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17º En la España de Franco no existían partidos políticos ni sindicatos en el sentido estricto de la palabra. El 19/04/1937, en plena Cruzada, el Generalísimo suprimió todos los partidos de derechas (los de izquierdas eran ilegales y sus líderes enjuiciados) anteriores al 18/07/1936, es decir, la CEDA, Renovación Española (aunque éstos se integraron todos en el denominado «Requeté», es decir, los tradicionalistas católicos herederos del viejo Carlismo), Partido Nacionalista Español (el del asesinado Albiñana), Partido Radical de Lerroux, etc., fundando la Falange Española Tradicionalista de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET de las JONS), bajo su caudillaje, a la que se le conoció con el nombre de «Movimiento Nacional», no pudiendo calificarse como partido político pues no era facción en oposición a otras. Se trataba de eliminar las facciones que tenían como factor común luchar por la tradición católica y por la misma unidad de España, luchar contra el comunismo, así como por su no subordinación a la Komintern, ni a ningún poder extranjero. Esta acertadísima unidad la logró Franco con muy poco daño (solo supuso la encarcelación de Hedilla, inocente y «cabeza de turco», pero sirvió para disuadir cualquier voz discordante en plena guerra que hubiese podido entorpecer la victoria). En cuanto a la ideología que se impuso en la España de Franco, cabría calificarla de tradicionalista y patriota, con extremado rechazo al marxismo en todas sus clases y con devoción grande al Catolicismo. Los sindicatos fueron proscritos y sus líderes depurados, generando una extraordinaria seguridad jurídica vital para el crecimiento económico estable y a largo plazo. Los denominados «sindicatos verticales» no eran más que comités de empresa que pretendían resolver todo conflicto laboral sin recurrir a tribunales, y su éxito fue enorme, pues tanto trabajador como empleador, veían razonablemente defendidos sus intereses materiales, aunque por desgracia sería terreno en el que posteriormente crecería la «semilla de la cizaña» de infiltrados comunistas y socialistas, que tanto daño han hecho hasta hoy. Prueba del acierto es el ridículo número de huelgas por año que se registró durante el régimen (solo elevado cuando ya se preveía el advenimiento de la democracia ante la debilidad física del caudillo y la actividad repugnantemente rastrera de los arribistas del poder). Siendo todo esto así, la intoxicación política era prácticamente inexistente, la población no estaba politizada y, por lo tanto, envenenada y enfrentada unos contra otros. Se sabía a qué atenerse. 

 

En la España democrática, los partidos políticos han envenenado la convivencia (ya imposible de por sí en todo tiempo y lugar, castigo por nuestros pecados) hasta límites que de seguir rebasándose es segura otra nueva guerra entre españoles. Desde 1976, los dos principales partidos políticosel marxista socialista PSOE, enemigo declarado, desde su fundación, de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana y del Ejército  (con un pasado criminal sin parangón en la Europa occidental, verdadero provocador de nuestra guerra como arma revolucionaria leninista. Legitimista a conveniencia. Aparte, responsable máximo de la catástrofe económica democrática desde que en 1982 accediera al poder e implantase el mayor régimen de corrupción de la historia de España) y el actual PP (del traidor a España, Manuel Fraga, y con los restos del partido del más traidor aún Adolfo Suárez, agrupaciones todas ellas cobardes cuyos líderes y seguidores renegaron del pasado, de Franco y de sus logros, siendo sus miembros fundadores, junto a los del PSOE, los principales beneficiarios del régimen franquista, continuista en la consolidación del actual régimen de corrupción) de corte liberal conservador y socialdemócratahan sido responsables (junto a sus malvados, irresponsables o estafados votantes) de todo el mal que se ha perpetrado como consecuencia de la política gubernamental, cada vez más intervencionista en todos los ámbitos de la vida, no solo el económico, siendo sus logros muy limitados y a un precio enorme en corrupción y degradación moral (aunque a ellos les va la vida en defender lo que llaman «derechos políticos», es decir, la arbitrariedad, achacando a Franco su ausencia en su régimen). Y lo peor ha sido la continua hipoteca que la democracia ha generado respecto a los partidos políticos antiespañoles, vascos y catalanes principalmente, que han actuado con todo tipo de exigencias ante las que los gobiernos de España han cedido casi sin oposición hasta ahora, con grave quebranto para los españoles más pobres y en beneficio de los catalanes y vascos que nos odian sin más motivo que su enferma megalomanía y siempre han sido los más ricos de la nación. Por otra parte, la actitud de los sindicatos (siendo los mayoritarios del socialista de carácter asesino UGT y el comunista surgido clandestinamente en época de Franco y con apoyo eclesial según no pocas fuentes, CCOO) ha sido letal para la economía, un auténtico boicot terrorista para la prosperidad y salida de la pobreza, con un daño para los parados que solo puede calificarse de atentado masivo con completa impunidad. Los sindicatos democráticos rara vez han representado a más del 15% de los trabajadores (que contribuyen en su totalidad obligados a sufragar sus gastos, vía impuestos, es decir, robo, además de obtener dinero público con su corrupción), pero han impuesto, por medio de la terrorista negociación colectiva, unas condiciones laborales demoledoras que han hecho del mercado de trabajo español, el más rígido del mundo y aquél en el que resulta menos rentable crear empleo de todos los países avanzados. Y hoy las huelgas, mayores en un solo mes en algunas regiones que las habidas en el régimen anterior en una década, ya ni siquiera persiguen unas exigencias desorbitadas propiamente laborales (controladores aéreos, estibadores que no admiten competencia de parados de larga duración, maquinistas de metro, taxistas, etc.), sino que se llevan a cabo por motivos políticos, porque no toleran la llegada a los gobiernos nacional, regionales y municipales de partidos que consideran de derechasHoy los sindicatos son miembros de un oligopolio de terror que, en connivencia con las patronales (formadas mayoritariamente por empresarios incompetentes que solo sobreviven con barreras a la entrada en sus sectores y subvenciones multimillonarias), hacen imposible el pleno empleo, la libertad de elección de profesión, la libre e individual negociación empresa trabajador, la actividad de muchas empresas beneficiosas para el empleo y la riqueza del país, etc.. Los sindicatos son, junto a las patronales, organizaciones terroristas que tienen por finalidad impedir la libre y limpia competencia, sin privilegios, vital para que millones de personas salgan de su pobreza y se genere un crecimiento económico mucho más equilibrado, como ha demostrado la experiencia en innumerables países de economía de mercado. Y, como gozan de total impunidad y son respaldados por todos los gobiernos, generalmente no afectados por el desempleo, hacen imposible la convivencia con un mínimo de paz, envenenando de modo creciente a porcentajes de población cada vez mayores que ya no creen sus mentiras sobre su solidaridad y que se tomarán más temprano que tarde su venganza con su sangre si Dios no lo remedia, pues el engaño marxista y sindical no puede durar siempre. 

 

18º La España de Franco surgió como consecuencia de la victoria en una guerra jamás buscada ni por la población nacional, ni por sus líderes victoriosos. No fue la España patriota, tradicional y católica la que buscó la guerra, sino que millones de personas no vieron otro recurso que sublevarse o perecer exterminados por el otro bando (exterminados, que no es una exageración. Era el término intimidador que emplearon especialmente los socialistas contra las derechas, patriotas y católicos la inmensa mayoría de ellos). Y todo ello después de 5 sangrientos años de persecución, muerte, caos, arbitrariedad gubernamental, golpes de Estado fallidos y destrucción reconocida cada vez más por los historiadores serios y profesionales (a pesar de las amenazas y censuras). Ya desde la salida del poder del dictador Miguel Primo de Rivera (con cuyo directorio sí que colaboraron los socialistas como Largo Caballero), en enero de 1930, los socialistas, anarquistas y los minoritarios comunistas, se unieron a los señoritos republicanos muy minoritarios para implantar una república que creían que superaría el «atraso» que España tenía con respecto a los contados países más ricos que ella (ningún país africano, asiático, americano, con la excepción de USA, y oceánico era más rico y avanzado que España en aquél año y, la mayoría, tampoco lo es hoy. Y con respecto a los países europeos, solo UK, Alemania y Francia, así como algunos vecinos como Bélgica, Países Bajos, Suiza, Austria y poco más, podía considerarse más avanzado que España, y en la mayoría de los casos por poco). Siendo esto así, no dudaron en llevar a cabo una labor golpista violenta que se inició en diciembre de 1930 y que tuvo varios períodos especialmente graves: proclamación de la II República tras elecciones municipales ganadas en el conjunto de España por los monárquicos (con la pasividad suicida de éstos), inicio de la quema de conventos, monasterios, iglesias, escuelas católicas, patrimonio histórico de carácter católico, etc., con intimidación y agresiones a almas consagradas y católicos, un mes después, salvaje represión sangrienta de anarquistas en Andalucía y Cataluña, especialmente, por parte del gobierno republicano-socialista de Azaña, golpe de Estado armado y sangriento por parte de socialistas y comunistas y proclamación de la república Catalana por el histérico y enfermo mental Companys, en octubre de 1934, contra el gobierno ganador de las elecciones de noviembre de 1933, con muertos en más de 20 provincias y combates especialmente graves en Asturias, con más de 1000 muertos y miles de represaliados en cárceles, golpe de Estado electoral violento e intimidatorio, con manipulación de actas por parte de los miembros del Frente Popular (comunistas, socialistas, anarquistas y republicanos), que declaró ganador de las elecciones de febrero de 1936 al bando realmente menos votado, el del propio Frente Popular, golpe de Estado del Frente Popular contra el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, verdadero promotor del Frente Popular y uno de los máximos responsables derechistas de la guerra, y, por último, proceso intenso revolucionario, terrorista y sangriento para traer la dictadura del proletariado  a España a imagen de la existente en la URSS entonces, con asesinatos de centenares de católicos y patriotas, consagrados o no, en una espiral de venganza y revancha por reprimir el golpe bolchevique de octubre de 1934, destrucción masiva de patrimonio histórico y artístico católico y español, con encarcelamiento ilegal de líderes opositores (José Antonio Primo de Rivera, familia y líderes de Falange Española, Albiñana, etc.) y asesinato de José Calvo Sotelo que hicieron imposible y desaconsejable la paz por pasividad. Los partidos de izquierda, es decir, el socialista, el comunista, los republicanos de izquierda (ya muy amedrentados por sus compañeros del Frente Popular, como declararía Azaña) y los anarquistas, perpetraron un proceso revolucionario criminal que preveían les daría el triunfo fácilmente, pues solamente el PSOE tenía más afiliados que todos los afiliados a partidos de derechas juntos, siendo la CNT-FAI casi tan numerosa en afiliados como el PSOE ó incluso con más. Así, se veían triunfadores y pretendían aniquilar a las derechas, a la Iglesia Católica, a la propiedad privada, a las costumbres y tradiciones e instalar una suerte de comunismo todavía por dilucidar. Y para ello se unieron incluso a los antiespañoles vascos y catalanes, aunque éstos no ayudaron en el esfuerzo bélico a los rojos salvo actuando sin coordinación con ellos. Pero la España católica y patriota se sublevó y, con una desventaja clara inicial, supo sobreponerse y triunfar gracias a Dios. 

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La España democrática actual, aparte de que llegó de la mano de procuradores franquistas de las cortes que Franco había reconstituido en 1942, de un modo pacífico, toma como modelo la España democrática de la II República (verdaderamente democrática, y por eso horrorosa). Pues bien, la II República fue un auténtico infierno no solo para los católicos y patriotas que sufrieron persecución desde el mismo mes de abril de 1931, si tenemos en cuenta las memorias de muchos de los que vivieron aquellos años desde las filas izquierdistas o rojas. Lo primero es que perduró una violenta disputa o guerra civil que ya venía de décadas atrás entre anarquistas de la CNT-FAI y miembros de la socialista UGT, con acusaciones mutuas de vendidos al sistema y pugna violenta por los apoyos de los trabajadores. Los anarquistas fueron masacrados por socialistas y comunistas antes de la Cruzada (recuérdese la violencia de pistoleros desde principios de siglo y los brotes violentos entre 1931 y 1933, que les llevaron a no apoyar a las izquierdas ese último año) y, durante ésta, con mucha mayor intensidad, especialmente cuando a partir de mayo de 1937, fueron sangrientamente eliminados en Barcelona, y posteriormente en Aragón por los de Líster. A su vez, los anarquistas no se quedaron cortos en su siega de socialistas de la UGT y comunistas, liquidándolos masivamente y de modo especial durante la Cruzada en tierras aragonesas antes de 1938. Los historiadores no han examinado minuciosamente cuántos rojos cayeron víctimas de su propia guerra civil interna. Solamente, Anthony Beevor se ha atrevido a decir que superaron los 2000, víctimas que se han atribuido malvadamente a las tropas nacionales por propagandistas marxistas y liberal conservadores. La II República nació lastrada por las reivindicaciones de los partidos marxistas, especialmente los socialistas, comunistas y la CNT-FAI, que hicieron, en buena medida, imposible la actividad en la agricultura y la industria, además de criminalizar a la España católica y ceder ante los antiespañoles vascos y catalanes. Se suele decir que la tan citada Reforma Agraria de Azaña era un excelente proyecto, solo que con décadas de retraso. Para 1931, el marxismo era tan fuerte, especialmente en el sur de España (tierra de latifundios desde la desalmada desamortización liberal del siglo anterior), que una reforma tipo Stolipyn era totalmente impensable, cosa de lunáticos soñadores. Casi ningún jornalero, ni familia sin tierra pensaba en tomar en propiedad su pequeña porción de hectáreas expropiada a terratenientes y producir por su cuenta, vendiendo sus excedentes en un mercado libre procurando sacar el mejor precio. La agricultura de economía de mercado era más impensable que nunca en aquél momento. Si un agricultor pobre del sur hubiese tratado de llevar a cabo lo que sus homólogos minifundistas hacían en el norte, hubiese sido inmediatamente eliminado por sus paisanos. En aquel contexto solo existía una demanda violenta creciente de aumento salarial instigada de modo incendiario por los sindicatos y partidos rojos sin ningún tipo de responsabilidad (los jornales rondaban las 2 pesetas diarias, eran discontinuos porque buena parte de la actividad agrícola es así en el sur de España, y apenas llegaban a la mitad del jornal medio en las ciudades, incapaces por entonces de absorber el excedente de población agraria) y el mundo se hallaba inmerso en los errores económicos que sucedieron a la crisis de 1929, con un comercio restringido incluso de productos agrícolas (los menos afectados, pero que acusaron la caída de la demanda), vitales para EspañaLa subida salarial que los sindicatos, con mayor intensidad terrorista intimidatoria que nunca, lograban de modo transitorio hasta la siguiente ola de agitación (dada su insaciabilidad tratándose siempre de demanda de recursos ajenos), no producía más que un desempleo y miseria crecientes, con abandono incluso de explotaciones y huída de los propietarios, además de violencia y malestar crecientes que se tradujeron en ocupación de fincas, (con quema incluso de cosechas almacenadas), no para trabajarlas, sino para obligar a propietarios o al gobierno a ceder ante sus demandas salariales incontroladas e inasumibles. Así pues, fueron los partidos y sindicatos rojos los que, como siempre ocurre con los marxistas, se aprovecharon del «pueblo oprimido» no para beneficio del mismo, sino para alcanzar el poder engañándoles miserablemente. La Reforma Agraria era un sueño totalmente irreal y su calamitosa e irresponsable propuesta puso el primer peldaño para la catástrofe de 1936. Y en lo que respecta a la educaciónno se puede atribuir a la II República, ni por parte de unos ni de otros, un intento de mejora, aunque muchos hoy expresen lo contrario. Para empezar, la labor educativa era o bien desempeñada por escuelas, institutos, liceos o universidades públicas, muy poco concurridas por los niños y jóvenes pobres, especialmente en los niveles mayores, como en casi todos los países avanzados y dotada con muy pocos recursos, o por religiosos católicos, más frecuentada por personas de humilde condición.  Durante la II República se llegó a prohibir constitucionalmente la segunda, con lo que los más pobres no pudieron acceder a la educación, y, aunque la propaganda republicana hablaba de fundación de escuelas e institutos que en realidad no eran más que los de los expulsados jesuitas, franciscanos, marianistas, salesianos, etc., a los que se les había quitado crucifijos, imágenes de Jesucristo, la Virgen María y los santos y santas, y se les había dado un cariz ateo o laico, los republicanos y los rojos dañaron el patrimonio histórico, artístico y cultural, con la quema de bibliotecas de valor incalculable, y la propia educación más que nadie lo hizo jamás antes, procurando lo mismo que hoy se procura en la España democrática, adoctrinar en cada centro educativo, formar una opinión política, no educar (como pretendían ayer y hoy los de la escuela nueva de Fernando De los Ríos). De hecho han sido siempre enemigos de la verdad, ¿cómo no iban a serlo de la educación, institución casi en exclusiva católica durante la mayor parte de los últimos 20 siglos?. Además, los republicanos y los rojosirritaron sobremanera a los mandos del Ejército que, jugándose la vida en África, se vieron privados de ascensos merecidos y separados del servicio por la más pura arbitrariedad política, como hoy, con promoción de los masones y rojos por razones de política y no de profesionalidad o méritos. Además, republicanos y rojos se opusieron al voto femenino, (especialmente grave pues de las 3 diputadas, todas rojas o republicanas, solo una, Clara Campoamor, fue lo suficientemente ecuánime para defender lo que sus compañeros republicanos y rojos le rebatían), prohibieron arbitrariamente medios de comunicación no socialistas ni comunistas ni republicanos (muy similar a lo que ocurre hoy vía subvenciones, que solo benefician a los medios de tal jaez), actuaron con total impunidad (indulto de criminales y delincuentes incluidos) contra los asesinos socialistas y comunistas y con una justicia cada vez más sectaria y prevaricadora contra los derechistas, hundieron la economía a base de huelgas revolucionarias, intimidaciones de todo tipo, atentados, robos, delincuencia, asesinatos, palizas, etc., hicieron imposible la paz incluso declarando públicamente que si ellos no llegaban al poder se desencadenaría una guerra civil en la que media España, la católica, sería exterminada (palabras de varios miembros del PSOE), no respetaron la «legalidad» republicana (Franco sí la acató, tanto en 1931, como en 1932 con la sublevación fracasada de Sanjurjo, que no secundó, como en 1934, sofocando la revuelta en Asturias y evitando así una guerra civil entonces, como en febrero de 1936. Aún a finales de junio, y presionado por Mola, Queipó y otros para sumarse a la sublevación por la que prudentemente no se decidía, escribió, como último recurso, a Casares Quiroga para que pusiera orden sin ningún resultado), no escondieron jamás sus intenciones de implantar en España una dictadura del proletariado como la de la URSS, apelando a la guerra civil como arma revolucionaria, según lo aprendido por el propio fundador del PSOE, Pablo Iglesias, y por Julio Álvarez del Vayo en Suiza de las enseñanzas del propio Lenin (y del manifiesto comunista de Marx), y, ya durante la guerra, desencadenaron con extrema crueldad una persecución anticatólica cual no ha habido en el mundo desde tiempos del imperio romano, con detenciones arbitrarias, amnistía para asesinos y delincuentes, encarcelamiento de inocentes por ser conocidos católicos y patriotas, torturas en checas con un sadismo desconocido en occidente, paseos o fusilamientos en las afueras de las ciudades y en la cárcel modelo de Madrid (con ametrallamiento de presos católicos y patriotas españoles indefensos), espectáculos esperpénticos con cadáveres profanados de cementerios católicos, milicianos vestidos con atuendo eclesiástico posando para fotógrafos extranjeros, asesinatos de religiosos (unos 7000) y no religiosos (hoy se calcula que más de 72000 en total y subiendo, por 38000 represaliados rojos en la contienda y bajando) incluso de las más crueles maneras imaginables (arrojados a las fieras del zoo, agrupados por familias católicas en iglesias y carbonizados sin posibilidad de salir huyendo del fuego sin ser fusilados, descuartizados y echados a los cerdos, amputados y disparados en las piernas para hacerles morir lentamente y desangrados, toreados como los toros en las plazas, amputados sádicamente, etc.) sin haberse conocido un solo caso de apostasía entre quienes perdieron la vida por ir a misa, por amor a Jesucristo Nuestro Señor y por no querer blasfemar, pisar un crucifijo o renegar del Señor. Llevaron a cabo, además, los rojos, un saqueo desconocido hasta la actualidad, salvo el perpetrado en la antigua URSS. No solo saquearon el tan afamado oro (la tercera reserva mundial entonces), también la plata, la colección de monedas históricas más rica del mundo, las joyas y objetos de valor de particulares, incluso los suyos, depositados en las cámaras del Banco de España, los cuadros y obras de arte de todos los museos bajo su poder, con saqueo incluso de las obras de fama mundial del Museo del Prado, (que podían ser perfectamente protegidas en los sótanos de ese mismo edificio dada la escasa potencia de las bombas lanzadas por los aviones españoles. El argumento rojo que pretende hacer creer que trataron de poner las obras a salvo de bombardeos es más falso que el beso de Judas Iscariote. Fueron ellos, los rojos, los que pusieron en peligro de perderse las obras al trasladarlas primero a Valencia por una carretera plagada de bandas de saqueadores anarquistas y al alcance de la artillería y aviación nacionales, y luego de ésta a Barcelona en abril de 1938, muy cerca del frente, luego no hay escusa para haberlas enviado a Albacete o Ciudad Real, por ejemplo, lejos de todo objetivo militar. Lo que ocurre es que querían colocarlas en el extranjero a cambio de dinero y su plan se frustró porque nadie quería «apropiarse» de cuadros mundialmente famosos que habían sido vilmente sustraídos a todos los españoles por energúmenos comunistas y socialistas, amantes del lujo y las riquezas aunque sus engañados no lo crean. Si los hubiesen logrado llevar a Moscú, nunca se hubiesen recuperado, como tampoco nuestros hermanos venezolanos recuperarán jamás los activos que Maduro ha saqueado y enviado allí recientemente), joyas y objetos de valor requisados de todos los hogares donde esgrimían cualquier decreto o razón arbitraria para hacer un registro confiscador, etc., como quedó bien patente entre los tesoros robados recuperados por los nacionales cerca de Figueras, en la fortaleza que trataron de destruir volándola en su huída en febrero de 1939. Por lo demás, los líderes rojos, no pocos de ellos huidos a un dorado exilio con el botín saqueado a todos los españoles (cuentas multimillonarias en Suiza, Francia, USA, UK, a favor de Negrín, Martínez Barrio, Hidalgo de Cisneros, yate Vita de Indalecio Prieto, flota en Odessa, oro para Stalin que financió la estancia de Pasionaria, Carrillo, Díaz, Hernández, Uribe, Líster, Tagüeña, Modesto, etc.) dejaron su zona de 10 millones de habitantes hambrientos hartos de guerra desde hacía más de un año, con un puñado de lentejas en el bolsillo (las «píldoras del gordo Negrín»), la ganadería sacrificada (toros de lidia incluidos), la agricultura arruinada y sin abono, semiente y fertilizantes para poder hacer la tierra productiva (y mucho menos ganas de trabajarla para que a uno le confiscasen la cosecha los rojos sanguinarios comisarios del SIM, filial de la NKVD soviética), con la peseta roja completamente devaluada y sin valor, sin divisas, todas robadas, con cartillas de racionamiento cada vez más inservibles, con castigo mortal por esconder alimentos y venderlos en mercado negro (acaparamiento), con la industria destrozada, sin maquinaria ni repuestos ni técnicos, con superficies enormes deforestadas, con infraestructuras destruidas en su huída practicando la táctica de tierra quemada, con la pérdida de locomotoras, vagones, camiones, vehículos, barcos mercantes (algunos los tuvo que recuperar Franco de Túnez), aviones  y con la consigna criminal e inhumana de resistir sin rendición hasta que se solapase la futura guerra europea con la españolaesperanza criminal de Negrín y motivo por el que deseó de modo totalmente insensible hacia los suyos, prolongar de modo suicida la muerte, el horror y la agonía de millones de españoles bajo el terror rojo, cada vez más sanguinario cuanto más evidente era la derrota, y desoyendo la petición de casi todos los mandos del ejército rojo de rendición incondicional para ahorrar sufrimiento (luego no fue Franco quien quería prolongar la guerra, sino Negrín, con su «resistir es vencer», pero lejos de todo peligro. Por cierto, gracias a Dios no se solaparon la guerra de España con la mundial, que hubiese sido muchísimo más devastadora para España que la primera y, seguramente, definitivamente destructora) y que provocaría la sublevación anticomunista de Casado, Besteiro, Miaja, Mera y demás no comunistas para acabar con la agonía, en una tercera guerra civil interna entre rojos (la segunda fue en Vizcaya y Santoña, entre rojos y antiespañoles del PNV que defendieron a tiros la industria sidero-metalúrgica y de armas vizcaína que los rojos querían destruir en su huída, para entregársela intacta a Franco y con la esperanza, cumplida años después para desgracia nuestra, de los españoles verdaderos, de recuperarla como «legítimos» propietarios, además de rendirse sin ayudar a los rojos en Santoña (Santander), con escándalo de los propios gudaris medio decentes, pues la guerra ya no le interesaba a sus líderes antiespañoles con el cobarde admirador del III Reich,, de Mussolini, de USA, de UK, etc., según conveniencia, Aguirre al mando), cuyas víctimas, seguro que atribuidas a Franco, aún no se han cuantificado por los historiadores.