Agenda 1984. Segunda parte. Por Luis Arturo Hernández
DEL SUPERREALISMO AL SUBRREALISMO
“Crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. […] pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. […] Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es efectivamente verdad.”
George Orwell, 1984 [p. 189]
Que la función se vaya representando con retraso con respecto al programa de mano o Agenda 2030, por la resistencia, activa o pasiva, de sociedades civiles organizadas en la defensa de sus libertades frente al desengaño y el fracaso, pérdidas económicas y fraude en su implementación, exigiendo aplazar a la Agenda 2045—invocada ya por Pedro I el Grande al poco de “asaltar los cielos” de su peterburgués Palacio de Petrogrado—, ciertos objetivos de la 2030, no altera un ápice el carácter suprarrealista de este Gran Inicio, si bien en el caso español no pasa de (por decirlo con la etimología popular, nunca mejor traída) subrealista, pues si no se da una sublevación contra el matón Pedro Navaja —ególatra que, al modo del dandy, hace de sí y su circunstancia su propia obra de arte—es porque el español, cada vez más estatizado (estático por efecto de la estatalización), no se rebela y, pícaro, actúa bajo cuerda o se deja corromper en proporción a su estatus, comprado por bonus, paguitas o normativas como coartada del absentismo laboral por incidencias varias entre las que no ha sido menor la cuarentena por contagio covidiota.
[…]
Y echando mano del libreto, retomemos el parlamento de la última escena (re)citada:
“[…] Pero, ¿qué importa eso? ¿Crees que está fuera de nuestros medios un sistema dual de astronomía?”—le había replicado con pregunta retórica el P. del P O’Brien al reeducando—. Las estrellas pueden estar cerca o lejos según las necesitemos. ¿Crees que esa es tarea para nuestros matemáticos? ¿Has olvidado el doblepensar?” [p. 201]. No, pero nos conviene recordarlo.
2, TRECHOS O APORÍA DEL PARTIDO ÚNICO
¿DOS Y DOS SON CINCO O BUSCAR TRES PIES AL GATO?
“Con la sensación de que hablaba con O’Brien y también de que anotaba un importante axioma, escribió:
La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.”
George Orwell, 1984 [p. 70].
«“La libertad es la esclavitud.” ¿Se te ha ocurrido pensar que esta frase es reversible? Sí, la esclavitud es la libertad».
George Orwell, 1984 [p. 199].
¿Paradoja comprimida en una misma unidad sintáctica, valdrá decir oxímoron? ¿Doble sentido o dilogía, o sea anfibología? Anfibologia, doble sentido usado en una logia.
La ilusión de una realidad virtual de Progreso mediante hipnosis colectiva que persigue el sometimiento globalista terráqueo —“Las dos finalidades del Partido son conquistar toda la superficie de la Tierra y extinguir de una vez para siempre la posibilidad de toda forma de pensamiento” [p. 149]— no se consigue sino por medio de la domesticación del pensamiento de una población “prole” progresivamente reducida —de 8.000 millones de seres humanos hoy a 500, según la actual contabilidad del Foro Económico Mundial—:
“Hay, por tanto dos grandes problemas que ha de resolver el Partido. Uno es el de descubrir, contra la voluntad del interesado, lo que está pensando determinado ser humano [previsión del “crimental” —“el crimen esencial que contenía en sí todos los demás” [p. 23] vs el “piensabien”— y robotización “transhumana” bajo control neurológico por fármacos o microchips, ondas 5G (¿o G5?) , óxido de grafeno et alii(enígenas) y denunciados por científicos “vaporizados” mediática o inmediáticamente por lo civil o por lo militar], y el otro es cómo suprimir, en pocos segundos y sin previo aviso, a varios centenares de millones de personas [epidemias (mal llamadas pandemias) de guerra biológica, campañas de vacunación selectiva o indiscriminada, alimentación transgénica, ingeniería bioquímica de la atmósfera, además de la eugenesia, el aborto, la esterilización y la eutanasia, claro está].
”Este es el principal objetivo de las investigaciones científicas. El hombre de ciencia actual es una mezcla de psicólogo y policía […]; y si es un químico, un físico o un biólogo, sólo se preocupará por aquellas ramas que dentro de su especialidad sirvan para matar. […] Unos se dedican sólo a planear la logística de las guerras futuras; […] otros cultivan gérmenes inmunizados contra todos los posibles antibióticos; […] otros exploran posibilidades aún más remotas, como la de concentrar los rayos de sol mediante gigantescas lentes suspendidas en el espacio a miles de kilómetros, o producir terremotos artificiales utilizando el calor del centro dela Tierra” [pp.149-150].
Muerte física o psíquica. Control mental para los supervivientes del genocidio global.
Pues bien, tal amaestramiento se produce mediante la aporía del “doblepensar”, como se comprueba, “hablando por folletones”, en el continuará del ese motivo del “2+2=5”:
—«¿Recuerdas haber escrito en tu Diario: “la libertad es poder decir que dos más dos son cuatro”?
—Sí —dijo Winston.
O’Brien levantó la mano izquierda, con el reverso hacia Winston, y escondiendo el dedo pulgar extendió los otros cuatro.
—¿Cuántos dedos hay aquí, Winston?
—Cuatro.
—¿Y si el Partido dice que no son cuatro sino cinco? Entonces, ¡cuántos hay?
—Cuatro.
La palabra terminó con un espasmo de dolor. […] [O’Brien] Soltó la palanca y el dolor, aunque no desapareció del todo, se alivió bastante.» […]» [p. 189].
Y «A esto le llamaban “control de la realidad”. Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar. […] Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y, creer, sin embargo, en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudia la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Esta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar» [p. 36].
Sistema antisistemático de la (sin)Razón cifrado en las tres máximas de la Revolución del Partido del Gran Hermano que constituyen la teoría y la praxis del “doblepensar”:
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA, pues desconocer el porqué de una vida carencial disipa el sueño liberal de la igualdad y la justicia en pro de la perpetuación del Partido.
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, por cuanto que la anulación de la individualidad permite formar parte del colectivo inmortal del Partido y llegar a ser propietario social.
LA GUERRA ES LA PAZ, que mantiene la psicosis y la economía de guerra permanente para mantener sometida a la población y le evita plantearse derrocar al Partido.
Y DEL DICHO AL HECHO (NO) HAY MUCHO TRECHO
Y ese “desquiciamiento” de la lógica como coartada de “una realidad desquiciada”, desdoblamiento reversible —la doble vara de medir o la ley del embudo del castizo sistema de pesas y medidas—, ambiguo como una cinta de Moebius —hoja cuyos anverso y reverso son una sola y única cara sin solución de continuidad, sin márgenes, ni haz ni envés, ¿lo ves?—, mutante y fluido, sofístico y maleable, oportunista, resiliente, demagógico, racionalmente perverso, alcanza su clímax —¡cambiazo climático?— como un “cambio de opinión” en vivo y en directo y de modo colectivo, como cuando en plena “Semana del Odio” —el exorcismo contra los enemigos, dosificado a diario en los Minutos del Odio— el recién declarado reemplazará sobre la marcha al eterno enemigo:
“Desde luego no se reconoció que se hubiera producido ningún engaño. Sencillamente, se hizo saber del modo más repentino y en todas partes al mismo tiempo que el enemigo no era Eurasia, sino Asia Oriental. Winston tomaba parte en una manifestación que se celebraba en las plazas centrales de Londres en el momento del cambiazo.”
“Lo que más le impresionó a Winston fue que el orador dio el cambiazo exactamente a la mitad de una frase, no sólo sin detenerse, sino sin cambiar siquiera la construcción de la frase.”
“Pero, de pronto, los nombres eran diferentes. Sin necesidad de comunicárselo sin palabras, una oleada de comprensión agitó a la multitud. ¡Oceanía estaba en guerra con Asia Oriental! Pero, inmediatamente, se produjo una tremenda conmoción. Las banderas, los carteles que decoraban la plaza estaban todos equivocados. Aquellos no eran los rostros del enemigo. ¡Sabotaje! ¡Los agentes de Goldstein eran los culpables! […] Al minuto siguiente, la masa volvía a gritar su odio exactamente como antes. Sólo que el objetivo había cambiado” [p. 141].
M. C. Escher, “Cinta de Moebius II”, xilografía, 1963, 45×20 cm.
3. DICHOS O LEY DE MEMERIA DEMOCRÁTICA
DONDE DIJE DIGO DIGO DIEGO
Y ese pensamiento se verbaliza mediante actos de habla performativos —que constituyen en sí mismos acciones y hacen variar, por tanto, la realidad; como “Queda prohibido entrar al país sin pasaporte” , Se cierra la sesión” o, sin ir más lejos, el efecto social del calificativo “¡Fascista!” con que se embiste hoy a cualquier disidente, invistiéndolo de facto de “mussoliniano” — que reconstruyen una “realidad desquiciada” en un experimento ciego —donde el sufrido colectivo paciente ignora si recibe fármaco o placebo, vale decir información veraz o falsedad informativa, y que, en ocasiones, se torna doble ciego (pues el experimentador lo desconoce igualmente), y por no decir “doble cero” en cualquiera de sus acepciones—, y que a partir de una escritura tachada —cancelada o eliminada— mediante el borrado de la realidad, transmuta el pasado en la reescritura de esa colectivización del pasado mal llamada “memoria histórica” —pues la memoria es individual e intransferible— que suplanta la historia en defecto (que no virtud) del documento, testimonio o recuerdo del pasado, contrastable aún, previo a la Revolución:
“En los antiguos tiempos (decía el libro de texto) antes de la gloriosa Revolución, no era Londres la hermosa ciudad que hoy conocemos. Era un lugar tenebroso, sucio y miserable donde casi nadie tenía nada que comer y donde centenares y millares de desgraciados no tenían zapatos ni siquiera un techo bajo el cual dormir. Niños de la misma edad que vosotros […] Pero entre toda esta horrible miseria, había unas cuantas casas grandes y hermosas donde vivían los ricos, cada uno de los cuales tenía por lo menos treinta criados a su disposición. Estos ricos se llamaban capitalistas. Eran individuos gordos y feos con caras de malvados como el que puede apreciarse en la ilustración de la página siguiente. […] Éste era el uniforme de los capitalistas [“frac” y “sombrero de copa”], y nadie más podía llevarlo; los capitalistas eran dueños de todo lo que había en el mundo y todos los que no eran capitalistas pasaban a ser sus esclavos. Poseían toda la tierra, todas las casas, todas las fábricas y el dinero todo. Si alguien les desobedecía era encarcelado inmediatamente y podían dejarlo sin trabajo y hacerlo morir de hambre. […] El jefe supremo de todos los capitalistas era llamado el Rey y…” [p. 64].
[Por no hablar (y valga la preterición) de la presencia de la religiosidad en la historia, a la vista de la persecución selectiva en España de cuanto atañe a la fe cristiana católica:
“todo lo anterior se adscribía a un oscuro período llamado la Edad Media. Los siglos del capitalismo no habían producido nada de valor. Era imposible aprender historia a través de los monumentos y de la arquitectura. […] todo lo que pudiera arrojar alguna luz sobre el pasado, había sido alterado sistemáticamente.
—No sabía que había sido una iglesia —dijo Winston.
—En realidad, hay todavía muchas de ellas, aunque se han dedicado a otros fines —le aclaró el dueño de la tienda— [p. 82].]
Y “Bien podía ocurrir que todos los libros de historia fueran una pura fantasía. […] todo se desvanecía en la niebla. El pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se convertía en verdad” [p. 66]. Y por si no fuera suficiente dicho mecanismo de borrar la memoria del borrado, tras esa (trans)mutación de la historia en acción mutante, tal mutabilidad se lleva a cabo de forma permanente: “Probablemente, las confesiones habían sido nuevamente escritas varias veces hasta que los hechos y las fechas originales perdieran todo significado. No es sólo que el pasado cambiara, es que cambiaba continuamente” [p. 69].
Y, sin embargo, quien podría contrastar el antes y el después, haciendo la “comparativa”, un viejo “prole” anterior a la Revolución, será incapaz por su “memoria de hormiga”. “Y cuando la memoria fallaba y los testimonios escritos eran falsificados, las pretensiones del Partido de haber mejorado las condiciones de la vida humana tenían que ser aceptadas necesariamente porque no existía ni volvería nunca a existir u nivel de vida con el cual pudieran ser comparadas” [p. 78].
Descartados, pues, los supervivientes de antes de la Revolución que no fueron “vaporizados” por las grandes purgas de los años cincuenta, Winston se dará de bruces con el desinterés de las generaciones más jóvenes, como en el caso de su amante Julia, nativa de la Revolución y para quien el exceso de celo en sus manifestaciones de adhesión al Partido Único no es más que la coartada de su desobediencia individualista al Régimen:
“Pero Julia nunca discutía las enseñanzas del Partido a no ser que afectaran a su propia vida. Estaba dispuesta a aceptar la mitología oficial, porque no le parecía importante la diferencia entre verdad y falsedad. Creía, por ejemplo —porque lo había aprendido en la escuela—, que el Partido había inventado los aeroplanos” [p. 120]. De igual modo que la mayoría de españoles cree que la Seguridad Social se le debe el PSOE y no a Primo de Rivera y a Franco.
“A veces le hablaba Winston del Departamento de Registro y de las descaradas falsificaciones que él perpetraba allí por encargo del Partido. Todo eso no la escandalizaba. […] ¿No te das cuenta de que el pasado, incluso el de ayer mismo, ha sido suprimido?” [p. 120]. Y Winston, que por su trabajo en el Ministerio de la Verdad —y entre cuyos mensajes y periódicos llegados al Registro en “cilindros de papel por un tubo” (neumático) para desaparecer por los agujeros de la memoria tras su rectificación (‘falsificación’) y ser destruidos—, ha tenido pruebas de tal mutación del pasado, se ve en un callejón sin salida: “Si el Partido podía alargar la mano hacia el pasado y decir que este o cualquier otro acontecimiento nunca había ocurrido, […] ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, […] Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad” [p. 36].Y Winston, disidente que está en el secreto se ve condenado al mutismo bajo sospecha de herejía: “Se acababa de realizar una hazaña que nadie podría mencionar nunca. Era imposible ya que ningún ser humano pudiera probar documentalmente que la guerra con Eurasia había sucedido” [p 143].
Y así empiezan a ser juzgados, “por lo civil o por lo penal”, en ciertos países elegidos como laboratorio experimental de ingeniería social, no sólo especialistas de las ciencias blandas —humanas o sociales, de “consenso”, minadas por la subjetividad y el opinionismo—, sino algunos de las ciencias duras, de cimientos empíricos y confrontación de investigaciones, por desacato a la doctrina woke bajo acusación de “desinformación” y “corrupción de menores” en centros educativos en que se explica el fundamento biológico del sexo (XX y XY) frente a su suplantación por un “género” cultural que hace de excepciones genitales (a des/pecho de la genética) “géneros” per se, o de “libre adscripción” —sin perjuicio de que, al mismo tiempo, se imponga aquí la paridad “entre ambos sexos” en Formación Profesional, en crasa contradicción entre feminismo e ideología de género—. O por “negar” la criminalización del CO2 en la Naturaleza o la causa antropogénica del cambio —¿calentamiento?, ¿enfriamiento?, ¡en qué quedamos?— del clima o la manipulación de meteoros como “siembra ¿o pastoreo? de nubes” —como se hace en el Sahara okupado por Marruecos y ya consta que se hiciera en la guerra del Vietnam).
(Continuará en última parte)ç
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