Desprestigiados los Eméritos, él por lo suyo y ella por no haber sabido retirarse de la escena cuando a él lo “largan” al destierro. Perplejos, cuando no indignados los españoles con Felipe VI, que con la que está “cayendo” no hace absolutamente nada. El prestigio de la Corona española está puesto en la joven Leonor Borbón Ortiz, a la que se blinda de forma férrea, con contratos de confidencialidad a toda persona con la que se relaciona (amigas, compañeros o camareros), más allá de toda lógica en una Monarquía que quiere ser moderna, democrática y transparente, pero que no quiere que la Niña pierda el aura de “ser excepcional” con la que se nos ha presentado, que igual da consejos a la nación y al mundo, que enarbola el más heroico y sublime patriotismo, que luce cualquier prenda con el porte y el garbo que sólo ella tiene.
Ahora bien, sopésese con atención y prudencia esta “carga” sobre la Niña, no sea que de aquí a no mucho se le pueda aplicar la Ley de Rendimientos Decrecientes, y que ella misma termine “hartándose” de soportar el peso de un “negocio” que puede que no le interese demasiado, habida cuenta que puede vivir toda su vida a cuerpo de reina sin responsabilidades. Lo que de ningún modo quiere decir que renuncie a ser Reina por un día.
La Monarquía, bóveda del edificio de un régimen que nació del engaño que oculto la verdad y promovió la necesidad de la ruptura con la legalidad vigente, es una institución que se cae a pedazos. Un juguete roto. Un fiasco. El negocio de una familia.
Seamos serios, ¿ qué reputación tiene la Corona más allá del pasteleo de los medios de comunicación? ¿Qué logros pueden aportar quienes la han representado, más allá de haber ido a remolque de lo que han decidido hacer los gobiernos que se han venido sucediendo? Más grave, ¿acaso la Corona, que habla con permiso y firma por obligación, no es el “escenario” perfecto para que el señor Sánchez se emplee con infinitas ganas en el destrozo de España?
Que la contestación a la Monarquía sea la reivindicación que la gentuza de cloaca hace de la Segunda República, dice mucho de este país nuestro, en el que todo está en crisis.
O terminamos con esta forma de Estado que en nada nos beneficia, o ella terminará con España.
Felipe, márchate.
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Bien dicho. Nada en contra de la niña pero para ser monarca hay que valer y entender lo que realmente es la monarquía y cuál es su sentido histórico y cósmico. Los borbones no están a la altura y la elección de la fictizia es la puntilla. No obstante, España es y debe ser y seguir siendo un reino. Una república es una comunidad de propietarios de una finca urbana, mientras que la categoría metafísica de un reino no es igualable. La solución es declarar España un reino sedevacante donde la regencia recaiga sobre un senado reconstituido a tal efecto. Un día, en un futuro profético, contaremos -Deo volente- con una sociedad regenerada que, como el olmo viejo al que le vuelve a salir un brote, cuente con una nobleza sociobiológicamente superior y capaz por tanto de engendrar un linaje a la altura de España. Ofrecer el trono a una pitita del ¡Hola! no es lo mismo que resucitar, a partir de la materia viva existente, el ADN de la sangre real, merovingia, pleyadiana o lo que sea.
Bien, pocos inconvenientes pueden ponerse a esta exposición-disertación.En cualquier caso, no sería la primera vez que en España hay una Monarquía sin rey, y no sucedió en un tiempo tan lejano.
La activa se puede volver por pasiva y así añado yo que la única razón que me pueden dar habitualmente en defensa de la Monarquía son que Sánchez el malvado y secuaces, socios o acreedores varios no la quieren.
Una Regencia y que venga después Luis Alfonso???
Pero qué prisas, aún no hay Regencia y ya queréis poner rey. Éste vendría en un futuro que no tendría por qué ser inmediato.