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(A mis camaradas de la Hermandad de la Vieja Guardia)

              – Aquí, de pie, / pensando en ti, pensando nuevamente…”. Te pregunto, José Antonio. ¿Qué ven tus ojos antes de que se cierren para siempre?

        Y tú respondes… Veo una multitud airada, y muchas cuestiones pendientes.

Fue uno de los más notables políticos españoles de todos los tiempos. Su obra, desprejuiciada y rotunda, desvela una sensibilidad difícil de superar porque abarca lo espiritual y lo social como un todo único e indivisible. Y sus buenos modos y maneras anticiparon lo que iba a ser su propuesta, mesurada y precisa, racional y escueta, respetuosa y limpia, útil y eficaz. Ahí tenemos el discurso que dictó el 29 de octubre de 1933 en el Teatro de La Comedia de Madrid, que no ha pasado de moda.

Víctima de un mundo en llamas, su propuesta, aunque bien recibida, encontró resistencia en el individualismo ancestral, primario y cainita de la condición humana, y de una sociedad, la española, determinada igualmente por un contexto europeo, convulsa y precipitada de ansiedades. Un vacío al que quiso enfrentarse eludiendo todo posicionamiento sectario para alumbrar, con efecto genuino en la tradición, una vía propia, sobria y elegante.

Observador agudísimo, cortés en formas y maneras, dotado de una enorme inteligencia, pensador oceánico y poeta, fue un político original al que nunca le gustó solemnizar, cuya mayor aspiración de triunfo fue su profesión y oficio de abogado. Hablamos de un hombre cuya propuesta de regeneración mantuvo un intenso equilibro entre el clasicismo y la novedad; propuesta que nunca antes se había escuchado de aquella forma tan personal, original y sobresaliente. Tres notas condensan, desde mi punto de vista, el carácter y la esencia del hombre que ha llegado a ser uno de los pensadores de referencia de las vanguardias: que no fue un crítico sentencioso, que estuvo abierto a todas las vicisitudes que le salieron al paso, y que cuestionó los tópicos con exacto sentido conceptual y fino análisis. Cuyo cuerpo doctrinal, confeccionado a través de su trayectoria política, parte del todo, la Patria como “unidad de destino”, viendo las relaciones profundas que se establecen y que recorren su vida, que él activa con un lenguaje de múltiples y variables estímulos, cuya capacidad responde a la necesidad de que esa realidad histórica pueda comunicarse con el futuro, porque de lo contrario es un brindis al sol. Propuesta a la que sumó el factor estético.  

José Antonio fue el político español más importante de su generación, y uno de los importantes de la Europa de entreguerras. Nacido en Madrid, en 1903, imprimió a la cuestión social condición de prioridad nacional urgente, y todo su mundo estuvo destilado de una exacta medida en lo que fueron sus actos, mayormente reducidos al mundo de la política a la que paradójicamente nunca quiso pertenecer, pero a la que sirvió con grandeza de espíritu y generosidad de ánimo, que es desde donde surge su propuesta. Una propuesta que salvando el contexto no ha dejado de ser actual, primeramente porque nos exige estar fuera de los “festines”. Rigor inquebrantable que encontramos en su obra política, donde es posible apreciar la geometría que se oculta bajo el lenguaje de la forma.

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Honesto, profundo y dotado de una indudable elegancia, en la prisión provincial de Alicante nos retrata la desolación del hombre contemporáneo tras verse obligado a prescindir, como el mismo había denunciado, de “parte de lo que hay que sentir”. Y su derrota en ese vacío al que quiso entregarse, acentuada por la tragedia de una España en llamas, trasluce su propio drama no tanto el más personal como no haber podido evitar el desastre de una patria enfrentada; ahora bien, siempre manteniendo las hechuras.

José Antonio nunca se ha ido de la escena española ni de nuestra memoria porque  aún es preciso rescatar todos los confinamientos, todas las penas y todas las voces, que es por lo que sigue estando ¡PRESENTE! Con nosotros que le seguimos, con nosotros que seguimos oyendo su magisterio y aprendiendo, con nosotros que no le hemos abandonado ni lo haremos nunca porque es una querencia sentida.

Volvamos entonces al verso, y digamos con el poeta falangista Demetrio Castro Villacañas (Huete, 1919 – Galapagar,  2014): Aquí, de pie, / pensando en ti, pensando nuevamente…”.

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Pablo Gasco de la Rocha
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