A pesar de haber ganado la Copa de Europa, los problemas importantes de España siguen ahí, entre otros el de la inmigración —no dejan de llegar cayucos a nuestras costas procedentes de África—. Un problema complicado, al que no se le pone freno. Es realmente un problema complicado; pero, sobre todo, es un problema muy grave porque se trata de seres humanos. Son ellos, los inmigrantes, los primeros perjudicados porque se ven privados de sus derechos fundamentales.
En sus países de origen se vulneran sus derechos porque no se les permite vivir en condiciones dignas: sumidos en la más absoluta pobreza o explotados —en régimen de semi esclavitud— en trabajos, en la mayoría de los casos, de la mano de intereses de naciones europeas o asiáticas.
Tampoco se les respetan sus derechos cuando se les atrae con falsas promesas y son captados por las mafias, verdaderas empresas de la trata de personas, extorsionándolos — con cifras exorbitantes de euros para ellos— y sometiéndolos a travesías inhumanas muy peligrosas, en muchas ocasiones, mortales. Esto es conocido tanto por los países de origen, como por los países receptores que, lejos de tratar de atajarlo, lo promueven.
A su llegada, con los centros de acogida sobresaturados, son alojados en condiciones deplorables y cuando se trasladan a otras regiones, se les abandona a su suerte. Las verdaderas víctimas de este problema son, en primer lugar, los propios inmigrantes. El drama humano que provocan estos movimientos no se puede obviar, es el más grave y en él, a mi modo de ver, se ha de colocar el foco: si no luchamos por la dignidad de esas personas que se ven obligadas a abandonar a sus familias y a sus países, no seremos capaces de resolver el problema que pasa por reconocer sus causas y tratar de eliminarlas.
Veamos cuáles son estas causas:
Quizá la más importante sea la injusta distribución de la riqueza entre los países europeos con rentas per cápita que oscilan entre los 130.000 y los 40.000 USD y los países origen de estos inmigrantes cuyas rentas per cápita se mueven entre los 1.000 y los 2.500 USD —salvo Marruecos y Argelia que alcanzan los 7.000 USD, también muy lejos de nuestras rentas—. Si no disminuimos esta brecha, no será posible evitar los movimientos migratorios.
El origen de estas diferencias hay que buscarlo en el abuso que los países colonizadores como Francia, Gran Bretaña, Alemania, Portugal, Italia, Bélgica y Países Bajos y, en menor medida también España, llevaron a cabo, explotando sus recursos y tratando a sus habitantes como seres inferiores, en régimen de semi esclavitud.
En la actualidad estos países —a los que se han unido China y Rusia—, a través de las grandes multinacionales, continúan explotándolos, como en los tiempos coloniales, extrayendo sus recursos naturales, sobre todo minerales, necesarios para el desarrollo de la nuevas tecnologías; extrayendo gas y petróleo, estableciendo entidades financieras que controlan los flujos de capitales, vendiéndoles armas —para que en ellos haya inestabilidad—, deslocalizando empresas en busca de mano de obra baratísima, etc.… En fin, todo un expolio.
No tiene sentido y es una injusticia que, en países ricos en recursos naturales, sus jóvenes se vean obligados a emigrar porque no encuentran futuro, atraídos por falsos e hipócritas cantos de sirena.
Otra de las causas es la nefasta política de puertas abiertas y efecto llamada que, en este campo, promueve la Unión Europea —los populares y los socialistas que la manejan— y que se ve reflejada en España de la mano de los mismos partidos, fieles y sumisos a las órdenes recibidas: una política suicida que pretende desestabilizar nuestra convivencia, desfigurando nuestra identidad, y alcanzar ese nuevo “orden mundial”, multicultural y sin alma, que imponen la “élites globalistas”.
En las últimas elecciones europeas parece que otra Europa está despertando y uno de los ejes principales de las propuestas que hacen los partidos emergentes — entre ellos VOX— es la política de inmigración. Sus propuestas, en general, consisten en un control férreo de las fronteras para impedir su llegada, la lucha contra las mafias y todas aquellas organizaciones que facilitan su llegada, así como la devolución a sus países de origen de todos los inmigrantes ilegales y, de manera inmediata, de aquellos que delincan.
Esta diferencia de enfoque entre unos y otros del problema migratorio ha tenido como consecuencia la ruptura de los pactos PP-VOX, en aquellas Comunidades que gobernaban juntos.
Mucho se está hablando de esta ruptura y de sus posibles consecuencias. Personalmente me parece un acto de coherencia por parte VOX, que antepone sus ideas y sus principios a las prebendas que acompañan a cualquier cargo político —aunque a alguno de sus miembros no le haya sentado bien—. La política española necesita de estos ejemplos.
También creo que es normal y esperado que esto haya ocurrido: el socio natural del PP es el PSOE, con quien comparte la Agenda 2030 y negocia todo, lo negociable y lo innegociable. La coalición VOX-PP es una coalición, desde mi punto de vista, antinatura.
No obstante, creo que el planteamiento que hace VOX de la política de inmigración, descrito más arriba, es equivocado porque únicamente trata de paliar los efectos del problema, sin plantear soluciones para resolver las causas principales.
Desde mi punto de vista, repito, debemos poner el foco en las personas, es decir en los inmigrantes y su dignidad y esto pasa por tratar, con todos los medios posibles, que puedan desarrollar sus proyectos de vida en sus propios países y, si quieren emigrar, que lo hagan con libertad, no obligados por las circunstancias.
Para resolver el problema desde la raíz, creo que habría que abordar varios frentes de modo simultáneo:
Lo primero, por ser lo más importante y también lo más complicado —por los intereses que hay en juego— es tratar de que la riqueza de estos países sirva, en primer lugar, para el desarrollo de ellos mismos. Esto supone que los países ricos —también a través de sus empresas multinacionales—, en lugar de buscar su propio beneficio, colaboren y faciliten el desarrollo de estos países deprimidos, poniendo el foco en el bien común de sus habitantes, con políticas financieras y comerciales justas, evitando la explotación de los trabajadores, luchando contra la corrupción de sus gobernantes, desarrollando planes de formación, etc.
Con Marruecos y Argelia es necesario llegar a acuerdos serios para evitar la llegada masiva e irregular de sus ciudadanos, algo que se me antoja imposible con nuestro Gobierno actual.
También se debe cortar el flujo descontrolado de personas, estableciendo acuerdos con los países de origen para erradicar las mafias de trata de personas, y planificar la necesidad y la formación de posibles futuros emigrantes.
Por otro lado, en los países receptores, debemos exigir el respeto de nuestra cultura, nuestras leyes y nuestras costumbres. Cualquier persona que no las respete o delinca debe ser enviado a su país de origen. A las personas que ya están aquí, con intención de integrarse, se les debe facilitar esa integración —respetando su cultura siempre que sea compatible con nuestras leyes— mediante planes de formación y empleo.
Finalmente, debemos controlar nuestras fronteras con todos los medios necesarios, incluso con el ejército, para evitar la llegada masiva de “cayucos” a nuestras costas.
No cabe duda de que estamos inmersos en un problema muy grave de difícil solución, entre otras cosas porque las “élites globalistas”, los gobernantes “progres” —incluyo aquí a los gobernantes del PP— y las grandes multinacionales están interesados en que no se resuelva. Por otro lado están los partidos que tratan de resolverlo —VOX en el caso de España y ahora también SALF—, como hemos visto, tampoco ponen el foco en lo fundamental, que es el desarrollo de los países pobres de África para que, en ellos, sus habitantes puedan llevar a cabo sus proyectos de vida, sin necesidad de abandonarlos
Problema complejo al que, por el momento, no se le ve solución porque ningún partido político tiene la voluntad de resolverlo.
Nosotros creamos el problema, nosotros tendremos que pagar las consecuencias
Javier Espinosa Martínez
Colaborador de Enraizados
Autor
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No estoy de acuerdo con la afirmación de que «nosotros hemos creado el problema» (refiriéndose a los paises europeos). La mayoría de los paises africanos son independientes desde los años 60 del Siglo XX así que la responsabilidad de que salgan personas de esos paises es de sus gobernantes que no se han preocupado de ofrecerles unas dignas condiciones de vida para que no se vean obligados a emigrar.
Tampoco estoy de acuerdo con la afirmación de que la solución al problena de la inmigración es muy complicada; si se quiere se puede, es cuestión de tener la voluntad de impedir la inmigración ilegal organizando un sistema similar al que tienen otros paises desde hace años y que funcionan a la perfección.