14/09/2024 00:53

  II 

La sabia intención oculta de la existencia.

Dios cede el protagonismo.

Somos los protagonistas de nuestra propia evolución. Dios, lo Supremo incontestable aunque se le niegue, deja una herencia y conforma el escenario.

En toda comunicación que conlleva un aprendizaje uno es el que pregunta y otro el que responde. Aunque Jesús decía que “bástele al maestro ser como su discípulo y al discípulo ser como su maestro”, en las cuestiones divinas-por llamar así a esa barrera infranqueable para la limitada racionalidad –la Creación, Dios, el Demiurgo o como quiera llamarse, es la esencia afín a la Infinitud desconocida. Un Maestro callado que habla a través de otros siendo de Él. Así no hay respuesta que uno mismo no pueda responder cuando está preparado para reconocer la impotente condición del orgullo mundanal.

  La búsqueda interior es admitir que en la humildad está la certeza que dirime las dudas porque se sabe desde otra actitud clarificadora, otro prisma que renuncia a la visión egotista de un conjunto cuya identidad es en realidad sencilla aun con el infinito que apabulla; cuando se sabe allegarse a esa cierta intencionalidad. Y tan importante es admitir que polvo somos y en polvo nos convertimos como el premio que conlleva el gesto de la renuncia para obtenerlo todo. El Reino de los cielos interior es la panacea contra toda carencia. No obstante ya quedó dicho que “somos dioses”. En tanto elijamos lo mundano seremos hijo del hombre y como tales evolucionaremos en el laberinto de la vida hasta que en ese reconocimiento humilde salgamos del extravío para transformarnos en Hijos de Dios.

  La Biblia incide una y otra vez en el despertar de una consciencia renovada y, sobre todo, práctica: aprender silenciosamente lo que la evolución del espíritu dicta hasta la consecución de un regreso. Tal cual describe la Parábola del hijo pródigo. No hay enseñanza para reconocer la humildad que no se haya sembrado pese a la constante recolección de la impotente codicia terrena. Generación histórica tras generación; religión tras religión, todo confluye en la búsqueda interna: la intención de la inocencia para vaciar un odre viejo que ha de ser renovado con un vino en odre nuevo que aprovecha. ¿Renuncias al desorden terrenal? Regresas, despiertas y obtienes todo lo que deseas lejos de la influencia perdida del orgullo humano.

 En todo caso, el protagonismo de la Infinita creación queda supeditado a la voluntad de cada cual para entender cuando pueda hacerlo. Estando preparado más allá de las sabidurías complejas del cruel, competitivo y duro ser humano que evoluciona en inteligencia dejando pendiente la lección del corazón.

Pero para entender estas simplicidades con intención oculta hay que desaprender y consentir. El regreso del hijo pródigo se produce cuando recuerda los cuidados del padre que lo dejó marchar con parte de su herencia, con el fin de aprender por sí mismo que su independencia es orgullo baldío y su voluntad sin norte el extravío seguro de su razón de ser infinita.

  Aprender en lo espiritual es reconocer, después de haber asimilado una condición limitada, que desde el principio hasta el fin todo conduce al polvo, siendo la magnánima grandiosidad del historial humano un rastro efímero que sirve a las generaciones para mantenerse en la misma ignorancia vital, en tanto se ha de aprender sobre el verdadero sentido de la vida que pasa inadvertido… hasta que la verdad hace libres, desterrado el espejismo de la autosuficiencia mundana.

  Un plan, una intención, una verdad por actitud Suprema… la Verdad intencionada que explica todas las verdades relativas de la inacabable capacidad pensante que siempre yerra contra el muro insoslayable de la extinción individual y colectiva. Por mucho que los escribanos dejen constancia de la universalidad de la gestas.

  Somos los protagonistas de nuestra propia evolución. Dios, lo Supremo incontestable aunque se le niegue, deja una herencia y conforma el escenario. El regreso al Infinito asimilable depende de cada uno de nosotros. Algo que solo puede entenderse mediante un proceso evolutivo del alma, inexplicable sin un ciclo de encarnación del que la Biblia hace mención permanentemente. El que pueda entender que entienda, decían…

Autor

Ignacio Fernández Candela
Ignacio Fernández Candela
Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
https://www.linkedin.com/in/ignacio-fern%C3%A1ndez-candela-59110419/
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