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En el mes de julio de 1936 se notaba en Barcelona una mayor abundancia de rostros extranjeros. Por muchos rincones de la ciudad se podían ver numerosos carteles que anuncian un curioso acontecimiento deportivo: La Olimpiada Popular. Semana Popular de Deportes y de Folklore u Olimpiada Roja.

Los deportistas que iban a intervenir en ella no eran atletas normales. Cuando llegaban a la estación de ferrocarril o al puerto de Barcelona  saludaban con el puño en alto. Estos eran los atletas populares que, venidos de todas partes del mundo, tomarían parte en una especie de contra juegos, que tratarían de oscurecer delante del mundo los Juegos Olímpicos que se celebrarían en el Berlín de Adolf Hitler. El CEDEO (Comité Español para la Defensa del Espíritu Olímpico), creado y apoyado por círculos comunistas y socialistas, justificaba sus esfuerzos para evitar la participación española en los juegos de Berlín, expresando que:

La más grande de las aspiraciones que a nosotros nos mueve en esta lucha es la defensa del sentido inicial de las Olimpiadas, esto es: la estrecha unión y la fraternidad de todos los pueblos y razas en una competición deportiva […] un sublime y respetado internacionalismo […] Nosotros, amantes del deporte, y prescindiendo de toda ideología política o social, nos hemos agrupado para defender este espíritu, verdadero sendero de las Olimpiadas, que veremos que se viola si esta XI Olimpiada se celebra en el antro de las injusticias y persecuciones”.

Con esto el Partido Comunista de España se presentaba como el defensor del deporte delante de sus enemigos. Inicialmente la Olimpiada Popular de Barcelona se planteó como la respuesta del campo antifascista a la Olimpiada Parda que ese mismo verano se celebraría en el Berlín nazi. Conscientes de la función propagandística que el gobierno nazi daba a los Juegos Olímpicos se hacía necesaria una acción que la contrarrestara.

¿Qué significarían aquellas olimpiadas para Barcelona? Según los organizadores: “La respuesta de los deportistas de Catalunya, España, Euskadi, con el concurso de los otros muchos países, al insulto proferido por el fascismo. La restauración de la idea olímpica, que nosotros antifascistas, acogemos por su defensa. La noble competición de los atletas de todos los países, unidos en sentimiento común de confraternización de pueblos y de razas alrededor del deporte”.

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El 8 de junio de 1936 bajo el titular La Unión Soviética se prepara para la Olimpiada Popular de Barcelona se informaba de los preparativos de la misma como la información deportiva más destacada de ese día, donde se informaba de la constitución del Comité Regional Pro Olimpiada Popular de Galicia en Vigo.

El inicio de la guerra civil frustró el inicio de la Olimpiada Popular una hora antes de iniciarse. Un atleta belga escribió:

Las calles están vacías bajo un sol abrasador. En la Plaza del Comercio chocamos con las primeras barricadas, cientos de metros más lejos vemos a unos sindicalistas armados. Las barricadas aparecen cada 100 metros. Todas las calles laterales están bloqueadas”. Nos deslizamos a lo largo de las fachadas de las casas. Las balas silban a través de la plaza. Instintivamente doblamos la espalda y nos refugiamos en un portal”.

Este simple acontecimiento deportivo no tendría históricamente la mínima importancia si no fuera porque estos primeros atletas, que fueron sorprendidos por los acontecimientos del 19 de julio, formaron parte de los primeros voluntarios extranjeros en los ejércitos republicanos. Destacaban, sobre todo, alemanes, italianos y polacos antifascistas exiliados o escondidos de los regímenes autoritarios de sus países.

En su mayoría, estos extranjeros no combatieron para defender la República o la existencia de un sistema democrático sino para oponerse al fascismo y llevar a cabo una revolución definida en términos marxistas o anarquistas. También muchos confiaban en que una derrota del fascismo en España podría ayudar a vencerlo en sus naciones de origen. El italiano exiliado para eludir la represión fascista Carlo Rosselli, fue el creador de la frase Oggi in Spagna, domani in Italia (Hoy en España, mañana en Italia).

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Para comprender el ambiente de estos días en Barcelona es de reseñar el titular de La Vanguardia del 24 de julio:

Es tal el entusiasmo que la causa republicana ha despertado en estos atletas, que muchos de ellos se han alistado en las milicias populares, saliendo para Zaragoza y otros puntos”.

Muchos de los atletas eran comunistas, que se sentían indignados porque, a su juicio, Stalin no desencadenaba una revolución mundial. Los comunistas fieles a los dictados de Moscú se integraron en las milicias del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña) donde constituyeron la centuria Thaelmann, unidad que combatiría en Aragón desde agosto hasta octubre de 1936. Los que eran marxistas no estalinistas se integraron en las milicias del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista).

Entre los atletas estaba el austriaco Jaccod, primero extranjero muerto el 19 de julio en la toma de algún cuartel militar sublevado. Así pues, la inauguración de la Olimpiada Popular fue sustituida por una lucha en la calle. La competición fue suspendida. Sin embargo, cumpliría el fin por la cual fue organizada, pues tenía como misión ser un saco de pólvora para la situación política española del momento. En este sentido está claro que nadie pensaba en una guerra de tres años, pero si en una posible revolución, el que nos da a pensar que, posiblemente, no fueran todos auténticos atletas.

Autor

César Alcalá