19/11/2024 00:21

La Dana ya se alejó dejando a su paso un reguero de muerte y desolación. Fue una larga noche de tinieblas en que la realidad superó con creces a la más siniestra pesadilla que cabe imaginar. Su recuerdo permanecerá para siempre en la memoria de quienes la vivieron de cerca, pero la vida sigue y ahora, ya que los muertos descansan en paz, es el momento de hacer una serena reflexión sobre lo que pasó, qué es lo que se hizo mal o lo que no se hizo y sobre todo, hay que reflexionar sobre si hay que ir al origen. Sí, debemos reflexionar con honestidad sobre estas cosas, porque es la única forma de evitar que catástrofes así puedan volver a repetirse.

Habrá, siempre lo ha habido quien, apelando a un providencialismo torticero, vuelva a formular la insidiosa pregunta de ¿ dónde estaba Dios aquella noche en que se desataba la furia de las aguas desbordadas por los campos de Valencia, por las calles de sus barrios y pueblos? Cuando lo que cabe preguntar es ¿ dónde estaban los vigilantes y guardianes con responsabilidad directa, para que esta catástrofe no se produjera en la forma desmedida en que se produjo?

Lo pasado, pasado está y de nada sirve ya lamentarnos, lo que sí podemos hacer es reflexionar sobre todo lo sucedido, de modo y manera que pueda resultar instructivo para el futuro. Se ha dicho, con razón, “que no hay mal que por bien no venga”, pues bien, dando por evidente que estamos hablando de un hecho irreversible, lo único que nos queda es sacar provecho de todo lo sucedido para corregir fallos y errores, que vienen ya desde muy lejos. La catástrofe sufrida por los valencianos, ha puesto en evidencia que España se encuentra en situación de estado “semifallido” y esto es lo verdaderamente preocupante y debiera ser motivo para que los ciudadanos españoles abran los ojos de una vez por todas y comiencen a ser conscientes del peligro que todos corremos, si la situación no se remedia. Esto es precisamente lo que intentamos hacer ver en este artículo.

El espectáculo que estamos presenciando de unos gobernantes echándose la culpa unos a otros, lo dice todo. Esto no parece una nación, parece un rompecabezas de políticos, que pelean entre sí para ver quien se lleva el gato al agua y mientras esto sucede, la casa sin barrer. ¿Acaso la principal causa de todo lo sucedido no hay que buscarla en la falta de entendimiento entre el gobierno central y el autonómico? La existencia de varias “nacionalidades” dentro de una misma Nación, aparte de empobrecimiento y debilitamiento de la misma, supone confusión y caos en lo referente a las competencias. Si casa con dos puertas mala es de guardar, qué no podemos decir de una Nación como España con 19 nacionalidades, auténticos flancos abiertos a toda las desavenencias y discordias, especialmente cuando los gobernantes del estado central y los del autonómico pertenecen a distinta cuerda, como en el caso que nos ocupa. Por muy edulcorado que nos quieran vender el producto, lo cierto es que la separación y aún más, el enfrentamiento entre lo nacional y lo local, no deja de ser un invento contra natura. No es para sorprenderse. El reparto de competencias y responsabilidades tiene estos inconvenientes y si a esto le unimos la falta de empatía por parte de los mandatarios, llegaremos a la conclusión de que desgraciadamente ha pasado, lo que por lógica tenía que pasar. Jorge Olcina, experto en climatología, sabía bien lo que decía, cuando recientemente se expresaba en estos términos: lo ocurrido en Valencia ha mostrado que el modelo de Estado autonómico adoptado en España no tiene mecanismos engrasados para hacer frente a una emergencia de esta magnitud.

A partir de ahora, la Dana va a ser otro de los muchos argumentos que nos lleva a cuestionar el tema de las autonomías, no el más contundente, pero si el más claro e inteligible para los ciudadanos, por cuanto muchos de ellos, de toda condición e ideología, lo han experimentado en sus propias carnes. Ello explica el juicio unánime del pueblo, condenando a todos los políticos y mandatarios sin excepción. Con todo lo deplorable que resulta una catástrofe tan nefasta como esta de Valencia, al menos ha servido para que nos demos cuenta en manos de quiénes estamos y levantemos nuestra voz para expresarles nuestra indignación y decirles que estamos cansados de sus mentiras y hartos de que los periodistas traten de engañarnos, haciéndonos creer lo que a ellos les interesa que creamos. Ya sé que esto de las protestas no es suficiente y que hay que llegar al fondo de la cuestión, porque todavía hay mucha gente que sigue pensando que todo se arregla quitando a unos y poniendo a otros, como venimos haciéndolo desde hace 50 años y esa no es la solución. El cambio de bueyes para nada sirve si los que vienen son iguales o peores que los que se van. Es preciso sanear el sistema o cambiarlo por otro bien fundamentado en la razón de estado, donde la justicia y el orden sean las piezas básicas, sin que falte la solidaridad correctamente entendida, que sepa distinguir entre el necesitado, que queriendo no puede y el vago que pudiendo no quiere.

La catástrofe ocurrida en Valencia debiera ser un aldabonazo, capaz de despertar la conciencia dormida de los españoles, que tienen que comenzar a pensar que otro modelo de Estado y otro paradigma gubernamental, distinto del que actualmente tenemos, lejos de ser una utopía es ya una realidad que se está imponiendo en otros lugares del mundo civilizado, como pueden ser Norte América y Europa, con sus principales naciones a la cabeza, como pueden ser Italia, Francia, Alemania, Austria, Hungría, Bélgica. Soplan otros vientos, por lo que tenderemos que aprender a interpretar el signo de los tiempos y abrirnos a un nuevo proyecto político, que nos ofrezca esa seguridad y orden que ahora nos falta. Quiero creer que llegará un día en que España se reconcilie consigo, sea recognoscible y vuelva a ser ella misma con los valores que siempre la caracterizaron.

Autor

Angel Gutierrez Sanz
Angel Gutierrez Sanz
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, habiendo obtenido la máxima calificación de “Sobresaliente cum laude”. Catedrático de esta misma asignatura, actualmente jubilado. Ha simultaneado la docencia con trabajos de investigación, fruto de los cuales han sido la publicación de varios libros y numerosos artículos. Sigue comprometido con el mundo de la cultura a través de la publicación de sus escritos e impartiendo conferencias en foros de interés cultural, como puede ser el Ateneo de Madrid. Su próxima obra en la que lleva trabajando bastante tiempo será “El Humanismo cristiano en el contexto de una Antropología General".
LEER MÁS:  La sociedad socialista y las urnas. Por Jesús Aguilar Marina
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