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Tenemos a toda la progredumbre patria hablando de Matria. No es un juego de palabras. La culpa es de Yolanda Díaz, que no ha vigilado el nivel intelectual de quien le escribe los discursos o, mucho peor, se ha puesto a escribirlos ella. El caso es que con tal de no hablar de la realidad de la dictadura cubana ha decidido hablar de “sustituir la Patria por una Matria”. Al instante, una horda de tertulianos bien financiados han salido a decir que ese concepto no es de Yolanda Díaz sino de —ojo a la mezcla—, Unamuno, Virginia Woolf e Isabel Allende. Todos ellos se han afanado a hacer Historia de las Ideas con la ayuda de Wikipedia. Y uno, que ha leído a Menéndez Pelayo, no puede dejar esa oportunidad pasar para poner ciertas cosas en su justo sitio:

Las damas primero: Virginia Woolf era una desequilibrada de lectura bastante ardua para lo que tenía que ofrecer y cuyo supuesto talento literario me ha dejado siempre indiferente. Juan Benet escribió, con razón, que “su obra es aburrida y carente de interés. Está bien para quien le guste mucho tomar el té a las cinco de la tarde pero si alguien quiere regodearse en una obra literaria para sacar un buen pensamiento no le dejará más que hambre… Lo más meritorio de Virginia Woolf fue su muerte, una muerte heroica, eso sí”. En cuanto a Isabel Allende, ya podía haberse despeñado también por un acantilado, como la señora Woolf, con tal de no asediarnos con su prosa gazmoña. Vayamos con Unamuno: pocos han escrito en términos más elogiosos y con mejores argumentos sobre la figura de José Antonio Primo de Rivera. Pocos, en Occidente, han escrito en términos más elogiosos y con mejores argumentos sobre el catolicismo desde el corazón de la Modernidad. En calidad de converso que pasó pronto de la fascinación al desengaño, seguramente fue el más duro crítico de la Segunda República. Era el último barroco español, y en el prólogo a la segunda edición de La tía Tula escribió algunas líneas sobre la Matria: “Hablamos de patrias y sobre ellas de fraternidad universal, pero, no es una sutileza lingüística el sostener que no pueden prosperar sino sobre matrias y sororidad. Y habrá barbarie de guerras devastadoras, y otros estragos, mientras sean los zánganos, que revolotean en torno de la reina para fecundarla y devorar la miel que no hicieron, los que rijan las colmenas”. Eso es todo por parte de Don Miguel: la Patria prospera gracias a la matria. Matria, además, viene de madre; como matrimonio y materia, que derivan de la idea de maternidad. Son palabras que hacen referencia al origen de la vida y a lo más sagrado que puede hacer una mujer según la concepción de toda sociedad tradicional pre-moderna: dar a luz; alumbrar vida; hacer nacer al mundo a un ser humano creado a semejanza de Dios. Es decir, lo opuesto a lo que la ponzoña ideológica tan en boga del feminismo y de la mafia mediática LGTB proponen. Dudo que la etimología y el significado real del término puedan interesar a alguien de la calidad intelectual y política de la comunista Yolanda Díaz o de su palmero, el revoltoso profesor universitario experto en la técnica retórica de la amalgama sin profundidad alguna, Juan Carlos Monedero. Pero, ya se sabe, todo con tal de no hablar de Cuba.

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Tengo el honor de poder contar con un interlocutor de lujo desde hace cosa de dos o tres meses: Juan Bautista Fuentes Ortega. Se trata de uno de los mayores pensadores vivos de España y cualquier síntesis de su vasto pensamiento que yo pretendiera hacer aquí resultaría insuficiente por requerir este de un espacio propio. Por lo tanto, solo diré que en los últimos años ha sintetizado su renovadora aportación al campo de la antropología con dos artículos publicados por la revista de filosofía Parerga. El primero se titula “Una nota sobre el significado del surgimiento de la Antropología filosófica en relación con la crisis antropológica contemporánea de la civilización occidental” y consta de sesenta páginas bien aprovechadas de auténtica filosofía. Baste decir que su concepción antropológica alternativa a la del decadente Mundo Moderno tiene como epicentro el concepto de Matria. Así me lo refería el propio Juan Bautista Fuentes —pensador en la línea de maestros tan heterogéneos como G.K. Chesterton, Ernst Jünger, Max Scheler, Nicolás Gómez Dávila, León Bloy, Karl Polanyi, Gustavo Bueno, José Luis Pinillos o Pedro Laín Entralgo, entre otros—, en una conversación telemática de más de cinco horas que nos llevó de la plenitud de la tarde al corazón de la noche sin que ninguno de los dos se diera cuenta de ello. Con las limitaciones del lenguaje hablado, Juan Bautista Fuentes trazó las líneas maestras de esta Matria futura que daría para un libro propio: se trataría de un grupo de mujeres reaccionarias ante el feminismo imperante y entregadas en cuerpo y alma —nunca mejor dicho— a la maternidad. El futuro de la humanidad, para no acabar sucumbiendo ante la miseria moral de la antropología moderna y la amenaza que representan los avances tecnológicos relativos al transhumanismo y a la Inteligencia Artificial pasa por esa vuelta a la maternidad o por la muerte definitiva. Parafraseando a Malraux o recordando la película Hijos de los hombres podemos decir que el siglo XXI será una “maternal” o no será.

Otro autor que ha tratado el término de Matria —aunque no aparezca citado en Wikipedia ni en el Twitter de ningún progre— es el suizo Jean Gebser. Se trata de uno de los grandes pensadores del siglo XX y autor de un clásico del pensamiento como yo he leído pocos: Origen y Presente. El libro, inabarcable, trata de ser una síntesis del pensamiento humano a través del estudio de la conciencia y de sus diferentes etapas históricas —arcaica, mágica, mítica, mental e integral—, aunando los tres tipos de perspectivas desde las que el hombre concibe el mundo: el imperspectivo —hasta el siglo V a.C.—, el aperspectivo —hasta el siglo XV d.C— y el perspectivo —desde el Renacimiento hasta hoy—. Enemigo de las categorías lógicas del pensamiento racional —que completa con un pensamiento arracional e irracional libre de complejos—, Gebser desdeña el pensamiento hegeliano de antítesis, tesis y síntesis, así como sus derivados positivistas entre los que se incluye el pretendido cientificismo marxista del que ha nacido el feminismo con autoras como Simone de Beauvoir. Las categorías del pensamiento lógico no son suficientes para comprender la variedad del mundo y de la propia condición humana, que pretenden constreñir en unos términos tan rígidos como, en realidad, ficticios. Y lo mismo propone con el patriarcado: lejos de oponer un matriarcado en forma de antítesis que lo suceda en la historia —y es en esos términos del mal llamado “marxismo cultural” o de los “estudios culturales” como entiende el feminismo la historia: como lucha de sexos—, Gebser propone un modelo que, sin desdeñar la Patria, integre esa maternidad bien desarrollada: la Matria.

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En su defensa del cristianismo católico como singularidad histórica dentro de las “religiones del libro”, Juan Bautista Fuentes destaca el valor de la familia, una estructura social perfecta donde el padre —Pater familias romano— y la madre cumplen un papel bien definido. Esa familia tendría, además, una representación teológica en la figura de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En ese punto se dan la mano lo familiar concreto y lo universal metafísico en una antropología perfecta articulada en torno a la idea de Gracia. De esta forma la Cristiandad supera a todas las demás religiones mediante la constitución de una Civilización Occidental cuyo epicentro es la familia, la procreación y la prole —que se entere la comunista: proletariado viene de prole—. Como escribe Juan Bautista Fuentes en el artículo antes citado: “Una ley, esta, que lo que pide, como condición normativa constitutiva de cada unidad familiar resultante a partir suyo, es precisamente preservar la descendencia, y en particular la femenina, de cada unidad familiar de toda relación sexual consanguínea de modo que dicha descendencia pueda (ahora ya) matrimoniar (y no meramente copular), al objeto de tener nueva descendencia, con la de otras unidades familiares del grupo de modo en principio virtualmente ilimitado a través todo el grupo social, y por tanto no ya sólo en los límites de cada presente social, sino también, y precisamente en virtud de la propagación en principio ilimitada de los nuevos matrimonios y descendencias, a través del nuevo tiempo social que enlaza los presentes con los futuros y los pasados que justamente dicha propagación constituye. Pues será ciertamente esa nueva forma de propagación triposicional y en subjuntivo que tiene lugar a través de los hijos, y de los hijos de los hijos y así sucesivamente, la que constituirá el futuro social como condición ya constitutiva de cada presente, y por ello la que dotará asimismo a cada presente de una nueva forma de contar, mediante el recuerdo institucional, con los padres y con los padres de los padres y así sucesivamente, instituyendo de este modo el pasado como constitutivo de cada presente”. En eso consiste una Matria como Dios manda, estimada ministra.

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Guillermo Mas Arellano