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Hace 9 años, con motivo del 73 aniversario de la famosa entrevista de Hendaya de Franco con Hitler, la Fundación Serrano Súñer, que presidía su hijo don Fernando Serrano-Súñer Polo decidió organizar las “I Jornadas Serrano Súñer”, que dirigió Julio Merino y en la que participaron “Serrano Súñer: tras la trayectoria vital de un hombre de su tiempo” y fue ponente don Juan Van-Halen (Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia) “Serrano Súñer: Trayectoria vital de un hombre de su tiempo”. Don Pío Moa (Periodista e historiador y analista político) “Serrano Súñer: Ministro de Interior y Ministro de Gobernación”. Don Víctor Márquez Reviriego (Cronista Parlamentario) “El diputado Serrano Suñer”. Don Enrique de Aguinaga (Catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid) “El periodista Serrano Suñer”. Don Luis Eugenio Togores Sánchez (Profesor de la Universidad CEU San Pablo) “Entre Hendaya y Gibraltar. Relaciones con Hitler y Mussolini”. Don Carlos Cárdenas Quirós (Numerario de la Academia Peruana de Derecho y honorario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación) “El abogado y jurista Serrano Suñer”. Don Javier Mas Torrecillas (Profesor de Máster de a Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir) “Serrano Suñer y la Guerra Civil”. Don Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera (Director del Instituto CEU de Estudios Históricos) “Relaciones con Franco y la Falange”. Don Gabriel Elorriaga (Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia) “Serrano Suñer y la Historia”. Don Manuel de Soroa y Suárez de Tangil (Vicepresidente de la Fundación Universitaria San Pablo CEU) “Serrano Suñer fue un universitario ejemplar”.
Fue una semana de estudio y debates sin fin. Pero, también, de introducir luz en aquellas difíciles relaciones de Franco con Hitler y en especial antes y después de la famosa entrevista de Hendaya, en la que participaron Franco y Hitler y sus Ministros de Asuntos Exteriores, Von Ribbentrop y Serrano Suñer, como principales protagonistas.
Naturalmente, y con motivo de celebrarse el próximo domingo, el aniversario de la entrevista de Hendaya hemos decidido reproducir la conferencia que en el Salón de Actos de la Universidad CEU de Madrid, donde se celebraron las Jornadas, pronunció el Catedrático don Luis Eugenio Togores Sánchez. Aunque, por su extensión, la tengamos que dividir en dos capítulos. Pero, en aras de la verdad histórica y para acabar con las dudas que sobre el acontecimiento quedaban no pueden quedarse cabos sueltos.
Así que pasen y lean:
Hace 73 años que se produjeron las reuniones entre los representantes de la España nacional y Hitler, líder del III Reich. Sin lugar a dudas uno de los protagonistas más destacados fue el entonces segundo ministro de Asuntos Exteriores de Franco, su cuñado Ramón Serrano Suñer.
Serrano fue el <hombre fuerte> del Régimen en la década de los 40. Fue primero ministro de Interior en el Primer Gobierno de Franco (1 febrero de 1938) y Jefe Nacional de Prensa y Propaganda de FET de las JONS, para luego desempeñar la cartera de Orden Público de forma conjunta bajo el título de Gobernación. Sustituyó a Beigbeder, el 18 de octubre de 1940 en Asuntos Exteriores, en un gobierno en que estaban, entre otros, Yagüe en el ministerio del Aire y Muñoz Grandes al frente de la Secretaria General de FET de la JONS.
En el Tercer Gobierno de Franco (20 de mayo de 1941) continuó en la cartera de Asuntos Exteriores, hasta la formación del Cuarto Gobierno (3 de septiembre de 1942), momento en que se hizo cargo nuevamente de Asuntos Exteriores el Conde de Jordana. En este momento terminó su carrera política.
Ocupó la cartera de Exteriores durante 23 intensos meses. A pesar de su, relativamente, breve paso por el Palacio de Santa Cruz su actuación fue decisiva y ha hecho que este tiempo sea muy estudiado por los historiadores y que, seguramente, Serrano Suñer sea el ministro de Asuntos Exteriores de la España del siglo XX sobre el que más tinta se ha vertido.
En cualquier caso, a pesar del interés que despierta la Segunda Guerra Mundial y el III Reich entre historiadores y lectores de historia, la actuación de Serrano Suñer durante la II Guerra Mundial sigue estando velada por numerosas sombras.
Nadie en la historia reciente de España ha tenido tanto interés, ha dedicado tanto tiempo, en cuidar su imagen en la Historia de España como don Ramón, con la salvedad quizás de José María de Areilza. Este interés que, sin lugar a dudas, demuestra la inteligencia privilegiada que tuvo a lo largo de su siglo de vida ha dificultado a los historiadores poder acercarse a la verdad de su papel en la Historia de España durante la Guerra Civil y la II Guerra Mundial. De aquí que sea muy difícil separar en su vida el mito de la realidad.
Serrano fue, hasta el mismo día de su muerte, el historiador de su propia vida, el hacedor de <su> mito y el único dueño de la verdad, de <su> verdad. Aquí reside el interés y la fascinación que siempre ejerció entre todos los que le conocieron, entre todos lo que estudiamos su papel en la Historia.
ESTADO DE LA CUESTIÓN
Sin lugar a dudas Serrano Suñer, en sus relaciones con Hitler y Mussolini, tiene mucho que decir sobre si mismo y su papel en la historia. No sólo como protagonista, también por su clara y decidida voluntad de historiar esta parte crucial de la Historia Contemporánea de España en la que desempeño un papel muy destacado. Sus artículos, entrevistas, libros, etc. van mucho más lejos que unas simples memorias. En todo ellos se ve –con el problema que esto genera- una clara voluntad de hacer la Historia de sí mismo.
Esto ocurre, especialmente, sobre el tema que vamos a tratar. Es necesario destacar sobre todas sus aportaciones su libro Entre Hendaya y Gibraltar. Escrito en 1947, cuando don Ramón había caído en el ostracismo, es, sin lugar a dudas, su testimonio más autentico sobre aquellos tiempos fundamentales en que España estuvo en el ojo del huracán. En los setenta aparece en Planeta Memorias, un libro donde Serrano da un giro a su propia historia.
Libro al que se une el trabajo de Heleno Saña, de 1982, El Franquismo sin mitos, conversaciones con Serrano Suñer.
Junto a estos libros debemos destacar los dos libros dictados a Ignacio Merino, Serrano Suñer, historia de una conducta y Serrano Suñer, conciencia y poder, y un tercero que en estas fechas prepara para la editorial Esfera de los Libros.
Resulta interesante ver la trascripción de su intervención en el curso de verano de El Escorial titulada Política de España: Amistad y resistencia con Alemania durante la II Guerra Mundial en España en la II Guerra Mundial1 Aquí podríamos añadir los diversos títulos publicados por un defensor acérrimo de Serrano Suñer, el oscuro y muy interesante Ramón Garriga
Junto a estos trabajos, nacidos directa o indirectamente, del propio Serrano Suñer, hemos seleccionado alguno de los publicados que nos parecen básicos para poder comprender el tema que nos ocupa, la relaciones de Serrano Suñer como ministro de Asuntos Exteriores español de Franco con el III Reich, con Hitler, y con el dictador
Sobre la base de que la siguiente selección es subjetiva, fruto del criterio del autor de estas líneas, el primer título sería el relativamente reciente libro Entre la Antorcha y la Esvástica, Franco en la encrucijada de la Segunda Guerra Mundial de Emilio Sáenz- Francés.
De los testimonios dejados por los protagonistas españoles resulta imprescindible leer la obra de José María Doussinague, director del Política Exterior durante la II Guerra Mundial, España tenía razón. Igualmente, aunque tratan colateralmente el objeto de nuestro estudio, las memorias de los embajadores británico y norteamericano en Madrid durante la guerra; Sir Samuel Hoare Embajador en Misión Especial y el historiador y embajador norteamericano Carlton Hayes Misión de Guerra en España.
Los trabajos más señeros de la historiografía conservadora española se los debemos a Ricardo de la Cierva y a Luis Suárez. En el otro lado de la historiografía están los trabajos de Javier Tusell, entre los que destacamos Franco, España y la Segunda Guerra Mundial, entre el Eje y la neutralidad. Un libro al que debemos sumar el aparecido en 1994 de Rafael García Pérez Franquismo y III Reich.
Entre los autores extranjeros debemos destacar el libro del militar norteamericano y veterano de la II Guerra Mundial Raymond Proctor Agonía de un neutral y los trabajos del alemán Klaus-Jörg Ruhl, Franco, Falange y III Reich.
La figura de Serrano Suñer ha generado mucha tinta y, sin lugar a dudas, su figura como protagonista destacado de la Historia de España seguirá siendo objeto de estudio y controversia.
GERMANÓFILO
En España, entre 1939 y 1943, era muy fácil, casi obligatorio, sentir admiración por la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Aunque, por motivos muy distintos, ambas naciones eran el foco de atención de la mayor parte de los españoles.
La deuda de gratitud de la España nacional con estas potencias fascistas era innegable. Esta realidad se unía el hecho incuestionable de ser ambas el más puro ejemplo de modernidad, éxito en la gestión política, poder y muestras fehacientes de unas economías en crecimiento imparable dentro de la Europa de su tiempo.
Hitler había apoyado de forma decidida, con hombres y armamento modernísimo, a los nacionales durante la guerra. El Ejército de Tierra alemán era desde 1870, e incluso después de la derrota de la I Guerra Mundial, la mejor máquina militar del mundo, una realidad que no dejaba de ser importante tanto para el cuerpo de oficiales profesionales del Ejército español como para numerosos sectores de la población española, muy militarizada como consecuencia de tres años de guerra civil.
En el plano ideológico, el milagro alemán despertaba admiración y se veía como un modelo a seguir por muchos españoles y no sólo entre los falangistas: Hitler había llegado al poder en 1933 y había convertido a una nación derrotada, depauperada por la Gran Depresión de 1929, azotada por la revueltas comunistas y aplastada por las potencias vencedoras en la Gran Guerra, en una nación viva y poderosa, llamada a liderar un orden nuevo internacional y a servir de ejemplo a toda Europa.
Además la Alemania nazi coincidía en sus enemistades, aunque por motivos muy distintos, con la España nacional. Ambas estaban enfrentadas con Gran Bretaña, Francia y la URSS.
Para España, lo único que podían tener de admirable Gran Bretaña y Francia era su sistema político democrático, pero no olvidemos que en el periodo de entreguerras la democracia se veía como un sistema caduco e imperfecto, siendo los sistemas de gobierno autoritario, cuando no abiertamente fascistas, la forma moderna de gobernarse las naciones.
En España había un número grande de germanófilos y, entre estos, un sector importante de pronazis. No todos coincidían en el motivo que les llevaba a admirar al III Reich, pero sí en su confianza ciega en el futuro imparable que parecía tener la Alemania hitleriana.
Serrano era germanófilo y admirador del III Reich, una enfermedad que se le fue pasando a medida que trato con los altos dignatarios de ministerio de Exteriores berlinés.
La Italia fascista era una potencia de mucho menor peso en Europa a comienzos de la II Guerra Mundial que la Alemania nazi. Sus éxitos no eran comparables con los obtenidos por Hitler entre 1933 y 1939, pero durante la Guerra Civil española su intervención había sido fundamental, aunque con zonas de sombra como la derrota de Guadalajara. El fascismo tenía una mayor sintonía con los españoles por su forma de ver el mundo. Un fascismo de corte mediterráneo del talante de Mussolini encajaba mejor con los españoles que el organizado y frío nacional socialismo hitleriano.
SERRANO SUÑER EN LA EUROPA DE LOS DICTADORES.
En los años cruciales en los que Serrano Suñer trató directamente con Hitler y Mussolini los problemas más acuciantes de España, del Régimen de Franco, eran tres; dos de índole interior y uno de política exterior.
En materia de política interior el principal problema de Franco era conservar el poder frente a las conspiraciones que, constantemente, surgían entre los vencedores y que, en la mayoría de los casos, afectaban de forma directa a su permanencia en el poder. Estas conspiraciones se cifraban en dos grandes apartados:
la entrada de España en la Guerra Mundial
la sustitución de Franco por un gobierno nacional nuevo, pro alemán o pro aliado según la marcha de la guerra, de carácter fundamentalmente monárquico
El segundo gran problema interior de Franco era cómo lograr reavivar la economía española de la inmediata posguerra y alejar el fantasma del hambre de las calles españolas. Ambos problemas tenían indudables conexiones con la política exterior de España.
El otro gran problema de España, de política exterior, era la decisión que debía tomar el propio Franco sobre entrar o no en la guerra a favor del Eje, para luego centrarse en lograr mantener a España fuera de la guerra.
La neutralidad era una opción complicada para España. Hitler presionaba con fuerza al Gobierno Español recordándole lo mucho que le debía; sin la Legión Cóndor y el material de guerra alemán seguramente los nacionales habrían perdido la guerra. Alemania necesitaba la entrada de España en guerra, fundamentalmente por la necesidad de quitar el control del Estrecho, de Gibraltar, a Gran Bretaña, lo que anularía una de las grades rutas marítimas de comunicación del Imperio Británico, convirtiendo el Mediterráneo verdaderamente en un mare nostrum del Eje.
La posibilidad de recuperar Gibraltar y extender el dominio español por Marruecos y el norte de África –como soñaban Areilza y Castiella en su libro Reivindicaciones de España5-, incluso soñar con la anexión de Portugal, hacía que militares como Yagüe, Asensio, Varela, Kindelán y Muñoz Grandes o Vigón viesen como una oportunidad única la entrada en la guerra. El sueño de una nueva España imperial llamaba, con sus cantos de sirena, a mucho españoles por el camino de la guerra.
El principal obstáculo para la entrada de España en la guerra era el propio Franco, junto a un grupo muy reducido de generales y políticos. España se había adherido el 7 de abril de 1939 al Pacto Antikomintern, el 8 había abandonado la Sociedad de Naciones – al igual que Alemania, Italia y Japón- y el 2 de julio el diario Arriba había publicado un artículo de José María de Areilza reclamando la devolución de Gibraltar. Pero ni las veladas promesas alemanas, ni la entrevista de Franco con Mussolini en Bordighera, ni las amenazas de Hitler de invadir España, habían de servir para que Franco arrastrase a España a la guerra. Un cosa era hacer gesto a favor del Eje, mostrar simpatía, y otra muy distinta declarar la guerra a los Aliados.
En todas estas cuestiones Serrano Suñer tuvo un papel destacado por su cargo de ministros de Asuntos Exteriores y la proximidad que en aquellos momentos tenía con el Generalísimo.
Hitler es, sin lugar a dudas, la figura principal e indiscutible de la cuestión. Pero, con la cantidad de información que cada día vamos teniendo, se puede afirmar que figuras como Ribbentrop, Canaris, el embajador Von Store, junto a otros miembros del régimen nazi de segunda fila como Gardeman, tuvieron un papel tan destacado como el propio Hitler en los sucesos que nos ocupan.
Por parte española, sin lugar dudas, el protagonismo lo tuvo siempre Franco, aunque apoyado en dos de sus ministros de Exteriores Serrano Suñer y Jordana.
Serrano Suñer sólo mantuvo con Hitler cinco entrevistas. Reuniones fundamentales, pero las que, sin lugar a dudas, a Serrano no le permitieron llegar a conocer a Hitler en profundidad. Sobre el Führer y el Duce nos ha dejado, en su libro Entre Hendaya y Gibraltar, publicado en 1947, el siguiente testimonio: “Creo que en Hitler había mucho de ese sentimentalismo de pequeño burgués que forma extraño contraste con su dureza y su seguridad mesiánicas de iluminado, de héroe entregado a un destino irremediable”,
La única vez que había visto Serrano a Hitler había sido en Nuremberg en 1937 de forma fugaz,
“Si había en su figura y en sus movimientos algo de vulgar, algo era en él singular el contraste lo comprobé luego cada vez más claramente- sobre todo su mirada poderosa. Una veces como emanación fanática, otras como luz burlona, casi diabólica. Esto y su indiscutible fuerza mental, su maestría dialéctica y su impresión de seguridad eran, evidentemente, revelaciones de una personalidad relevante, distinta de las otras… ejercía sobre los suyos una especie de magnetismo que sólo los hombres excepcionales llegan a poseer”.
Serrano trató a Musssolini con más proximidad humana,
“En Mussolini había mucho paternal y era ante todo el padre de su patria. Amaba profundamente a Italia, aunque siempre situándose encima, como un protector. Porque la amaba así podía llegar a despreciarla alguna vez y muchas a recriminarla amargamente.
Hitler parecía sentirse fundido al mismo destino de Alemania, a su mismo ser. Pertenecía más a su pueblo, pero lo tutelaba menos paternalmente. Era el enviado de su propio pueblo más que su hacedor.
Mucho de padre, más aún de artista como corresponde al genio de su raza, mucho de hombre que se esculpe a sí mismo pero que siempre permanece humano, tal que pareció Mussolini. Un héroe, un mesías, un destino, que acepta su destino, fanático servidor de él por encima del bien y del mal, aunque con cierto fundamento de sensibilidad burguesa, sentimental, eso me pareció Hitler. Ya es hora de decir que, desgraciados y vencidos, y aun acaso catastróficos (Mussolini no lo era por naturaleza), ambos han sido grandes hombres y hombres que han creído y querido grandes cosas y que han amado y aspirado a servir la grandeza de su pueblo. El mundo que hoy odia celosamente las personalidades fuertes y que celosamente elige a los mediocres – porque esa es ley y la fatiga- un día, sin duda alguna, volverá a admirarlos”.
PREÁMBULO GIBRALTAREÑO.
Sobre si mismo nos dice Serrano Suñer en su libro <Entre España y Gibraltar
“Con mi traslado del Ministerio de Gobernación al de Asuntos Exteriores abandonaba yo posición política firme me alejaba de un grupo de colaboradores seguros, inteligentes y fieles, para entrar en un mundo convencional e inseguro”
Ante la peticiones y demandas alemanas para que España entrase en guerra, cuestión fundamental de su ministerio, reflexiona Serrano que “No había a mi juicio más que una: practicar una inequívoca política de amistad… La sensación de una política amistosa no la podíamos dar más que practicando noble y cordialmente una verdadera amistad… Nuestra amistad era garantía de tranquilidad desde los Pirineos al Estrecho… lo difícil en los años de la dominación alemana era evitar la guerra y lo fácil participar en ella. Y la verdad es que se consiguió lo difícil”.
“España con sus relaciones amistosas con el Eje durante la guerra, con sus escasos medios, y sin romper sus relaciones con los aliados, poco, poquísimo, podía dañar los intereses de estos”.
Según Serrano, el momento en que España debió entrar en guerra, por su sólo interés, fue durante la retirada aliada en Dunkerque, teniendo que haber invadido el Marruecos francés, impidiendo la resistencia colonial francesa y luego el desembarco norteamericano, lo que habría ayudado eficazmente a Rommel a tomar el Canal de Suéz. La movilización de las tropas españolas habría sido fácil por la proximidad al final de la Guerra Civil
“… el Gobierno español no pensó ni por un instante en aprovechar aquel momento. Ni entonces ni luego, jamás, tuvo decisión ni voluntad concreta y actual de guerra. Sólo palabras, planes siempre diferidos, vagas e indeterminadas, condicionadas por factores imposibles y situadas en la infinitud del tiempo”.
Antes de la llegada de Serrano a Exteriores, de su visita a Hitler en septiembre de 1940, lo ojos de Alemania ya estaban fijos en Gibraltar y Franco había maniobrado para evitar esta complicación.
El 6 de julio de 1940 Canaris propuso al general Franz Halder un ataque sobre Gibraltar. Poco después Manuel Aznar publicaba tres artículos titulados <Gibraltar, honor y deber de los españoles>. Nueve de cada diez españoles estaban decididos a marchar sobre Gibraltar en este momento. Este fue el mejor momento que tuvo Hitler para hacer entrar a España en la guerra.
El 14 junio 1940 los españoles habían tomado Tánger y el 16 el general Juan Vigón, jefe del Estado Mayor Central, viajaba al castillo de Acoz en Bélgica, con una carta de Franco fechada el 3 de junio, tres días después de Dunkerque. Era recibido por Hitler después de la caída de París y antes de las negociaciones alemanas con Francia.
El 19 de junio de 1940 España parecía estar dispuesta a entrar en guerra a cambio de Orán y Marruecos, más una cantidad importantísima de armamento y alimentos, previa una preparación de la opinión pública española.
Un tiempo antes el oscuro Canaris había señalado a Franco la diferencia de la suerte corrida por Suecia y Noruega. Noruega había sido tomada en horas por decir NO, mientras que Suecia a cambio de unas concesiones mínimas se había librado de la invasión alemana.
El 27 Franco destituyó, según algunos autores, a Yagüe por avituallar aviones alemanes en territorio español, lo que le impidió autorizar el avituallamiento de submarinos alemanes en las costas gallegas. En esos mismos días firma Franco un acuerdo tripartido con Lisboa y Londres y cesa al general López Pinto por autorizar un desfile alemán por las calles de San Sebastián. Franco hace de forma impenetrable su juego.
Franco hace caso a Canaris. Da poco, pide mucho, promete todo. Proctor, profesor de la Universidad de Idazo, dice; <Tan grandes eran las exigencias de Franco que resultaban difícil, sino imposibles, satisfacerlas>.
PRIMERA ENTREVISTA SERRANO – HITLER:
Desde mayo de 1940 las ingerencias del ministro de Gobernación Serrano en temas de política exterior eran cada vez más que evidentes.
El 13 de septiembre de 194013 emprendía Serrano Suñer viaje a Berlín, cuando todavía no era ministro de Asuntos Exteriores. Recuerda Serrano:
“A fin de no encontrarme desamparado frente al aparato oficial alemán, fui acompañado de un séquito numeroso, verdaderamente excesivo, prácticamente ocioso, ya que, fuera de algunos técnicos, los demás tuvieron una misión meramente decorativa. Salvo dos o tres, todos eran jerarquías falangistas que se mostraron en aquella ocasión absolutamente identifica- dos con mi designio político”
(en el séquito figuraban entre otros el general Sagardía, jefe de la Policía Armada; el teniente coronel Hierro, jefe de la sección madrileña de la policía motorizada, y el coronel Tomás García Figueras, secretario general del Alto Comisario de España en Marruecos, Don Antonio Tobar, el Barón de Dostorres, Rafael Sánchez Mazas, Agustín de Foxá, Ridruejo)
Serrano salió para Berlín siendo un admirador de Alemania y del III Reich, al tiempo que un servidor leal de la España de Franco.
La primera impresión de Serrano al entrevistarse con Ribbentrop, ministro de Exteriores del Reich, fue que éste era poco simpático, no era distinguido ni elegante, que carecía de cualidades humanas y de verdadera inteligencia. Era hermético, duro y frío, por lo que resultaba difícil establecer comunicación con él. Serrano ya intuía la falta de comunicación que iba a existir siempre entre ambos. Por el contrario que Serrano Hitler pensaba que Ribbentrop era la cabeza mejor organizada de su gobierno. Serrano señala que nunca se lo pareció.
En esta entrevista de Serrano con Ribbentrop la pregunta clave fue cuándo iba España a entrar en la guerra. Recuerda Serrano: “No nos podíamos hacer ilusiones, pero teníamos que parapetarnos en el punto de vista de nuestras reivindicaciones intransigentemente. Esta sería también- cuando fue informado de todo aquello- la opinión y la actitud de Franco”. Las peticiones de armamento, alimentos, combustible, materias primas y una enorme expansión territorial a costa de Francia en el Norte de África, fue el escudo invisible de la diplomacia española para evitar entrar en la guerra.
En la recepción que siguió a la primera conferencia de Ribbentrop con Serrano, durante la fiesta, este le dijo a Serrano “que quería hablarme del disgusto que causa al Führer la actitud un tanto equívoca de nuestra política exterior”. Afirmando con prepotencia Ribbentrop que esto podía llevar a Führer a ocupar la Península como medida de seguridad, dada la fundamental posición geográfica y estratégica de España. Al igual que Hitler el ministro de Exteriores alemán manifestó la preocupación que despertaba un Portugal amigo de Inglaterra.
Estas escasamente veladas amenazas de Ribbentrop no gustaron nada a Serrano. Evidentemente, el ministro alemán no sabía nada del carácter de los españoles.
Así, cuando Serrano se dirigió a la primera entrevista con Hitler, el ministro español era consciente de ser representante de un país, pequeño, orgulloso, dolorido y gastado, y que era minusvalorado por sus <amigos> alemanes.
En la primera entrevista del ministro español con Hitler ya señala Serrano la incapacidad del traductor alemán para trasladar al Führer lo que decían los españoles; al parecer traducía verdaderos disparates. Esta primera entrevista versó sobre alta estrategia, de forma genérica, casi una charla de café. Serrano habló de la cuestión religiosa y del ferviente catolicismo de los españoles, lo que no les supeditaba a los dictados de Roma salvo en cuestiones de fe y de moral. También se refirió a la actitud áspera del nazismo en relación con la Iglesia católica, lo que le ganó el titulo de jesuítico a los ojos de Hitler. Serrano, templando los ánimos, le recordó a Hitler la amistad española durante la I Guerra Mundial, lo que sabía le era muy grato al Führer.
Hitler no habló de la entrada de España en la guerra, pero sí de su vinculación ineludible a la nueva Europa, al tiempo que Serrano ponía de manifiesto la precaria situación de España para entrar en guerra; “Hablamos si de que España tendría que ocupar el lugar que le correspondía pero con la más absoluta indeterminación en cuanto al tiempo, propósitos y proyectos. Una cosa era para mi evidente y es que Hitler no se le podía dar una negativa categórica porque ella le hubiera determinado a violar la neutralidad española”16. Para cerrar la conversación se acordó una entrevista entre Franco y Hitler en la frontera de Hendaya.
Dos años después, sobre esta entrevista dijo el Führer refiriéndose a Serrano: “Ya en mi primera entrevista con él experimente un sentimiento de repulsión, y eso que nuestro embajador, con total ignorancia de los hechos, me lo presentó como el más ardiente germanófilo de España”.
Al día siguiente en una nueva reunión de Serrano con Ribbentro éste habló de un gran imperio alemán en África subsahariana. Ribbentrop pidió junto a unas bases alemanas en Agadir y Mogador, una base en las Canarias. Serrano recuerda que salió como pudo. Sosteniendo la inviabilidad de la propuesta alemana sobre Canarias ya que sería vista por los españoles como un nuevo Gibraltar.
Ante de salir de Berlín mantuvo una segunda entrevista con el Führer. En la misma no se trataron nuevos temas, y fue más cordial que la primera
Las relaciones entre Hitler y Ribbentrop, con el futuro ministro de Exteriores español empezaron con mal pie, aunque en teoría todo estaba preparado para que llegasen a grandes acuerdos. La clave del fracaso nos la da, seguramente, Hans Lazar:
“Desde el punto de vista de las percepciones personales transcurrió esta entrevista de una forma tan desafortunada como los posteriores encuentros en Berchtesgraden y Fuschl. El ministro español de Exteriores tenía sus propios puntos de vista, sus propias valoraciones y también su propia información. Eso era lo que menos les interesaban en el III Reich. No era para eso para lo que convocaban a la gente en Berlín o en cualquier otro lugar. Tenían que venir a escuchar, no a hablar”.
El desagrado que, desde un principio, sintió Serrano respecto a los dirigentes nazis fue similar al que él despertó en Hitler y sus colaboradores. En Italia, donde se Serrana sentía como en casa, manifestó al Duce sus reticencias sobre su recientísima visita a Berlín. Recuerda Ciano19
“Hay un punto en el acta –de la conversación entre el Duce y Serrano, escribe Ciano- que he tenido que eliminar en la copia que he dado a los alemanes: las coloristas invectivas de Serrano contra Alemania, por la absoluta falta de tacto al tratar a España. No le falta razón. Los alemanes no son un modelo de cortesía y Ribbentrop lo es menos que cualquiera, aunque esta vez tenga algo a su favor: desde hace muchos años los españoles piden mucho y no dan nada. Pero había otros modos de ponerlo de relieve”.
Está claro que las simpatías de Serrano por el III Reich se le pasaron viajando. Serrano regresó a Madrid, vía Roma, acompañando de Ciano que estaba en Berlín firmando la ampliación del pacto tripartito. Las relaciones con Mussolini eran mucho más humanas, a pesar de la reserva de los italianos sobre la participación de España en la guerra porque podía afectar el equilibrio mediterráneo.
El falangismo desteñido de Serrano compaginaba, se sentía más a gusto, más cómodo con los educados y corteses camisas negras italiano que entre estirados camisas pardas.
Hitler, Borman y Ribbentrop echaban la culpa de la no intervención de Franco en la guerra al <jesuitón de su cuñado>, cuando la realidad es que Serrano era una ficha destacada, pero una ficha al fin y al cabo, en la gran partida de ajedrez que jugaba Franco durante la Segunda Guerra Mundial.
A las dos semanas de regresar de Berlín, y de Roma, el 18 de octubre, era nombrado ministro de Asuntos Exteriores. El propio Serrano señala en el prologo de Gibraltar decidió la guerra de David Jato que los juegos de Hoare-Beigbeder hicieron posible su acceso al ministerio de Exteriores. Serrano era un germanófilo sincero, aunque poco a poco fue perdiendo su simpatía por el III Reich, aunque sin que esto atemperase su confianza en la victoria final de Alemania.
Por la transcripción Julio MERINO
Nota: Con gran dolor, por su interés y su bibliografía intensa, he suprimido las notas a pie de página que introducía el Catedrático en el texto de su Conferencia.
Autor
-
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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