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Vamos a ver «la que está cayendo», pues a fuerza de repetir tanta gente cada día, la misma expresión, «Con la que está cayendo», bien sabemos que alguna cae, o está cayendo, y encima no es cosa nada buena, porque además es encima. O sea, no es una lluvia de premios de la lotería, no es una eliminación de todos los impuestos del gobierno, o una dimisión de sus ministros empezando por el presidente y los vicepresidentes, y demás «infame turba». Aluden por su forma de expresión, a la magnitud desmesurada y perversa del referente, que no aclaran, y que nos viene encima, por lo que quedamos intuyendo que tras esta metáfora lingüística se esconde algo sumamente indeseable. Y que cae sobre nosotros de forma inevitable.
Lo primero que encontramos es este titular de prensa: Detenido el presunto autor de la expresión «con la que está cayendo» Le seguirá el cuerpo de la noticia, adonde vemos: La policía ha detenido a primera hora de este miércoles al presunto autor de la expresión «con la que está cayendo», que ha tenido un impacto masivo y nefasto en la sociedad española, según ha informado el Ministerio del Interior. Da pocos más detalles, no todos, ni dice dónde fue, ni el cómo, tampoco; ni es una noticia completa, a la que acompaña la foto de la detención de una persona, bajando de un coche, y el nombre del periódico: EL MUNDO TODAY, que es un diario satírico, digital, totalmente ficticio y humorístico que usa el formato de prensa tradicional para crear la parodia y la sátira.
Pero la que está cayendo es algo más que una broma, por muchas que se gasten con ello, y siempre conlleva una enorme crisis. La que está cayendo no encuentra fácilmente definición con las palabras, porque la realidad las supera, y de broma no tiene nada. Por eso vemos que es verdad, aunque no sepamos exactamente a qué verdad se refiere, la expresión por sí sola, sin un contexto que la aclare.
Así cayeron últimamente unas tormentas de granizo y agua que causaron grandes daños en muchos lugares. A mediados de Junio, cosa que no parece normal, porque aún no son tormentas de verano. Pero da pena ver a los pobres agricultores con sus cosechas hechas trizas. Realmente nos invade un ambiente enrarecido en todos los aspectos que trasciende a la realidad social y al mundo de cada cual. Y en las desgracias, siempre pasa lo mismo, al perro flaco todo son pulgas.
Es la preocupación, la intranquilidad, el desasosiego, cuando pasan cosas tan malas, que no sé si caerán desde arriba, o más bien explotan abajo en el llano, pero siempre muy lamentables. Cuando te suben la luz despiadadamente, los impuestos, la gasolina y todos los productos de manera que te van ahogando como un ahorcado que siente la soga en el cadalso, te cae la miseria, y también sientes la realidad que no es broma. Cuando tu propiedad y libertad, ambas inseparables, se van menguando progresivamente, y tu vida deja de tener sentido, entiendes a donde te han llevado, porque te quitaron la ilusión, y los demás condimentos que hacen que la vida sea próspera, saludable, prometedora y humana. Hay que señalar que la idea de propiedad, tan atacada, es más de lo que aparenta. Y no solo pasa por la cartera, y todo lo material, sino que incluye lo espiritual al conformar la vida armónica del individuo en su conjunto. La libertad es consustancial a la propiedad, y ambas han sufrido un detrimento que han minimizado la dignidad de la sociedad. Porque no vale todo ni todo es igual, que introdujeron los «progresistas» en la sociedad, una falsedad perenne más que es la falacia de su ser. Por ahí empiezan hasta convertir a la persona en la nada. La idea de propiedad parte de la Biblia, y conlleva además la idea de libertad y justicia: «Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César».
La libertad de expresión que es la primera de las libertades, o la que primero se ve que eliminan, ahora está alterada, invertida y envenenada, cuando consiguieron, mezclándola con la mentira, el principio de la destrucción del mundo.
Ahí está la «Comisión de la verdad», firmada por Margarita Nelken, digo, Margarita Robles, en la que obliga a decir la verdad y hasta puede llevar a la cárcel al que no la diga. Ni que decir, que la verdad es la que diga el gobierno que lo es. Ver este Decreto, aunque puestos a ver, mejor el libro de Orwell, 1984. Una distopía, que representa una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana.
A partir de ahora -dice el indicado periódico- cuando alguien use la expresión, «con la que está cayendo», tendrá que especificar si se refiere a la crisis económica, a la crisis sanitaria o a la crisis de la democracia. La expresión se popularizó durante la crisis económica de 2008, momento en el que no había una pandemia y el desprestigio de las instituciones aún no se había erosionado del todo.
Como tantas cosas empiezan por una broma, o una ensoñación como llamaron los golpistas catalanes a su golpe de estado, y cambian las palabras a convenir, pues el llamar a las cosas por su nombre queda prohibido, y sólo se llamarán como le digan que tienen que llamarse, porque la verdad será lo que diga el partido. O sea que la verdad es el partido, como se vio el año 1917, en Rusia; eso es el qué. Y saber el cómo, pues también resulta fácil: «La verdad es siempre revolucionaria», aseguró Lenin, que era el mismo partido que tanto mencionaba. Lo que no vaya por ese camino, será mentira… El que se engaña es porque quiere.
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