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La rapidez de la comunicación es más que un serio contratiempo para el gobierno cubano: es un permanente y reconocido quebradero de cabeza.
No hace falta ser un lince para comprobar que Cuba no atraviesa por su época más florida. Sesenta años después el pueblo pone en duda todo, desde las intenciones iniciales de la Revolución hasta la legitimidad de los actuales gobernantes. Las generaciones jóvenes ven que su futuro es una ruina si no cambian las políticas cubanas hacia la apertura y la modernización. Quieren progresar y quieren hacerlo en su terruño, sin tener que emigrar o ‘escapar’ en balsa. Y lo mejor de todo es que tienen derecho a ello y la obligación de luchar por eso mismo. Hoy, la generación joven tiene más información y está más abierta al mundo. Internet y las redes sociales han tenido mucho que ver en la situación actual.
Si no fue fácil la implantación de internet y de las redes sociales, que precisaron un largo periodo hasta llegar donde otros países llegaron hace muchos años, esas han influido en la ciudadanía y en la situación política. Las nuevas generaciones están edificando el despertar cubano. Si las redes sociales suponen un contratiempo para todo gobierno, por la fuerza que aporta a la ciudadanía, la facilidad de la comunicación y la rapidez de la misma, para el gobierno cubano es más que un serio contratiempo: es un permanente y reconocido quebradero de cabeza.
Mientras en Cuba las autoridades se han visto obligadas a cortar el servicio de internet a la población, dejando ciega la necesidad de comunicación, en el mundo democrático ya tenemos a los mal llamados verificadores para hacer de ejecutores fraudulentos y, por cierto, no sabemos lo que verifican, pero sí se puede comprobar que con las empresas verificadoras se persigue una forma de control burdo, interesado y despreciable. Al ser algo arbitrario, lo que para unos es información, para otros es deformación de la realidad. Lo hemos comprobado durante la pandemia; ha habido noticias, ‘fake’ y bulos en abundancia, pero esas empresas verificadoras no siempre han estado a la altura, ni siquiera los gobiernos.
Sorprende que a estas alturas de la película, el gobierno cubano siga refugiándose en el victimismo, como lo ha hecho siempre. Ese se fraguó desde el inicio de la Revolución. Los dirigentes comunistas nunca son culpables de nada, los culpables son los demás, de ahí que el “imperialismo de los EE.UU.” y los bloqueos/embargos hayan sido siempre la diana de sus ataques, pero también el reflejo de sus eternos fracasos. Venezuela sigue ese camino y desde hace tiempo sus dirigentes ya son el hazmerreír del mundo, excepto para sus dos tres amigos de peña ideológica.
Las contradicciones de Cuba han sido una mala lección que ha tenido permanentes emborronamientos, Se ha negado a las aperturas; ha negado la existencia de cientos de presos políticos; no reconoce la represión existente desde hace años… Querer adivinar el futuro político de Cuba es arriesgado, pero lo cierto es que el pueblo ha despertado de un largo letargo. Y ese despertar no sólo se debe a internet. Los jóvenes y no tan jóvenes han dejado de reconocer legitimidad al régimen comunista, al igual que han perdido el miedo y el respeto a los actuales líderes impuestos por la saga de los Castro.
Hay gobiernos, como el social-comunista español, que después de llamar fascista y dictador a todo el mundo, son incapaces de definir al régimen cubano como dictador, comunista y asesino. Así de fácil y sencillo. El hecho de que los miembros del Ejecutivo español no hablen con claridad, demuestra en qué manos estamos, el tipo de gaznápiros que nos gobiernan y la cobardía de verse reflejados ante sus propias contradicciones.
Sin embargo, esos mismos ministros, no han dudado en afirmar que el régimen franquista sí era dictatorial. Comunistas y socialistas nunca han tenido pelos en la lengua para ello, como no han dudado en recurrir a Franco ante problemas que ellos mismos han creado. Si alguien tiene que agradecer algo a Franco esos son los comunistas y sus primos socialistas. Para ellos Franco es su estandarte y a él recurren en cada campaña electoral, como recurrían al dóberman o al ridículo mantra de “¡Que viene la derecha!”.
Unidas Podemos no ha dudado en considerar a Cuba como una democracia. Hasta la novata ministra, Isabel Rodríguez, se ha esforzado para evitar decir que en Cuba hay una dictadura; al menos reconoce que no es una democracia: «Tengo la responsabilidad de no comprometer a nuestro país». Hasta José Borrell –Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea– alienta al castrismo y torpemente culpa a Donald Trump de la pobreza extrema de los cubanos, a la vez que defiende a las fuerzas de la dictadura. Más ridículo, imposible.
Pues con su pan se lo coman tanto la novata ministra como Borrell. Lo importante es que Cuba ya ha despertado y lo ha hecho con fuerza y convencimiento.
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