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En La Acción Humana, Mises ofrecía una descripción de lo que denominaba «El Principio del Individualismo Metodológico»: «Primero debemos percatarnos de que todas las acciones son realizadas por individuos. . . Si escudriñamos el significado de las distintas acciones desarrolladas por los individuos debemos aprender necesaria- mente todo acerca de las acciones de los todos colectivos. Pero un colectivo social no posee existencia y realidad alguna fuera de las acciones de los miembros individuales.» Mises sostenía que los todos colectivos—tales como «la familia» o «la sociedad»—no eran nada más que la suma de los miembros individuales que los constituían. Tales todos eran abstracciones útiles para indicar la interacción de los individuos en un con- texto específico. La «familia» indica un conjunto de interacciones, el «club de canasta» otro.

 
Al reducir el funcionamiento del grupo a su elemento más básico—los actos de los individuos—Mises no negaba la importancia de los todos colectivos. Todo lo contrario. Mises explicaba que «el individualismo metodológico, lejos de disputar la significación de tales todos colectivos, la considera como una de sus tareas principales para describir y analizar su surgimiento y su desaparición, sus cambiantes estructuras, y su operación. Y el mismo escoge el único método adecuado para resolver satisfactoriamente este problema.»
 
Para decirlo de otro modo, el individualismo metodológico era una poderosa herramienta analítica que podía ser utilizada para descubrir los principios en base a los cuales un grupo de personas interactuaba. Era el mejor método con el cual comprender a la sociedad.
 
Con el surgimiento del marxismo, aquellos que favorecían el individualismo metodológico fueron a menudo acusados de «atomismo» o de reduccionismo. Los marxistas fueron muy lejos en cuanto a afirmar que era el individuo, y no la sociedad, quien constituía una verdadera abstracción. En su forma extrema, estos holistas sociales negaban incluso que el individuo existiese sin la sociedad. Como Mises lo observara, «la noción de un individuo, dicen los críticos, es una abstracción vacía. El verdadero hombre es necesariamente siempre un miembro de un todo social.»
 
Karl Marx sostenía este punto usando una clase de ejemplo de Robinson Crusoe. Marx afirmaba que un individuo que crecía aislado en una isla desierta no sería un ser humano. El nudo de su argumento era que los seres humanos son organismos sociales—construcciones sociales, si lo prefiere—quienes no pueden ser removidos del contexto que los define y continuar siendo seres humanos. El Robinson Crusoe adulto era claramente un ser humano, pero su humanidad resultaba de una historia de socialización previa. El lenguaje, el pensamiento, el arte todo lo que hizo humano a Crusoe había resultado de su vida en comunidad. Invirtiendo la lógica misesiana, Marx sostenía que el todo colectivo llamado «sociedad» creaba a sus miembros individuales, quienes podían ser entendidos tan solo examinando las reglas de esa sociedad. Marx dio un paso adicional e intentó extender los principios y la metodología de las ciencias duras tales como la previsibilidad y el control a la sociedad.
 
Los liberales clásicos contrarrestaron diciendo que una persona que ha sido criada en el aislamiento completo aún sería un ser humano. Por ejemplo, tendría una escala de preferencias y actuaría para alcanzar a la más alta de ellas primero. Es cierto que, sin la interacción social, las principales potencialidades dentro de la humanidad de la persona nunca se desarrollarían o serían expresadas. Por ejemplo, no habría razón para desarrollar las habilidades del lenguaje y ninguna posibilidad de convertirse en padre. Si el individuo aislado fuese rescatado y colocado dentro de la sociedad, sin embargo, sus potencialidades no expresadas podrían emerger perfectamente. Pero cualesquiera fuesen las características desarrolladas, las mismas emergerían de su propio potencial inherente como un ser humano y serían el resultado de las interacciones individuales que experimentó. Las características no emergerían debido a que un todo colectivo llamado «sociedad» las definió en existencia.
 
Los liberales clásicos no combatieron la afirmación de que los grupos poseían una dinámica acumulativa que era diferente a la dinámica del hombre aislado. Después de todo, solamente en sociedad surgieron los intercambios intelectuales y eco- nómicos. Pero creían que las diferencias podrían ser explicadas desdoblando la dinámica del grupo en las intrincadas interacciones de los individuos que lo constituían. Por ejemplo, todo lo atinente a una conversación podía ser desdoblado en las declaraciones, el lenguaje corporal, y las acciones de los individuos implicados. Nada sobre la conversación requería principios de explicación adicionales.
 
Este enfoque metodológico funcionaba para analizar incluso a todos colectivos extremadamente complejos tales como «el Estado.» Todo lo que el Estado hizo o era, podía ser reducido a las acciones individuales. Como Mises lo explicaba, «el verdugo, no el Estado, ejecuta a un criminal. Es el significado de aquellos interesados lo que discierne en la acción del verdugo a una acción del Estado.» Los individuos que observan al verdugo ven el Estado en acción solamente porque una abstracción conocida como «el Estado» proporciona un contexto para su acción. Igualmente, la gente nunca ve u oye verdaderamente a una conversación del grupo. Todos lo que ven u oyen son individuos hablando, y etiquetan a la suma de su intercambio como una «conversación del grupo».
 
El individualismo metodológico tuvo implicancias profundas para la teoría de la ingeniería social. Si los todos colectivos eran un «proceso mental» dentro de los individuos antes que entidades concretas con existencia independiente, entonces no tenía sentido alguno sostener que existían reglas y las características únicas que se aplicaban a los colectivos y no a los individuos. El individualismo metodológico removió a los todos colectivos de un reino objetivo gobernado por los principios científicos y los regresó al reino subjetivo del juicio y de las preferencias humanas. En vez de ser capa- ces de diseñar instituciones sociales, tales como los bancos, para funcionar junto a los principios científicos, los ingenieros sociales fueron reducidos a individuos reguladores. Fueron involucrados en la planificación de cómo los seres humanos expresarían sus preferencias en el futuro—un conocimiento que los propios individuos raramente poseían.
 
Y, sin embargo, un interrogante subsiste. Sin planificación, ¿cómo puede mejorar la sociedad? Parte de la respuesta será encontrada en el segundo concepto que ronda la obra de Hayek y de Mises.

Autor

REDACCIÓN