22/11/2024 08:01
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En un día tan señalado para Andalucía y para España, y naturalmente para los lectores de este intrépido “Correo de España”, (mañana 19  de junio elecciones autonómicas) me complace hablar de las fábulas y lo que significaron en la literatura griega (todo comenzó en aquella Grecia) y especialmente en las españolas… Y entrando en las páginas españolas no hay más remedio que hablar de Samaniego, porque hasta 8 libros llegó a llenar con sus textos.

 

Pero ¿qué es la fábula? La fábula que inventan los griegos, y de manera notable.  Es una composición literaria narrativa breve, generalmente en prosa o en verso, en la que los personajes principales suelen ser animales o cosas inanimadas que hablan y actúan como seres humanos. Cada fábula cuenta, en estilo llano, una sola y breve historia o anécdota que alberga una consecuencia aleccionadora. Posee «una intención y redacción didáctica de carácter ético y universal»​ que casi siempre aparece al final y más raramente al principio, llamada generalmente moraleja o afabulación. (internet)

 

Biografía

Pero ¿y quién fue el fabulista Samaniego? Félix María Serafín Sánchez de Samaniego y Zabala nació el 12 de octubre de 1745 en Laguardia, Álava, hijo de Félix Ignacio Sánchez de Samaniego y Munibe, y de Juana María Teresa Zabala y Arteaga.2​ De ascendencia noble, su padre disponía de recursos más que suficientes como para que Félix pudiera dedicarse al estudio. Se conoce poco acerca de su infancia y juventud: su principal biógrafo, Eustaquio Fernández de Navarrete, afirma que estudió en un colegio en Francia.3​ Más tarde cursó estudios en la universidad de Valladolid, ​ para finalmente, tras un periplo por Francia, afincarse en Vergara, viviendo con su tío abuelo el conde de Peñaflorida.

 

Fábulas

 

Entre las cientos que dejó escritas y que han pasado a la posteridad reproducimos las más conocidas (al menos, cuando las Universidades y en los centros educativos españoles se estudiaba la literatura española) y entre ellas no pueden faltar estas:

El asno y el cochino

Envidiando la suerte del Cochino,
un Asno maldecía su destino.

—Yo, decía, trabajo y como paja;
él come harina y berza, y no trabaja.
A mí me dan de palos cada día,
a él le rascan y halagan a porfía.

Así se lamentaba de su suerte;
pero, luego que advierte
que a la pocilga alguna gente avanza
en guisa de matanza,
armada de cuchillo y de caldera,
y que con maña fiera
dan al gordo Cochino fin sangriento,
dijo entre sí el Jumento:

Moraleja.
«Si en esto para el ocio y los regalos, al trabajo me atengo y a los palos». 

Congreso de ratones

 

Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,
que después de las aguas del diluvio
fue padre universal de todo Gato,
ha sido Miauragato
quien más sangrientamente
persiguió a la infeliz ratona gente.

Lo cierto es que, obligada
de su persecución la desdichada,
en Ratópolis tuvo su congreso.

Propuso el elocuente Roequeso
echarle un cascabel, y de esa suerte
al ruido escaparían de la muerte.

El proyecto aprobaron uno a uno;
¿quién lo ha de ejecutar?, eso ninguno.
—Yo soy corto de vista.
—Yo muy viejo.
—Yo gotoso, decían. El concejo se acabó como muchos en el mundo.

Proponen un proyecto sin segundo;
lo aprueban; hacen otro. ¡Qué portento!

Moraleja.
Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.

 

Y posteriormente le añadiría: “Pero ¿y quién le pone el cascabel al gato?”

La lechera

Llevaba en la cabeza
una Lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte:
¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!

Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre la ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz Lechera,
y decía entre sí de esta manera:
«Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero, para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, pío.

Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino;
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.

Llevárelo al mercado,
sacaré de él, sin duda, buen dinero:
Compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña».

LEER MÁS:  Ayuso versus Sánchez. Por José R. Barrios

Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía,
qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría;
no sea que, saltando de contento
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.

Moraleja.
No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.

 

 

La cigarra y la hormiga

Cantando la Cigarra
pasó el verano entero,
sin hacer provisiones
allá para el invierno.

Los fríos la obligaron
a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo
de su estrecho aposento.

Viose desproveída
del preciso sustento:
sin mosca, sin gusano,
sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga
allí, tabique en medio,
y con mil expresiones
de atención y respeto
la dijo: —Doña Hormiga,
pues que en vuestros graneros
sobran las provisiones
para vuestro alimento,
prestad alguna cosa
con que viva este invierno
esta triste Cigarra,
que, alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño,
nunca supo temerlo.

No dudéis en prestarme;
que fielmente prometo
pagaros con ganancias,
por el nombre que tengo.

La codiciosa Hormiga
respondió con denuedo,
ocultando a la espalda
las llaves del granero:

—¡Yo prestar lo que gano
con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿qué has hecho en el buen tiempo?
—Yo, dijo la Cigarra,
a todo pasajero
cantaba alegremente,
sin cesar ni un momento.

—¡Hola!, ¿conque cantabas
cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como,
baila, pese a tu cuerpo.

Moraleja:
Debemos dedicar un tiempo a divertirnos y otro a trabajar. No debemos confiar siempre en que todo nos va ir bien

 

El perro y el cocodrilo

Esta fábula de Samaniego posee un tono un tanto gracioso, y cuanta la historia de un perro sediento que decide beber agua del Nilo, sin embargo, este perro no esta quieto, bebe agua y corre al mismo tiempo.

Mientras sucede todo esto un cocodrilo le aconseja que no corra, que tome el agua tranquilo, sin embargo, el perro se mofa de él y no le hace caso.

Bebiendo un Perro en el Nilo,
al mismo tiempo corría.
«¡Bebe quieto!», le decía
un taimado Cocodrilo.

Dijole el Perro, prudente:
«Dañoso es beber y andar;
pero, ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?»

¡Oh; qué docto perro viejo!

Yo venero su sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.

Moraleja del perro y el cocodrilo: Nunca confíes de lo que te dicen tus enemigos, ya que, ellos siempre procuran tu mal.

La tortuga y el águila

Esta fábula de Samaniego cuenta la historia de una tortuga que se consigue con una poderosa águila, y le pide que le enseñe a volar.

Que le de a penas cuatro lecciones para que pueda ver el cielo, las estrellas, y contemplar todo en la tierra.

El águila se ríe del pedido de la tortuga, sin embargo, la tortuga insiste hasta que el águila la toma en sus garras y la lleva a lo más alto en el cielo. ¿Qué creen que paso con la tortuga?

Una Tortuga a un Águila rogaba le enseñase a volar;
así le hablaba:
«Con sólo que me des cuatro lecciones
ligera volaré por las regiones:
ya remontando el vuelo
por medio de los aires hasta el cielo.

Veré cercano el Sol y las estrellas

y otras cien cosas bellas.
Ya, rápida, bajando,
de ciudad en ciudad iré pasando:
y de este fácil delicioso modo
lograré en pocos días verlo todo».

El Águila se rio del desatino.

Le aconseja que siga su destino
cazando torpemente con paciencia,
pues lo dispuso así la Providencia.
Ella insiste en su antojo ciegamente.

La reina de las aves prontamente

la arrebata, la lleva por las nubes.
«Mira, – le dice – mira cómo subes».
Y al preguntarle, dijo: «¿Vas contenta?»
Y la deja caer y la revienta.

Moraleja de la tortuga y el águila: nunca desprecies el consejo de los más prudentes

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La zorra y las uvas

En una mañana de otoño, mientras una zorra descansaba debajo de una plantación de uvas, vio unos hermosos racimos de uvas ya maduras, colgando delante de sus ojos. Deseosa de comer algo refrescante y distinto de lo que estaba acostumbrada, la zorra se levantó, se remangó y se puso manos a la obra para comer las uvas.

Lo que la zorra no sabía es que los racimos de uvas estaban mucho más altos de lo que ella imaginaba. Entonces, buscó un medio para alcanzarlos. Saltó, saltó, pero sus dedos no conseguían ni tocarlos.

Había muchas uvas, pero la zorra no podía alcanzarlas. Tomó carrera y saltó otra vez, pero el salto quedó corto. Aún así, la zorra no se dio por vencida. Tomó carrera otra vez y volvió a saltar y nada. Las uvas parecían estar cada vez más altas y lejanas.

Cansada por el esfuerzo y sintiéndose incapaz de alcanzar las uvas, la zorra se convenció de que era inútil repetir el intento. Las uvas estaban demasiado altas y la zorra sintió una profunda frustración. Agotada y resignada, la zorra decidió renunciar a las uvas.

Cuando la zorra se disponía a regresar al bosque se dio cuenta de que un pájaro que volaba por allí, había observado toda la escena y se sintió avergonzada. Creyendo que había hecho un papel ridículo para conseguir alcanzar las uvas, la zorra se dirigió al pájaro y le dijo:

– Yo habría conseguido alcanzar las uvas si hubieran estado maduras. Me equivoqué al principio pensando que estaban maduras pero cuando me di cuenta de que estaban aún verdes, preferí desistir de alcanzarlas. Las uvas verdes no son un buen alimento para un paladar tan refinado como el mío.

Y así fue, la zorra siguió su camino, intentando convencerse de que no fue por su falta de esfuerzo por lo que ella no había comido aquellas riquísimas uvas. Y sí porque estaban verdes.

Moraleja: Si hay algo que de verdad te interesa, no desistas. Esfuérzate y persevera hasta conseguirlo.

El erótico 

Sin embargo, Samaniego al final de su vida tuvo problemas con la Inquisición, ya que desde su estancia en Francia y su periplo europeo adquirió la afición por la crítica mordaz contra la política y una inclinación hacia lo erótico. Sus cuentos fueron compuestos, al volver a España, a imitación de las fabulas de Jean de la Fontaine. Por esos escritos y otros de índole anticlerical, sufrió la persecución de la Inquisición: el Tribunal de Logroño trató de confinarlo en un convento en 1793 tras considerar que su obra “El jardín de Venus” era más que erótico. Afortunadamente le salvó de la cárcel el Conde de Floridablanca.

Aunque no sean de gran valor literario, acompaño este artículo con un link el texto integro del “Cuento erótico” del fabulista español:

 https://web.archive.org/web/20160304191938/http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/S/Samaniego%20-%20Jardin%20de%20Venus.pdf

 

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.