos adecuados, sin saber qué hacer ante el estimulado pandemonium, utilizando en tantos casos tratamientos infructuosos y, peor aún, muy perjudiciales. Numerosos ancianos, no solo ellos, fallecieron debido a esas mortíferas recetas.

IV. Sin autopsias, imposible conocer la causa o causas del acabose de nuestra ruta existencial. ¿Fue el bicho maligno? ¿O fueron los gloriosos tratamientos médicos o sus apoteósicas sedaciones? Imposible saberlo sin rigurosos exámenes forenses postmortem.

V. Eso en los hospitales. ¿Y fuera? ¿Los muertos solitarios o que no fueron atendidos? ¿Lo fueron por Covid-19? Horror y crimen, muchos médicos sugiriendo a bastantes ancianos que regresaran a sus hogares para ahorrar material sanitario. Juramente hipocrático, di que sí.

VI. ¿Y las residencias donde los hijos abandonan a sus padres como si fueras putos perros sarnosos? ¿Qué sucedió exactamente? Lo mismo que en los hospitales, pero la negligencia, superior. Y mientras los milicos, faroleros, fumigando. Desinfectando, oye. Desinfectando, te dije. Vale, lo que tú digas. Señor, sí, señor.

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VI. Secuestro domiciliario, cuadros ansiógenos, congoja infinita, miedo innúmero, angustia imparable: estropicio absoluto de nuestros ya frágiles sistemas inmunitarios. Ancianos y enfermos, también adultescentes, con unas defensas orgánicas bajo mínimos generando agudísima inmunodeficiencia que, como imaginan, suele acelerar o provocar la muerte.

Tortura planetaria bajo amparo legal

¿Bichito malo maloso? Demostración empírica. ¿Utilidad sanitaria de las mascarillas/caretas/bozales? Demostración empírica. ¿Incremento considerable provocado por el fantasmal SARS CovV-2? Demostración empírica.

Demostraciones científicas de verdad. La ciencia contemporánea se halla al servicio de los más lúgubres y sórdidos intereses. Geoestratégicos, (bio)políticos, mercantiles y, guinda del pastelón, eugenésicos. Ciencia veraz, jamás de una Operación Psicológica Militar de Falsa Bandera. Un MK Ultra planetario por lo legal. Un MK Ultra, uno de cuyos más maléficos paradigmas fue el condicionamiento por trauma. Tortura, física y mental, a individuos y sociedades enteras para ganarse su absoluta sumisión. En esas estamos. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.