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Este marino consiguió en el siglo XVIII, con sólo seis navíos, en Cartagena de Indias, resistir el ataque de la segunda flota más grande de la historia (195 buques).  Blas de Lezo, héroe español, que humilló a la armada inglesa: valiente, honorable, buen estratega… cuyo nombre aún resuena en Gran Bretaña.

Esta historia, digna de conocerse, es una de las muchas en las que se ha demostrado la capacidad estratégica de la marina española, pero también se suma a las docenas de hazañas perdidas en el olvido.

Cojo, manco, y tuerto

Blas de Lezo nació en Pasajes, Guipúzcoa, el 3 de febrero de 1687; todavía desconocemos con exactitud el lugar y el año en que vino al mundo. «Las fuentes son confusas y señalan otro lugar posible de nacimiento y otra fecha dos años posterior, pero en lo que no hay duda es que es un marinero vasco que se convirtió en uno de los más grandes estrategas de la Armada española en toda su historia», según Jesús-María Ruiz Vidondo, doctor en historia militar y profesor de un instituto de educación secundaria.

Su carrera militar empezó en 1704, siendo todavía adolescente. En aquellos años, en España había una guerra entre los Austrias y Borbones por conseguir la corona tras la muerte del rey Carlos II, al no dejar descendencia. «Blas de Lezo había estudiado en Francia cuando era aliada de España en la Guerra de Sucesión. Tenía 17 años al enrolarse de guardiamarina al servicio de la escuadra francesa mandada por el conde de Toulouse», apunta el historiador.

Ese mismo año se quedaría cojo. «La pierna la perdió en la batalla de Vélez-Málaga, la más importante de la Guerra de Sucesión, en la que se enfrentaron las escuadras anglo-holandesa y la franco-española». «Fue una dura batalla en la que una bala de cañón se llevó la pierna izquierda de Blas de Lezo, pero él continuó en su puesto de combate. Después se le tuvo que amputar la extremidad, sin anestesia, por debajo de la rodilla. Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió un lamento durante la operación», afirma Vidondo.

El combate finalizó sin un vencedor claro y el marino español destacaba ya por su heroicidad. «Blas de Lezo fue elogiado por el gran almirante francés por su intrepidez y serenidad y por su comportamiento se le ascendió a alférez de navío», explica el experto en historia militar.

El ojo lo perdió dos años más tarde, en la misma guerra, en la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, mientras luchaba contra las tropas del príncipe Eugenio de Saboya. «En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le alojó en su ojo izquierdo, que explotó en el acto. Perdió así para siempre la vista del mismo, pero quiso continuar en el servicio y no abandonarlo». Sin duda la suerte no estaba de su lado, pero Lezo siguió adelante.

Cuando tenía 26 años, el destino volvió a ser esquivo con este marino. «La Guerra de Sucesión había prácticamente finalizado en julio de 1713 con la firma de la paz con Gran Bretaña, pero Cataluña seguía en armas por los partidarios de la casa de Austria. El marino participó en varios combates y bombardeos a la plaza de Barcelona. En uno de ellos, el 11 de septiembre de 1714, se acercó demasiado a las defensas enemigas y recibió un balazo de mosquete en el antebrazo derecho que le rompió varios tendones y le dejó manco para toda su vida», narra el experto. Tras quedarse cojo, tuerto y sin mano, el bravo marino pasó a ser conocido como el «Almirante Patapalo» o el «Mediohombre». Su leyenda acababa de comenzar.

Sus primeras hazañas

Ya finalizada la Guerra de Sucesión, Lezo continuó destacando por su servicio a España. Una de sus misiones más sobresalientes fue la realizada en 1720 a bordo del galeón «Lanfranco». «Se le integró en una escuadra hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdazi con el cometido de acabar con los corsarios y piratas de los llamados Mares del Sur (Perú)», resume el historiador: «Sus primeras operaciones fueron contra el corsario inglés John Clipperton. Éste logró evitarles y huir hacia Asia, donde fue capturado y ejecutado», resume el doctor en historia militar. Por esta y otras hazañas, el rey ascendió al «Almirante Patapalo» a teniente general en 1734, aunque su misión más difícil daría comienzo al ser destinado a Cartagena de Indias (Colombia) como comandante general.

El mayor reto del marino

El mayor desafío de Blas de Lezo sucedió en Colombia, donde tuvo que defender Cartagena de Indias, entonces centro del comercio americano, donde confluían las riquezas de las colonias españolas. Los británicos, ansiosos de conquistar el territorio, aprovecharon una afrenta a su imperio para intentar tomar la ciudad. El pretexto fue el asalto a un buque británico. «En este contexto se produjo en 1738 la comparecencia de Robert Jenkins ante la Cámara de los Comunes, un contrabandista británico cuyo barco, el Rebecca, había sido apresado en abril de 1731 por un guardacostas español, que le confiscó su carga. La oposición parlamentaria y posteriormente la opinión pública sancionaron los incidentes como una ofensa al honor nacional». La excusa perfecta había llegado y se declaró la guerra a España.

Iniciaron los preparativos y los ingleses no escatimaron gastos. «Para vengar la oreja de Jenkins, Inglaterra armó una formidable flota, jamás vista en la historia (a excepción de la utilizada en el desembarco de Normandía), al mando del Almirante inglés Edward Vernon. La armada estaba formada por 195 navíos, 3.000 cañones y unos 25.000 ingleses apoyados por 4.000 milicianos más de los EEUU, mandados éstos por Lawrence, hermanastro del Presidente Washington», puntualiza el historiador militar.

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Por su parte, Blas de Lezo no disponía de suficientes soldados ni barcos para defender la ciudad. «Las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres, 600 indios flecheros, más la marinería y tropa de infantería de marina de los seis navíos de guerra de los que disponía la ciudad: el Galicia (que era la nave Capitana), el San Felipe, el San Carlos, el África, el Dragón y el Conquistador. La proporción entre los españoles y los ingleses era de 1 español por cada 10 ingleses», explica Vidondo.

Lo que tenía a su favor el «Almirante Patapalo» era un terreno que podía ser aprovechado por un gran estratega como él. Y es que la entrada por mar a Cartagena de Indias sólo podía llevarse a cabo mediante dos estrechos accesos, conocidos como «bocachica» y «bocagrande». El primero, defendido por dos fuertes (el de San Luis y el de San José) y el segundo por cuatro y un castillo (el de San Sebastián, el de Santa Cruz, el del Manzanillo, el de Santiago -el más alejado- y el castillo de San Felipe).

Lezo preparó la defensa de su territorio, situó varios de sus buques en ambas entradas a las bahías y dio órdenes de que, en el caso de que se vieran superados, fueran hundidos para que no pudieran apresarlos y que sus restos impidieran la entrada de los navíos ingleses hasta Cartagena de Indias. La guerra había comenzado y el «Mediohombre» se hallaba preparado para la defensa.

Comienza la batalla

«El 13 de marzo de 1741 apareció la mayor flota de guerra que jamás surcara los mares hasta el desembarco de Normandía. Para el día 15 toda la armada enemiga se había desplegado en plan de cerco. Al comienzo se notó la superioridad británica y fáciles acciones les permitieron adueñarse de los alrededores de la ciudad fortificada», apunta Vidondo. «La batalla comenzó en el mar. Tras comprobar que no podían acceder a la bahía, los ingleses comenzaron un bombardeo incesante contra los fuertes del puerto. Blas de Lezo apoyaba a los defensores con la artillería de sus navíos, que había colocado lo suficientemente cerca. Usaba bolas encadenadas, entre otras artimañas, para inutilizar los barcos ingleses», narra el historiador.

Tras acabar con varias baterías de cañones, Vernon se dispuso a desembarcar algunos de sus hombres, que lograron tomar posiciones en tierra. «Luego, el inglés se dispuso a cañonear la fortaleza de San Luis de Bocachica día y noche durante dieciséis días, el promedio de fuego era de 62 grandes disparos por cada hora», dice el experto en historia militar. El bombardeo fue masivo y los españoles tuvieron que abandonar en los días sucesivos los fuertes de San José y Santa Cruz.

El ímpetu del ataque obligó al español a tomar una dura decisión: «Lezo incendió sus buques para obstruir el canal navegable de Bocachica, aunque el Galicia no prendió fuego a tiempo. Sin embargo, logró retrasar el avance inglés de forma considerable. Blas de Lezo decidió dar la orden de replegarse ante la superioridad ofensiva y la cantidad de bajas españolas», afirma Vidondo.

En Bocagrande se siguió la misma táctica y se hundieron los dos únicos navíos que quedaban (el Dragón y el Conquistador) para dificultar la entrada del enemigo. «El sacrificio resultó en vano, pues los ingleses remolcaron el casco de uno de ellos antes de que se hundiera para restablecer el paso y desembarcaron». Las posiciones habían sido perdidas y los españoles todavía se defendían en el fuerte de San Sebastián y Manzanillo. Además, como último baluarte, se encontraba el castillo de San Felipe.

Vernon se cree vencedor

Los ingleses habían conseguido acabar con varias fortalezas y asentarse en las bahías de Cartagena de Indias tras pasar los obstáculos puestos por los españoles. Sin duda, sentían la victoria cercana. «Vernon entró entonces triunfante en la bahía con su buque Almirante con las banderas desplegadas dando la batalla por ganada», insiste el historiador.

El almirante inglés ordenó entonces que una corbeta zarpara rumbo a Inglaterra con un mensaje en el que anunciaba su gran victoria sobre los españoles. La noticia fue recibida con grandes festejos entre la población y, en ese entusiasmo, mandaron acuñar una moneda conmemorativa para recordar la gran victoria. En ella inscribieron esta leyenda: «El orgullo español humillado por Vernon», además de un grabado de Blas de Lezo arrodillado frente al inglés.

Llega la victoria del «Mediohombre»

Vernon estaba decidido, la hora de su victoria había llegado. Por ello, quiso darle el remate final tomando el símbolo de la resistencia española: el castillo de San Felipe, donde resistían únicamente seis centenares de soldados, según cuenta el historiador. Sin embargo, el asalto desde el frente era un suicidio, por lo que el inglés decidió dar la vuelta a la fortaleza y asaltar por la espalda a los españoles. «Para ello atravesaron la selva, lo que provocó la muerte por enfermedad de cientos de soldados, pero al fin llegaron y Vernon ordenó el ataque».

Según la narración del doctor en historia, el primer asalto inglés se hizo contra una entrada de la fortaleza, que se saldó con la muerte de unos 1.500 soldados a manos de los 600 españoles que consiguieron resistir y defender su posición a pesar de su inferioridad numérica. Tras este ataque inicial, Vernon se desesperó ante la posibilidad de perder una batalla que parecía ganada de antemano. El oficial británico ordenó entonces una nueva embestida, aunque esta vez planeó que sus soldados usarían escalas para atacar directamente las murallas.

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En la noche del 19 de abril los ingleses se organizaron en tres grupos para atacar San Felipe. «En frente de la formación iban los esclavos jamaicanos armados con un machete». Pero los asaltantes se llevaron una gran sorpresa: las escalas no eran lo suficientemente largas para alcanzar la parte superior de las murallas. «El ‘Almirante Patapalo’ había ordenado cavar un foso cerca de los muros para aumentar su altura y evitar el asalto». Los españoles aprovecharon esa situación para acabar con cientos de ingleses. La batalla acababa de dar un giro inesperado debido al ingenio de un solo hombre, o más bien, de «Mediohombre».

El día siguiente, según afirma el historiador, los españoles salieron de la fortaleza dispuestos a aprovechar el duro golpe psicológico que habían sufrido los ingleses. En primera línea corría Lezo, cargando al frente de la formación mientras sujetaba el arma con su único brazo, y tras una cruenta lucha, los menos de 600 defensores lograron que el enemigo se retirara y volviera a sus navíos. Ahora, y de forma definitiva, la victoria pertenecía a los soldados españoles y, por encima de todo, al «Almirante Patapalo».

Después de esa batalla, se sucedieron una serie de intentos por parte de los ingleses de conquistar la plaza fuerte, pero fueron rechazados. «Vernon se retiró a sus barcos y ordenó un bombardeo masivo sobre la ciudad durante casi un mes, pero no sirvió de nada».

Finalmente, el almirante inglés abandonó las aguas de Cartagena de Indias con, según los datos oficiales, unos 5.000 ingleses muertos. Es difícil creer que la cifra sea tan baja, ya que el oficial tuvo que hundir varios navíos en su huida, debido a que no tenía suficiente tripulación para manejarlos y no quería que cayesen en manos españolas. «Cada barco parecía un hospital», afirma el historiador.

Vernon sentía tanto odio hacia el «Mediohombre» que, mientras se alejaba con su flota de vuelta a Inglaterra, gritó a los vientos: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga, Lezo!). Podía maldecir todo lo que quisiera, pero había sido derrotado.

La mentira del inglés

Además, según determina Vidondo, a Vernon todavía le quedaba un último mal trago: informar en Inglaterra que había perdido la batalla. Al llegar a tierra, parece que no tuvo valor para dar a conocer la noticia públicamente, por lo que fue pasando el tiempo hasta que, finalmente, sus compatriotas descubrieron el engaño. Cuando salió a la luz, la vergüenza fue tan arrolladora para el país que se tomaron medidas más drásticas para acallar la gran derrota: «El rey Jorge II prohibió todo tipo de publicación sobre la batalla», concluye Vidondo.

Algunas puntualizaciones del historiador Ruiz Vidondo:

 

¿Cuáles fueron las últimas palabras de Vernon hacia Lezo tras la batalla?

Vernon optó por una retirada, enviando una carta a Blas de Lezo: «Hemos decidido retirarnos para volver pronto a esta plaza después de reforzarnos en Jamaica». Lezo le contestó: «Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir».

¿Qué fue de Vernon una vez acabada la contienda?

Fue relevado y expulsado de la Marina en 1746, aunque la arrogancia y el orgullo inglés hizo que le enterraran en la Abadía de Westminster, panteón de los héroes, y en su tumba pusieron: «Sometió a Charges, y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la victoria»; lo que era la forma más humillante de ocultar tan vergonzosa derrota.

¿Por qué cree que Blas de Lezo ha caído en el olvido en España?

La historia militar llena las estanterías de las librerías, pero muchas veces se trata de libros con asuntos de fuera de España. Últimamente se han publicado muchos libros sobre Blas de Lezo, pero se lee poco en España y solamente se interesa una limitada cantidad de personas. En los institutos la historia de España se da solamente en 2º de Bachillerato y pensando en la selectividad. Si hoy en día se hiciese una película sobre este personaje pasaría a ser tremendamente conocido. La historia de estos héroes que ha tenido España vende mucho menos que otro tipo de programas o artículos.

¿Por qué cree que, mientras que los ingleses estudian por ejemplo a Nelson, en España no se cursa a Blas de Lezo?

Como he señalado anteriormente, se han publicado últimamente algunos libros y artículos sobre este personaje, pero la historia de España no vende ni en los medios de comunicación, ni en la enseñanza en general. Los ingleses están orgullosos de su historia, y a los españoles, que tenemos una historia mucho más rica que la británica, no nos interesa nuestro pasado, solamente lo utilizamos para tergiversarlo o utilizarlo políticamente.

No todos, estimado profesor, ABC y la televisión pública, recientemente, se han hecho eco de las mentiras de la Leyenda Negra y, de seguir así, será ésta la que pase a ser olvidada: España y Portugal están en deuda con sus ciudadanos. Sirva esta modesta aportación, que en realidad es de ustedes, para reseñar la grandeza de la Armada y de sus marinos; la grandeza de España.

Autor

REDACCIÓN