03/12/2024 18:00

Basta mirar cuántos países en Occidente -por no salir de nuestro ámbito geopolítico- tenían sistemas monárquicos a fines del siglo XVIII y cuántos los mantienen ahora. Este simple dato empírico, despojado de cualquier valoración, nos da una idea de qué dirección toma la historia, en cuanto a forma de Estado en los dos últimos siglos. Muchos son los países que pasaron a un sistema republicano. En unos se produjo una revolución; en otros, una convulsión o crisis política; en otros, un referéndum. El gigantesco fenómeno de la descolonización e independencia de las colonias americanas, al norte y al sur, dio lugar al nacimiento de un gran número de repúblicas.

En este contexto, la restauración de la monarquía en España parece un fenómeno histórico difícil y casi milagroso, para cuya consecución tuvieron que confluir distintos hechos, circunstancias y personas que hoy parecen difícilmente repetibles.

Este fenómeno se produjo al mismo tiempo que la implantación del sistema democrático (implantación, no restauración, ya que nunca había habido antes democracia digna de este nombre en España). Monarquía y democracia llegan juntas. La democracia se fundamenta legalmente en la Constitución de 1978 y esta norma establece, en su artículo 1.3., que nuestra forma de Estado es la “Monarquía Parlamentaria”. Hay una fuerte implicación mutua de una en otra. Incluso podemos hablar de una relación de causalidad entre ambas.

Pero, ¿ qué fue antes, el huevo o la gallina? A este famoso dilema se le ha dado mil vueltas; sin embargo, en este caso, la respuesta es clara. Contemplamos aquí dos aspectos: uno cronológico y otro de causalidad.

Cronológicamente la monarquía es anterior a la democracia. En virtud de la Ley de Sucesión (aprobada por las Cortes y sometida a referéndum en 1947), a la muerte de Franco, asume la jefatura del Estado, a título de Rey, don Juan Carlos I. En este momento, en España las leyes del Movimiento no han sido abolidas. Precisamente dicha Ley de Sucesión es una de sus Leyes Fundamentales. Legalmente no hay nada que se parezca a la democracia.

¿Cuándo podemos, en cambio, hablar de democracia legal en España? Aquí no existe una fecha tan concreta, pero es posible tomar un punto de partida en la Ley para Reforma Política. Fue aprobada por las Cortes del antiguo régimen y refrendada en referéndum con una abrumadora mayoría en 1977. Esta ley da paso a todo el proceso de cambio y a la Constitución actual.

Hay un segundo aspecto aún más importante: la causalidad. ¿Quién provoca a quién? ¿Cuál es la causa y cuál el efecto? La Corona es la que pone en marcha los mecanismos legales y políticos que van a desembocar en la Constitución. El Rey es quien toma las decisiones y elige a las personas que van a provocar el cambio. Asesorado, aconsejado, presionado interior y exteriormente… sin duda. Pero, en última instancia, estas decisiones (en un sistema de concentración personal del poder, como el que hereda) emanan de él.

Indudablemente hay circunstancias históricas, sociales, económicas, geopolíticas que coadyuvaban en este sentido. Pero la causa “formal” de la democracia en España es la Corona. Los hechos no son monárquicos ni republicanos, sino verídicos o falsos.

Autor

Tomás Salas
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