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Son muchos los que defienden el aborto provocado apoyándose en la libertad de las mujeres en lo concerniente a su cuerpo y por lo tanto a la maternidad. Esta es una de las principales reivindicaciones del Movimiento Feminista.
Este es sin duda el argumento más serio en defensa del aborto. Es precisamente, por su seriedad, el de más compleja discusión.
Existen otros argumentos tales como:
- El embrión y el feto humanos no son una persona.
- La evitación de la superpoblación.
- Evitación de embarazos de menores.
- Salud pública.
Hoy nos vamos a referir solo al argumento que se apoya en el hecho de que tanto el embrión como el feto son partes del cuerpo de la mujer, y por lo tanto es la mujer quien tiene que decidir libremente, si continúa con el embarazo o por el contrario elimina dicho proceso.
Previamente, considero deben de ser hechas ciertas matizaciones.
Los seres vivos del reino animal que se reproducen sexualmente tienen tres formas de cuidar del embrión hasta que el nuevo ser adquiere la emancipación individual:
Marginando a los ovovivíparos, centrémonos el los ovíparos y los vivíparos
- Oviparos: en los cuales el cuidado del embrión (huevo fecundado) se lleva a término por incubación en el exterior del cuerpo de la madre. Esta incubación puede ser por la protección directa que, el cuerpo de la madre o del padre otorga al huevo (en la generalidad de las aves) o por la protección incubadora que la tierra en la que son enterrados los huevos fecundados (embriones y sucesivamente fetos) por la madre, ( los peces, anfibios y reptiles).
- Viviparos; aquellos en los que la “incubación” del embrión o sucesivamente feto (huevo fecundado) se produce en el interior del cuerpo de la madre (los mamíferos y por lo tanto el hombre)
En todos los casos el embrión posee una estructura genética única y original. Esta estructura genética del embrión es diferente de la estructura genética de los progenitores. El embrión es, por lo tanto, un ser vivo, nuevo y distinto a sus progenitores. En el caso humano, el embrión es una vida humana en fase embrionaria (ocho primeras semanas del embarazo) o en fase fetal en caso de que hablemos del resto del embarazo.
Posteriormente a la etapa embrionaria y la etapa fetal, vendrán las etapas llamadas infantil, juvenil, madura o adulta y ancianidad o vejez).
Con la enumeración de las etapas vitales queremos llamar la atención sobre el hecho de que tanto el embrión como el feto configuran dos de las etapas por las que atraviesa el ciclo vital del ser vivo en el reino animal. Y como consecuencia forman parte de un continuo indivisible del proceso existencial del sujeto.
En el caso de los ovíparos, imaginemos una gallina incubando un huevo fecundado (un embrión o sucesivamente feto). No tenemos dificultad alguna en afirmar que dicho huevo no es parte del cuerpo de la gallina, ni es la gallina, aunque para su desarrollo esté necesitado de la templanza que la gallina le proporciona (templanza que puede ser originada también por una maquina “incubadora”).
Los vivíparos, como somos la totalidad de los mamíferos, obedecemos a un devenir diferente en lo tocante al proceso reproductor. El embrión (“huevo”, ovulo fecundado) es “incubado” dentro del seno materno; en el interior del cuerpo de la madre. Este hecho es la causa de multitud de ventajas para nosotros, los vivíparos (ventajas que aquí, en este momento, no es preciso reseñar), pero también puede llevarnos a equivocaciones, unas veces bien intencionadas, otras no. Equivocaciones que `pueden llevar a decir que el embrión es parte del cuerpo de la madre. No. El embrión está en el cuerpo de la madre, pero no es el cuerpo de la madre. El embrión es un ser vivo, único y original de distinta estructura genética a la de la madre. Diferente a la madre.
En la sanidad soviética el aborto se introducía en el entorno de las operaciones de hernia.
Hubo una ministra española, Bibiana Aido, que dijo que abortar, en el plano jurídico, es como “ponerse las tetas”. Se refería esta peculiarísima gobernante a la intervención quirúrgica a la que se someten algunas mujeres, a fin de embellecer sus senos.
Recordemos que en Francia, se publicó un “manifiesto” por el aborto en “La Nouvel Observateur” suscrito por 343 “grandes personalidades de la cultura” francesa en el que se definía al feto como “spèce de tumeur dans le ventre”.
Esto es horroroso.
Es horroroso porque evidencia una intencionalidad engañosa. Es horroroso porque se pretende mentir descaradamente a las mujeres, emboscando la mentira en el artificioso prestigio de un sistema sanitario en el caso soviético, en la autoridad de una ministra en el caso español, o en el status de “grandes personalidades de la cultura” en el caso francés. Es horroroso porque nos muestra a todos de manera fehaciente la naturaleza ocultadora de toda ideología, en este caso de la ideología abortista.
El doctor Bernad Nathason, nos ofrece el testimonio de la mentira sistemática. Cuenta cómo, en dos años, fueron capaces de cambiar la opinión pública en Nueva York. La técnica consiste en falsificar datos sobre abortos clandestinos; negar a pesar de las pruebas científicas, que la vida comience con la concepción y que, por tanto, en el útero exista una vida humana. Insistir en que el problema no viene de la ciencia sino de la teología, del derecho, de la ética y de la filosofía; añadiendo que es imposible científicamente fijar el momento del comienzo de la vida. O sea que se cambió la opinión publica en Nueva York engañando a las mujeres.[i]
El primer deber social y humano con las mujeres es no engañarlas. Es imposible, además de hipócrita y maléfico, hablar de libertad de las mujeres cuando deliberadamente se oculta información tras la mentira y el engaño. Esta conducta con las mujeres tiene cierta similitud con la seguida en aquellos campos de concentración con los prisioneros a los cuales se les “informaba” de que iban a recibir una ducha higienizadora, cuando lo que realmente les esperaba era la cruel gasificación que habría de conducirles a la muerte.
No quisiera que ningún lector pensara que se trata aquí de poner en paralelo el aborto provocado con las barbaries cometidas en los campos de exterminio. Decimos con toda rotundidad que al igual que en aquellos campos se engañaba a los prisioneros a fin de facilitar su manejo; a las mujeres se las engaña cuando se las hace ver al embrión o al feto como algo ajeno a lo que es una vida humana.
No. Un embrión humano no es una hernia. Un embrión humano no es equivalente a un cacho de silicona en las tetas. Un embrión humano no es un tumor en el vientre. Quien así se lo haga creer a las mujeres es un mentiroso. Está engañando a las mujeres.
Parece ser que en la Comunidad Autónoma Castellano Leonesa se ha aprobado una normativa por la cual las mujeres embarazadas tendrán mediante “el protocolo del latido fetal” la oportunidad de percibir al feto en su vientre mediante una ecografía y de este modo, incluso escuchar los latidos el corazón del nuevo ser humano que se encuentra iniciando su ciclo existencial en su seno.
De este modo podrán comprobar con certeza, las mujeres embarazadas, que dentro de su cuerpo no existe ninguna hernia; que lo que hay en el interior de su ser no es algo tan trivial como un cacho de silicona en los tejidos subcutáneos de sus pechos; que en su vientre no ha surgido ningún tumor.
En definitiva, a las mujeres embarazadas en la Comunidad Autónoma Española de Castilla León se las brinda la oportunidad de saber.
Quiere decir esto que su decisión no estará tomada en virtud de las mentiras que unos embusteros hayan sembrado en su mente. En Castilla-León se ha tomado una medida con la cual se trata de sacar a las mujeres de la ignorancia.
Se viene engañando a las mujeres porque los profesionales de la industria abortista y aquellos que tratan de implantar la cultura de la muerte, saben que un porcentaje mayoritario de mujeres, si están perfectamente informadas evitan abortar. Simplemente su instinto maternal se lo impide. Este es el motivo del ocultamiento. Esta es la causa del engaño.
[i] Socci, Antonio, El Genocidio Censurado. Aborto: mil millones de víctimas inocentes, Editorial Cristiandad, Madrid 2007.
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