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Todo es todo. Las últimas champions. O las últimas ligas. ¿Y los números? Tranqui, majo, te los ofrezco. El portugués ganó una Liga, una Copa y una Supercopa en 178 partidos con el Madrid. El francés lleva once títulos (incluyendo dos Ligas y tres Copas de Europa) en 209 partidos y es el segundo técnico más triunfante en la historia del club. ¿Entonces? Te aclaro. José Mourinho hizo algo impagable, perenne deuda: recuperar el orgullo al mejor equipo de la historia. Ancelotti y, sobre todo, el francés (también grande), testaferros de una herencia. De nobilísimo orgullo vikingo.
Eterno Mourinho.
El insidioso guardiolismo, junto al atroz zapaterismo, arrasaba. Incluso meninges merengues. De vez en cuando, cositas raras durante el corrupto y corruptor Villarato o el turbio Platinato. O los tejemanejes de Unicef en lontananza. Los inolvidables porqués del luso. Sus porqués. Las razones para devolver lo perdido: la dignidad futbolística madridista cada vez más arrastrada. Y en caída libre. Los porqués de Mourinho. Exponiéndolos con claridad y contundencia. Y siempre de forma libre, libérrima. Porque este portugués, al que los merengues debemos casi todo lo bueno de los postreros años, es el paradigma perfecto de hombre libre, definitivamente libre, algo que siempre ha provocado, provoca y provocará mucho recelo, envidia y miedo al resto de la sociedad. Gente con huella. Única. Rara avis.
Mourinho, único e irrepetible
Mourinho, implacable terror del antimadrilismo, posee innegociables principios, rectos e íntegros, puntos de vista que defiende a machamartillo, decididos por él, solo por él, liberado de subordinaciones, glebas o deudas, extremo defensor de su propia singularidad – saltándose el puto arresto domiciliario, por ejemplo- valedor a ultranza de la misma, que ve en ella, en el desarrollo y grandeza individual, el mejor medio para el progreso de todo lo demás. Una escuadra futbolera, por ejemplo. Si yo soy único, los míos serán mejores. O le amas o le odias. Arbeloa versus Casillas (por supuesto que Diego López es superior al sobrevaloradísimo Iker), ¿recuerdan? Y ese marchamo, timbre de gloria, fue impregnando a toda la plantilla. Y por eso, su legado es su carácter. De hombres libres. Y superiores.
Mourinho, descomunal
Mourinho, en su descomunal talento, fotografía como si fuera un espejo la insignificancia y mezquindad del resto, y eso deviene insufrible para los gallitos que celan su mediocridad galleando, buscando patéticas excusas, aferrándose a un mohín o una salida de tono para, acelerados, utilizar burdamente el brochazo gordo, henchidos e hinchados de patético resentimiento y pequeñez, más allá de la verdad y la contumacia de los hechos. Además de hombre enormemente libre, Mourinho hombre justo y, sobre todo, veraz.
Sintetizando. El dato más incuestionable, más allá de los estimables resultados en sus tres temporadas en la Villa y Corte, es el hecho de que nos tuvo que recordar de nuevo que somos el mejor equipo de la historia. Y del mundo. Y debemos continuar siéndolo. En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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