El 23 de Julio hay que abrir brecha. Por Pablo Gasco de la Rocha

La vida nos sitúa muchas veces en una encrucijada. Vivimos un momento crucial, un tiempo escombros, puede, incluso, que determinante. Porfiar en estas circunstancias no es lo más oportuno. Ahora lo importante es apoyar una opción de rectificación, siquiera sea para abrir brecha y poder llegar, cuanto antes, a batir la plaza. En esas estemos. Dejemos a los impertinentes que nunca están contentos con los contactos inevitables que los apremios de la lucha imponen y sobreactúan sobre lo manido.

    Este sistema fue creado mediante el engaño de lo que tuvo que ser una “reforma perfectible”, que es lo que se dijo que se haría. Engaño protagonizado por los saboteadores de dentro, religados a lo peor del viejo juego de los partidos, que pusieron por delante sus propios intereses, al unísono con quienes agazapados en el interior del régimen tenían relación con el marxismo. Y como la cosa fue peor de lo imaginado, trajeron y contaron con la colaboración de los viejos criminales de la Cruzada: Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri con su cuadrilla de palmeros, Rafael Alberti, entre otros… Se explica perfectamente la terrible ola de violencia que impuso la llamada Transición, cuya estela sigue persiguiéndonos: el protagonismo de ETA en la vida nacional durante 35 años, la muerte de una generación de jóvenes como consecuencia de la llamada Movida y la deconstrucción del Orden moral, social y económico que no ha parado, en el contexto de una corrupción generalizada que ha afectado a todas las instituciones del Estado… ¿Qué país civilizado destierra a un rey que ha ejercido a mayor beneficio de este sistema corrupto y corruptor, funciones de Jefe de Estado?

    Las próximas Elecciones Generales marcan un momento importante en el desarrollo del sistema que padecemos desde 1978. La posibilidad real de que el “bien posible” tome cuerpo en la vida nacional. Posibilidad que ha venido siendo un espejismo. Bien posible, que es mucho más que evitar el “mal mayor”, que ha sido hasta ahora, la trinchera en la que se han parapetado muchos, sin mayor análisis crítico ni sentido moral. Más aún, engañándose a sí mismos. Que es el mayor y el más patético de los engaños.

    VOX, pese a todas las críticas de algunos, es la opción que se nos ha presentado lejos de los consabidos cantos de sirena. Una opción real y bien estructurada, que ha conseguido abrir una grieta en este sistema totalitario y despiadado, omnipresente en todos los ámbitos sociales, al que es muy difícil abrir una brecha. Un sistema que sobrevive, porque se asienta en un tipo de libertad que ofrece una nueva concepción de personas independientes y soberanas que pueden crear y perseguir por sí mismos su propia versión de la vida.

    Una construcción política-social opuesta a la sabiduría que nos ha legado la historia en cuanto conjunto de normas y costumbres como un modo de específico de existir y de ser, que se han probado verdaderas y firmes por la experiencia y la razón práctica. Un constructo que se opone a la misma Verdad que proviene de la Revelación, de la que depende el futuro del hombre y de la sociedad: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu mente y con toda tu fuerza… Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Que es el primero y el mayor de los mandamientos, ya que contiene en si todos los mandamientos del Decálogo y los lleva a su plenitud. Cuya no observancia es la prueba evidente de todos los males que padecemos.

    Una revolución que trastoca el orden natural, asentada en la razón y la ciencia como las nuevas fuentes de la verdad, ofreciendo una concepción radical de la naturaleza humana que reclama la liberación del individuo de la sociedad tradicional: religión, valores e ideas, familia y cultura. De esta forma, desarraiga al ser humano del tiempo y del lugar.

    Y además de todo esto, impone un modelo económico, cuestión clave de la cuestión social desde el punto de vista del bien de los pueblos, el Capitalismo, cuya máxima no puede ser más reveladora: “máximo beneficio al menor coste posible”, que contrapone capital y trabajo como dos fuerzas anónimas, dos factores de producción unidos en la misma perspectiva economicista. Desencadenando una inestabilidad social y un sufrimiento que sólo ha podido ser controlada por el Estado. Todo ello, sustentado en la falacia de liberar al individuo de la opresión.

    Hay que evitar el fracaso, cuya consecuencia ha sido que hayamos vivido un tiempo tumultuoso que ha impedido dar respuestas adecuadas a los problemas nacionales, y que la sociedad española se haya acostumbrado no sólo a las promesas incumplidas de los gobiernos que se han venido sucediendo, sino a algo mucho más grave, a las falsedades más burdas, no otras que a identificar cultura con militancia política.

    La sociedad española está asumiendo las consecuencias negativas de un sinfín de decisiones tomadas por parte de sus gobiernos. Es evidente que sufrimos una crisis institucional de envergadura. Las opiniones encontradas en cuestiones nacionales de interés general sobrecogen, y nos sitúan en una situación de deriva. Somos una nación frágil, un país que se agrieta. Se han socavada las instituciones, fundamentalmente con la eliminación del equilibrio de poderes, con jueces que difícilmente pueden pensar que son independientes y leyes que se consensuan con minorías criminales que reclaman contraprestaciones para romper España. Hemos llegado a una situación, en la que es absolutamente necesario que los ciudadanos asuman el control de sus intereses. Responsabilidad que también pasa por plantearnos la política globalista que impone la Unión Europea, que han venido asumiendo los diferentes gobiernos tanto del PSOE como del PP sin mayor crítica.

    Nos enfrentamos a una situación de deriva. Somos una nación frágil, y el derrumbe definitivo puede llegar sin darnos cuenta. Esto debería medir el pulso de la situación.

    La política española exige orden y seriedad. El nuevo Gobierno debería contar con un plan estratégico adecuado, saber lo que van a hacer con los recursos que se tienen para detectar los fallos en los mecanismos de decisión que se han venido tomando y hacer que los ciudadanos trabajen en la misma dirección. En este sentido, el nuevo Gobierno debería activar el marco institucional adecuado para canalizar las respuestas oportunas a los problemas. Constatar que el proceso de construcción autonómica ha entrado en crisis, y que estamos en un callejón sin salida. Incidir sobre áreas concretas en el ámbito de actuación. Apreciar que la escasez de trabajo es más importante que otras magnitudes económicas. Y rectificar las consecuencias negativas de la incorporación a la UE, que han sido años de mucha disrupción, incapaz de afrontar soluciones eficaces en temas tan importantes como la inmigración o la política fiscal

    Hemos llegado a una situación, en la que es absolutamente necesario que los ciudadanos asuman el control de sus intereses. Votar VOX es empezar…

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Pablo Gasco de la Rocha

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