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LAS DEMOCRACIAS ASPIRAN A LA LIBERTAD, PERO TODAS ACABAN POR LA INCULTURA POLÍTICA Y LA CORRUPCIÓN

Para poder hablar con realidad de Estados de Gobierno y de libertad política, democracia o tiranía, o demagogia, está claro que no hay más remedio que tomarse como telón de fondo el pensamiento de Aristóteles y Platón y además de la mano del gran Averroes, el “Traductor” del filósofo griego por excelencia.

Porque el cordobés Averroes dedica gran parte de su obra a estudiar al hombre individual, a las formas de Gobierno, al comportamiento de las Monarquías y al lugar de la mujer en la sociedad…y para no enrollarnos mucho en filosofías sabias hay que resumir su opinión: “No puede haber Democracia, ni pueden votar los que no sean sabios” (y ser sabio para él al menos era leer antes de votar (1.ver al final del texto) y saber lo que se votaba).

Pero vayamos al grano:

Las tres clases de hombres

«La política es -dice el filósofo cordobés- una ciencia especulativa cuya misión consiste en procurar las mejores soluciones para el gobierno de los hombres y para promover un orden social que se adapte con la máxima fidelidad al orden universal necesario. La ciencia política, como rama de la filosofía práctica que pretende conseguir la felicidad del hombre, consiste en el arte supremo de gobernar los Estados: es la disposición gobernadora sobre todas las disposiciones del Estado, quiero decir las artes que están bajo este arte, porque ordena a sus artes subordinadas lo que deben hacer». Para Averroes los hombres se clasifican en tres grupos claramente identificables: los materiales, los esforzados y los sabios. Los primeros pretenden conseguir el placer; los segundos el honor, y los terceros, la ciencia … Y están orientados por la templanza, la fortaleza o la sabiduría. En cuanto a los «tipos» o formas que puede adoptar el Estado el filósofo cordobés señala ocho (dos más que Platón), que son: la monarquía, la aristocracia, la oligarquía, la democracia, la demagogia, la tiranía, el «Estado de necesidad» y el «Gobierno de los buscadores de placeres»… Respecto a la democracia dice que es «el tipo de Estado que aspira a la libertad», si bien puede caer en la demagogia, cuando no se somete a la orientación de los sabios, convirtiéndose entonces la libertad en libertinaje, o en tiranía. Averroes no se calla la lengua.

El arte político

Para Ibn Rusd el arte político y el ejercicio en acto de la virtud de la prudencia son una misma cosa: la sola diferencia entre la prudencia como sabiduría y la prudencia como política, estriba en que la primera afecta sólo al orden intelectual y la segunda significa además, el paso al orden de la acción por el consentimiento que produce en los hombres que tienen el hábito intelectual dispuesto hacia la verdad. La política no es un arte práctico fundamentado en la necesidad, sino una ciencia especulativa, cuya misión es alcanzar las ideas más convenientes para el gobierno de los hombres y más apropiadas para promover la sociedad humana que mejor se adecúe con el orden universal necesario. La diferencia entre el puro sabio (el intelectual) y el que ejerce la función educativa de la sociedad (el político), estriba tan sólo en que el primero tiene su intención puesta sobre la virtud en sí y el segundo obra en el orden intelectual dirigiendo su intención a la realización práctica de aquella; por esto, la prudencia como puro saber precede a la prudencia política en la pura concepción intelectual. La política es el corazón de las artes prácticas, la sabiduría, el cerebro que dirige toda la vida, el saber y la felicidad de la humanidad. Ibn Rusd, corrigiendo a Aristóteles, sabiéndolo o sin querer, considera a la sociedad como un organismo adecuado a la coexistencia humana, que se comporta como el mejor instrumento para la perfección individual en el orden universal.

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La sociedad ideal

Identificada la sociedad ideal con la Umma islámica -escriben Cruz Hernández y Averroes – Ibn Rusd puede describirla, no sólo con toda libertad, sino dejando caer de vez en cuando sus gotas críticas sobre la situación de su tiempo. Se trata, en primer lugar, de una sociedad justa: Decimos, pues, que en esta sociedad la equidad, así como la prudencia que es obra de la justicia, son simplemente lo que antes referimos respecto al gobierno de dicha sociedad. Porque, como ya afirmamos, conviene que cada hombre concreto se dedique en esta comunidad a una sola de las actividades sociales, a saber: el quehacer para el que se halle (mejor) dotado de la naturaleza. (Esta es) la equidad que confiere a la sociedad el poder conservarse y mantenerse, mientras perduren sus principios (…) Esto acontecerá cuando los gobernantes y los súbditos estén de acuerdo por (propia) convicción (en mantener) las normas establecidas, (…) Así, esta sociedad poseerá (una estructura interna justa), porque en ella la equidad consistirá (ante todo) en que cada uno de sus ciudadanos haga tan sólo aquello para lo cual está dotado. En esto consiste la justicia política». A la justicia fundamental siguen la fortaleza y la templanza. La primera conduce al estudio de tres problemas. La formación física, el valor personal y la guerra. En el estudio de las tres sigue en general la línea platónica, aunque se le plantea el tema de si deben alcanzar por igual al varón y a la mujer.»

Los Reyes y la corrupción

Pero, Averroes además de estudiar y comentar el pensamiento aristotélico mira a su alrededor y describe la situación política que vive Al-Andalus bajo almohades y almorávides: «Muchas veces vemos a los reyes corromperse y transformarse en tales hombres tiránicos. Un ejemplo en este tiempo nuestro es el de la dinastía conocida por los almorávides. Al principio imitaban al gobierno basado en las normas, como bajo el reinado del primero de ellos, Yusufb. Tasufin; pero luego cambiaron durante el reinado de su hijo, transformándose en una timocracia en la que dominaba la pasión por la riqueza. Más adelante, cambió bajo su nieto, convirtiéndose en hedonismo, con todos los males anejos al culto del placer; y pereció a su debido tiempo. La razón fue que el nuevo sistema de los almohades que se le opuso en aquel tiempo se asemejaba al gobierno basado en las normas. Podéis conocer claramente esto por el poder demagógico existente en nuestro tiempo, que a menudo se convierte en tiranía. Un ejemplo de ello es el gobierno que existía en este nuestro país, es decir, en Córdoba, después del 500/1106. Al principio era casi completamente demagógico, pero esta situación se transformó en tiranía después del 540/1145-6. Podéis ver esto claramente, después de los años cuarenta, 540/1145-6 en las costumbres y comporta-miento de los gobernantes y dignatarios, ya que debido al hundimiento del gobierno timocrático en el que se habían apoyado, llegaron a adquirir esas viles ideas que hoy poseen. Entre ellos sólo mantienen una situación excelente, desde el punto de vista ético-social, los que actúan de acuerdo con los preceptos de la Ley religiosa, y esto es raro entre ellos.

El papel de las mujeres

Entre filosofías y filosofías Averroes escribe acerca del papel social de la mujer en la sociedad islámica de su tiempo y dice: «Sin embargo en estas sociedades nuestras se desconocen las habilidades de las mujeres, porque en ellas sólo se utilizan para la procreación, estando por tanto destinadas al servicio de sus maridos y relegadas al cuidado de la procreación, educación y crianza. Pero esto inutiliza sus otras posibles actividades. Como en dichas comunidades las mujeres no se preparan para ninguna de las virtudes humanas, sucede que muchas veces se asemejan a las plantas en estas sociedades, representando una carga para los hombres, lo cual es una de las razones de la pobreza de dichas comunidades, en las que llegan a duplicar en número a los hombres, mientras que, al mismo tiempo y en tanto carecen de formación, no contribuyen a ninguna otra de las actividades necesarias, excepto en muy pocas, como son el hilar y el tejer, las cuales realizan la mayoría de las veces cuando necesitan fondos para subsistir. Todo esto es evidente per se». Y hoy terminamos con los versos que le dedicó Dante en su «Comedia»: «Allí derecho sobre el verde esmalte/ me fueron mostrados los grandes espíritus,/ cuya sola vista a mí mismo me exaltaba:/ Euclides el geómetra y Tolomeo,/ Hipócrates, Avicena y Galeno,/ Averroes que fue el gran comentarista/. Mas como el animal se hace pensante/ aún no lo puedes ver, que este es un punto/ que al más sabio que tu le hace errar,/ ya que, según su doctrina, está separado/ del alma el intelecto posible,/ porque según él no encuentra órgano apropiado.»

  1. Nota: Don Pio Baroja respondió, ante una pregunta que le hizo Unamuno en una de sus tertulias, de la manera que ya he recogido más de una vez en mis libros y en mis artículos periodísticos. Porque la clasificación que hace de los posibles votantes españoles es de antología. No me extraña que se compren y se vendan votos con tanta facilidad como lo hace Romanones o ya empiezan a hacerlo también los Partidos Políticos. Aquí todo el mundo quiere ganar en las urnas (porque es el único modo que se puede tener un sueldo sin trabajar). Así que pasen y lean:
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La verdad es que es en España hay siete clases de españoles… sí, como los siete pecados capitales. A saber:

  1. Los que no saben;
  2. Los que no quieren saber;
  3. Los que odian saber;
  4. Los que sufren por no saber;
  5. Los que aparentan que saben;
  6. Los que triunfan sin saber y
  7. Los que viven gracias a que los demás no saben.

Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a veces hasta “intelectuales”.

Por la transcripción

Julio Merino

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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