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Hace 11 años escribí  este artículo que hoy reproduzco y  al releerlo pienso que las cosas están, incluso, peor que en el 2009. Lo que quiere decir que «esto» ya no tiene solución… y que sólo podrá salvarse España refundiéndola. Otra vez como cuando Ortega lo dijo «¡Españoles! Vuestro Estado no existe… ¡Reconstruidlo!» Lo malo es que ya, y por el camino que nos lleva este «Gobierno de Progreso» socialista-comunista no va a poder ser por las buenas… ¿o no se dan cuenta que la nueva Ley de la Memoria Democrática conduce inevitablemente a otra Guerra Civil?… SÍ, dicho así parece una locura o una tontería, pero veremos a ver qué pasa cuando la Derecha cobarde de hoy se vea acorralada, como en 1936. Un día se lo oí decir a Don Torcuato (Fernández Miranda, por supuesto): «La Derecha española, los españoles que no gritan, son como los gatos, que si ven una salida escapan sin hacer frente al agresor, pero como se vean acorralados, sin salida, son capaces de sacarte los ojos antes de un suspiro»

        Por tanto, y de momento, yo me conformaría con «el sargento de hierro» que pedía Pedro Jota, pero si viene pronto. Pasen y lean:

 

El poderoso y triunfante Pedro J. Ramírez pedía casi a gritos en su «pastoral» semanal de los domingos un sargento de hierro. «Por desgracia -escribe- tal como se va poniendo esto, España necesitará que las próximas urnas le traigan como mínimo un sargento de hierro y, a ser posible, un comandante de acero». O sea, un Dictador al estilo romano, porque no hay que olvidar que la figura del Dictador salió del Senado de Roma. Aquellos Dictadores, a los que se les concedían plenos derechos para hacer y deshacer, se nombraban por un tiempo limitado y ante una situación de emergencia nacional. Mal, muy mal, tiene que ver las cosas Pedro Jota para que ya diga que aquí hace falta una mano de hierro o de acero. Y no pide un general porque eso trae malos recuerdos y además ya no quedan. Y lo gracioso es que el director de «El Mundo» tiene razón. Aquí hace ya falta un dictador que acabe con el cachondeo general que vive la antigua grande Nación española. Un Dictador que ponga patas arriba el Estado de las Autonomías y acabe con la sangría y el pitorreo de los 17 Reinos de Taifas (¡Dios, cuantos miles de millones de Euros nos ahorraríamos!). Y no sólo eso. Un Dictador que metiese en la cárcel sin contemplaciones a los millones de corruptos que se están llevando España a trozos y trocitos a sus casas, sus fincas o sus Yates. (Tendría que introducir en el Código Penal el Delito de Alta Traición para castigar a los ladrones de guante blanco, porque ¿qué diferencia hay entre el que vende un secreto de Estado al enemigo o el que roba el dinero del Estado?). Un sargento de hierro que acabase con el cachondeo que son hoy los partidos políticos y los refundiera con los restos; que refundiera los sindicatos y acabase con las subvenciones millonarias a dedo… y si preciso fuere que cambiase el Régimen por otro, como sucedió el 14 de abril de 1931, y sin derramar una gota de sangre. Que España se acostó una noche monárquica y se levantó republicana ¡y no pasó nada! Y todo esto debe hacerse, puede hacerse, hay que hacerlo al estilo Fernández Miranda cuando en 1976 (estos días se cumplen 33 años) se inventó la Ley para la Reforma Política que se cargó el franquismo y trajo la democracia: » De la Ley a la Ley a través de la Ley». Tampoco entonces pasó nada y hubo un Cambio total. La Democracia tiene fuerza suficiente para acoger un sargento de hierro, ese que pide con acierto Pedro Jota Ramírez. Lo malo es que estos políticos no están dispuestos ni capacitados para hacerse el «hara-kiri», aunque España se hunda en el precipicio. ¡¡Fuera gorros¡¡

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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