Es sobradamente sabido que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. El problema añadido es que quien estudie la falsa versión oficial, la repetirá de todos modos.
En 1918 nos engañaron con un supuesto virus de la gripe española, para encubrir que la enfermedad que asoló el mundo la produjeron las radiaciones electromagnéticas de los descomunales equipos de radio que instalaron los yanquis, para comunicar la metrópoli con las tropas destacadas en Francia, al entrar en la Primera Guerra Mundial. Todos los ensayos realizados en Boston para contagiar el “virus”, primero con caballos y luego con personas, fueron un fracaso estrepitoso. Claramente, las radiaciones no se contagian.
En 1981 nos engañaron con el famoso “síndrome tóxico”. Nos dijeron que lo había producido aceite de colza desnaturalizado con anilinas. Una cortina de humo para encubrir el verdadero veneno, un organofosforado de Bayer distribuido en España por la CIA en tomates. Un crudelísimo ensayo de guerra química, en el que el juicio fue una descomunal maniobra de encubrimiento. Varios médicos, particularmente el Tte. Coronel Médico D. Luis Sánchez Monje Montero, encontraron rápidamente el antídoto eficaz. Se trataba de la atropina, que llevan todos los soldados en su equipo NBQ para neutralizar los efectos de los neurotóxicos, como los organofosforados. Las autoridades prohibieron su uso, aumentando de modo exponencial el sufrimiento y la mortalidad.
En los años 80 del siglo pasado nos engañaron con el supuesto virus del SIDA. El síndrome de inmunodeficiencia adquirida existió siempre (y sigue existiendo), causado por numerosas dolencias. El retrovirus del SIDA no existe, pero sirvió para colarnos como remedio el AZT. Este veneno se había rechazado como quimioterapia para el cáncer, por su toxicidad, y las empresas fabricantes corrían el riego de tener que comérselo con patatas. Se consiguió prolongar la esperanza de vida de los enfermos… disminuyendo la dosis del AZT.
Quien dude de todo lo antedicho, puede ilustrarse en el ensayo “La Tierra en la Silla Eléctrica”: https://www.eldiestro.es/wp-content/uploads/2023/01/La-Tierra-en-la-silla-electrica.pdf
En otro orden de cosas, pero en la misma línea del engaño, en 2004 nos colaron un atentado terrorista que mató a casi 200 personas en trenes de cercanías. El juicio fue otra maniobra de encubrimiento, para esconder a los verdaderos autores materiales e intelectuales, colándonos a unas cabezas de turco que pasaban por allí.
En breve sabremos la verdad, pero lo que ya sabemos es que nuestras autoridades, con la complicidad de todos los partidos políticos, nos engañaron.
En los años 60 y 70 del siglo pasado nos asustaron con la inminente glaciación. Se ve que de puro frío se ha quedado congelada y no llegó.
Desde los años 90 del siglo pasado nos vienen advirtiendo de que en 10 años los mares inundarán las costas de todo el planeta, por culpa de nuestros coches diésel. No se cubrieron esas mismas costas hace 2.000 años, ni en la Edad Media durante el “optimo climático medieval”, dos épocas en las que las temperaturas fueron varios grados más altos que ahora. Pero ahora sí. Y además la culpa será suya y mía.
En 2020 nos engañaron con otro virus inexistente, el sars-cov-2. El virus nunca existió, y no lo digo yo, lo dijo el Ministerio de Sanidad el 8 de septiembre de 2021: “El Ministerio de Sanidad no dispone de cultivo de sars-cov-2 para ensayos y no tiene un registro de los laboratorios con capacidad de cultivo y aislamiento para ensayos”.
Quien no sepa interpretar adecuadamente estas palabras, que busque en internet los “postulados de Koch”, y descubrirá que todo ha sido un monumental y criminal fraude. Pero en España contó (y cuenta) con la complicidad de todos los partidos políticos y los mass mierda. Esta sospechosa unanimidad engañó a los más pero despertó a los menos.
Con estos antecedentes, cuando oiga o lea que alguien sigue hablando de aquella “terrible pandemia”, de la “mortalidad causada por la covid” o cosas semejantes, puede estar seguro de que está en el complot. Y eso, aunque sea para desacreditar de algún modo alguna de las medidas concretas adoptadas. Son tácticas de manual de desinformación: discutir lo anecdótico para no discutir lo esencial.
Y ahora, cuando nos vengan con una “guerra justa”, una “terrible pandemia”, un “atentado terrorista”, una “invasión OVNI”, otra “catástrofe climática” o lo que quiera que se les ocurra, ya no habrá excusa. Si se lo cree, es usted redomadamente idiota y merecerá lo que le hagan, o le pidan que se haga usted mismo.
Y usted pensará que es “por su bien”.
Autor
- Guerrillero insurgente. El sistema lo describe como negacionista, conspiranoico, anticientífico, egoísta e insolidario. Él se cisca en el sistema y no ceja esfuerzos para derribarlo. No usa trabuco, pero a su ordenador lo llama “La MG-42”.
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