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La primera misión del Gobierno de la gentuza es aparentar que sus miembros son todo lo contrario a gentuza. Se comportan como gentuza, son zafios y ladrones, se vanaglorian de su ignorancia, mienten y manipulan, quieren dinero y se les nota, y aborrecen el trabajo, pero saben cuál es la mejor forma de no parecer gentuza: llamar gentuza a quien es mejor que ellos. A quien lee, a quien trabaja, a quien protesta, a quien discute, a quien critica y a quien sufre, pero no les permite rentabilizar este sufrimiento.
Hemos visto cómo se han portado los Gobiernos de la gentuza con las víctimas de la pandemia que no cuadran en su balance trimestral. Hemos visto cómo se comportan con los jubilados a los que engañan jugando al dominó. Hemos visto cómo se las traen con los médicos y los pacientes, con los autónomos, con los estudiantes, con los cineastas, con los parados. Y ahora hemos visto cómo se las gastan con los jueces, pero todavía nos da apuro escribir en un periódico lo que decimos en el bar y en el autobús. Que son gentuza.
Este 30 de Mayo, se cumple el tercer año en el que encontraron una pierna de la catástrofe del Yak-42. Pertenece a un militar español, de esos que la gentuza que nos gobierna utiliza en su beneficio, pero que se convierten en carne de difamación cuando la familia busca el cuerpo entre las marañas de la corrupción estructural. ¿Hay algo más punki que una pierna perdida más allá de las fronteras de Europa?
Viene caminando sola desde el más allá. El hallazgo de esta pierna en un cementerio turco es el primer tramo del zombi que viene a vengarse de quienes lo mataron. La noticia macabra coincide con otras más pestilentes.
En fin. Pienso en esa pierna arrancada de su cuerpo en 2003 por las malas artes de un Gobierno de gentuza, también, y se me cae el esparadrapo de la boca. Pienso en esas bolsas donde otro Gobierno de la gentuza mezcló los restos de los valientes y de los pringados, recuerdo las respuestas, las declaraciones de farisea disculpa, y espero que esa pierna amputada se aproxime saltando y termine de patearles el culo a todos los politiquillos sean de donde sean por falta de ética.
La resolución de conflictos y la satisfacción de la pluralidad de intereses comunes por parte, primero, de quienes deliberan sobre los asuntos públicos, y segundo de quienes ejecutan las decisiones, es difícil de alcanzar de manera transparente si se carece de valores éticos. Para lograr buenos resultados en la política y en la gestión pública se requiere contar con gobernantes y funcionarios que hayan interiorizado los valores y posean una conducta íntegra pues son estos servidores públicos quienes marcan las directrices y operan las instituciones.
Los antiguos griegos, que gustaban de practicar la filosofía, ante la pregunta: ¿Qué es mejor, el gobierno de los hombres o el de las leyes? Respondían que cuando las leyes son buenas benefician a la comunidad política siempre que los hombres las respeten y las apliquen, pero ante la evidencia de que éstas no se respetaban, la respuesta era contar con hombres buenos, ya que éstos además de actuar correctamente en cada uno de sus actos, respetaban la ley. En esta cultura, los individuos con un gran reconocimiento y decoro eran considerados «Hombres Ley». Parafraseando esta idea y cuestionándonos si es mejor el gobierno de los hombres o el de las instituciones, sin duda la respuesta sería similar. Son los hombres los que hacen las leyes y las instituciones. Y así como un hombre bueno era antaño considerado un «Hombre Ley», un hombre con principios éticos en el ámbito público puede considerarse como un «Hombre Institución», de donde se deduce que cualquier mejora en la operación de las instituciones públicas, y por tanto de la credibilidad en éstas, será posible si se eleva la conducta moral de los individuos que la integran mediante una adecuada formación ética. La importancia de poner atención en la conducta de los hombres públicos la resalta Douglas North al decir: «Las instituciones son una creación humana, evolucionan y son alteradas por humanos. Por consiguiente, se deberá empezar por el individuo» (Douglas North, 1993).
Al ser las instituciones de carácter público, es importante contar con personal formado en ética, entendida ésta como la herramienta poderosa que forma la conciencia de los hombres y desarrolla plenamente su capacidad de juicio. La formación ética es vital en los individuos pues éstos tienen un carácter eminentemente activo en la marcha y desarrollo de los organismos. Precisamente, una de las dos causas que ha provocado la desconfianza en las instituciones públicas es la ausencia de principios y valores éticos, lo que da pie al incremento de vicios o actitudes antiéticas tales como la corrupción, el abuso de autoridad, el tráfico de influencias, etc. Situaciones que impiden que se alcancen la metas y objetivos institucionales.
Una clasificación general respecto al personal que opera en el gobierno señala que existen dos tipos de personas que participan en la dirección y operación de las instituciones, éstos son: políticos y funcionarios. Ambos tipos tienen por objetivo común servir a la sociedad a la que representan, lo que los coloca como servidores públicos.
Para lograr buenos resultados en todo gobierno se requiere contar no sólo con funcionarios responsables, se necesitan también políticos responsables puesto que son éstos últimos quienes gozan del máximo margen de autonomía en las decisiones, y de estas decisiones depende a su vez la actuación de los primeros. La ética para los servidores públicos se refiere a situaciones de aplicación.
El bien común, lejos de ser una abstracción, se materializa en cada acto realizado en las múltiples instancias de la Administración Pública. Es la suma de miles de decisiones diarias de los servidores que trabajan en las organizaciones públicas. Cada funcionario se encuentra diariamente con dilemas éticos que unas veces resuelve de manera rutinaria y otras como resultado de una profunda reflexión. Aunque el sentido común alberga principios básicos que nos permiten conocer lo que es correcto de lo que no, existen situaciones en lo que lo bueno no siempre resulta evidente. La decisión en un conflicto puede ser equivocada si la persona no cuenta con una escala de valores que le permita discernir adecuadamente. En el momento en que el hombre decide y actúa la respuesta puede ser justa o injusta, adecuada o inadecuada.
Por eso es importante que los servidores públicos cuenten con un marco que les sirva de guía en sus decisiones. De esta manera, la ética pública da al servidor público un conocimiento que le permite actuar correctamente en cada situación por difícil que esta sea al ofrecer criterios para encontrar soluciones adecuadas. Los cambios en las actitudes de gobernantes y servidores públicos hacia una mejora en la calidad de los servicios e instituciones no se pueden forzar desde fuera, deben surgir de ellos mismos, proceden del «despertar» como dijera Aristóteles, o del «salir de la caverna» según afirmara Platón, provienen «de un verdadero cambio del corazón» como dice Caiden. En otras palabras, desde el pensamiento debe brotar la fuerza dinámica que los convierta en acto.
Los Gobiernos de la gentuza, peor preparados éticamente que técnica y culturalmente, que ya es decir, no convierten la fuerza dinámica del pensamiento inteligente en más acto que en llenarse los bolsillos a costa de los españoles, cueste vidas o haciendas.
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