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No puedo entender la guerra civil desde otra perspectiva que la familiar: el relato de mis mayores se me quedó dentro, en la niñez, grabado a fuego. Veían a Dios en la figura del Generalísimo Franco, Salvador, y al Calvario de Cristo en lo que les hicieron sufrir los rojos. Al sentido relato sólo ponía fin el atraganto y la lágrima emotiva de la Verdad. La Verdad de siempre.

Para preguntar si la guerra civil fue de liberación, o una Cruzada, hago un ejercicio de imaginación y pregunto a todos los que la sufrieron. Ya no están aquí la mayoría. La sufrieron porque a unos revolucionarios locos y delincuentes que excarcelaron, se les antojó que así fuera, azuzados por los sicarios de Moscú, enviados por Stalin, para implantar aquí el comunismo. Hoy ocurre algo muy similar, aunque justificado por el dominio de fuerzas foráneas del poder oculto en la sombra. He dedicado toda mi vida a estudiar este tema porque en la niñez y adolescencia no se hablaba de otra cosa. Lo escuchaba a mis mayores, actores y testigos, todos los días, hasta que se murieron. Jamás hablaron con odio de cuanto les hicieron padecer los rojos en el cautiverio, tras su invasión. Hasta que lograron escapar de ellos como alma que lleva el diablo y pasarse a zona nacional, abandonado su casa, ganados, fincas y todas sus cosas, y jugándose la vida en ello. Los rojos, venían de Asturias, invadieron todos los pueblos norteños de la montaña leonesa en agosto del 36, y aplicaron la revolución comunista asturiana, como decían, a base de imponer el terror, la destrucción y la muerte, de expropiar los bienes privados y anular libertades, eliminando de raíz la religión, que fue lo primero que atacaron, y con una saña inusitada. Su llegada a los pueblos, precedida del miedo, se anunciaba por tiros a las campanas y asalto a las iglesias, gritos y juramentos estremecedores, y explosiones de dinamita de las minas que hacían reventar aquí y allá. Un ruido atronador bajo el cual huían sacerdotes, trabajadores y gente despavorida por las montañas, sin saber adónde. Volaban puentes y lo que hiciera falta, y requisaron casa por casa, todas las armas, principalmente escopetas de caza. No se conocieron personas más exaltadas o fuera de sí, puño en alto, obligando a todos a levantarlo y a gritar sus consignas. Bestias inhumanas. La revolución del proletariado consistió en que todo era de ellos, hasta la vida de los que no eran como ellos, y que tenían que obedecerles. Y por supuesto su razón que era indiscutible y brutal. Tras 15 meses de asedio y tortura, terminaron incendiando todas las casas y pueblos de la montaña leonesa, marchando por donde habían venido, con todo lo que no pudieron llevar y quemaron. Iglesias lo primero, escuelas, archivos, ayuntamientos etc., Ahora es imposible investigar nada, porque arrasaron con todo y nada dejaron. Sólo las cenizas como recuerdo y que ahora las esconde el gobierno y nada cuenta al reescribir la historia a su modo. Así es imposible encontrar nada de lo anterior, como por ejemplo, los orígenes de la Dama de Arintero. Hoy el gobierno lleva la misma política, y lo que se pudo rescatar de la Dama, lo hizo desaparecer en su día la ministra Carmen Chacón, socialista y separatista catalana, al desmantelar el Archivo Museo del Ejército y la Sala de las Heroínas de España, adonde se encontraba el cuatro de la Dama y su expediente.

El éxodo de los rojos supuso un trauma en otro trauma en octubre del 37. Llevaron todos los bienes y ganados con los hombres de los pueblos de rehenes, algunos ya no aparecieron más. Los que no huyeron antes del infierno que trajeron, soportaron el infierno que dejaron al marchar, con todos los pueblos deshabitados en llamas, bajo la tea roja. La costosa posguerra de la reconstrucción se quedaría en lo que no está escrito. Ni de la invasión, ni de la huida, cuentan nada -ni les importa- los que reescriben la historia. Entre ellos Bildu, la marca electoral de la banda terrorista ETA, de la que sólo salió el terror y la muerte. Son la mejor representación de la rojería y sus obras, y del gobierno infame que sufrimos.

Mi familia, los testigos y combatientes de la guerra contaban el lado jocoso y ocultaban el sufrimiento y las tragedias. Hicieron de la guerra un atractivo cuento del pasado para los niños del presente, aunque solo había transcurrido poco más de una década. No la querían recordar de otra manera: el perdón y borrón y cuenta nueva. Escuchar las historias de la guerra era siempre algo irresistible, divertido, donde los mayores sacaban sus valentías y los niños apenas respirábamos por escuchar y recoger todos los detalles. Era un cuento real, doblemente interesante, independiente de cómo lo expresara cada cual. La apetencia suscitada no podía ser mayor.

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Cuando la guerra cambió de signo, es decir, cuando los nacionales liberaron el norte de España, (octubre del 37) las cenizas presidían el desierto, y las familias regresaron con lo puesto y el hambre a cuestas a los pueblos, quemados e irreconocibles. Fuerzas nacionales les daban protección logística en el regreso y el rancho cuando era posible. Mi familia perdonó a todos los rojos que conocía y que habían huido antes. Pudo delatarlos a los falangistas de José Antonio Girón de Velasco que insistían en ello, pero se cerró en banda y no quiso descubrir a nadie. No podía traicionar a sus propios principios del amor al prójimo y el perdón como manda la Santa Madre Iglesia. Por eso mismo la habían tildado de fascista, y eso significaba sentencia de muerte. Algo que nunca hubiera hecho esta banda de pecadores porque son el mismo pecado mortal, muchos criminales y asesinos confesos con las manos manchadas de sangre que presumían de los fascistas que llevaban asesinados, ante las pobres gentes de los pueblos invadidos. Son los atacantes, y aún así se consideraban atacados, y cuando fueron reducidos ponían el grito en el cielo en el que nunca creyeron. No se vio nunca cobardía mayor, ni se les pudo convencer de su error. No estaba en su voluntad. Muchos eran más malos que la piel del diablo que llevaban dentro. Y así y todo fueron la mayoría redimidos por Franco. El Caudillo de la Paz, era un católico de verdad y practicante, como mi familia, y no puedo actuar de otra manera.

Tras estudiar siempre a estos personajes, y el porqué sucedió aquella maldición bélica y civil entre hermanos, y escribir un libro sobre todo ello, concluyo en la convicción de que existe el mal, y que ese mal de España que lastró su historia y destruyó nuestras vidas, son ellos, exclusivamente. Los entonces rojos y hoy «progresistas» y de izquierdas. Ya no les vale la táctica de prender fuego y echar la culpa a la derecha. Ahora se copian en sus genes con los que tenemos gobernando que reclaman a criminales anteriores como Francisco Largo Caballero. Ya consiguieron arruinarnos, dividir a las familias y a todos los españoles, porque todo tiene un límite. Para llegar a esta conclusión, sólo se necesita ver cómo son y cómo actúan, lo que dicen y lo que hacen,  para inferir adonde son capaces de llegar. Ya llegaron más allá de lo imaginado. Son el maligno personificado; criminales sueltos e insaciables en el mal, asesinos en potencia y que dirigen el país.

Milagrosamente en aquella guerra brilló el sol de la victoria, al volver Dios sus ojos misericordiosos sobre sus hijos huérfanos. El Ejército al que todos esperaban se levantó en armas contra aquella barbarie y pudo cortarla tras una guerra cruenta de Liberación. Fue la única manera de librarnos del comunismo. Poner orden en España que ardía por los cuatro costados, infectada de ladrones, pistoleros, gentes de mal vivir y asesinos que se autodenominaban «rojos», hasta liberarnos de esa chusma marxista. El primer ladrón, Juan Negrín, que robó el oro del Banco España y se lo dio a Moscú. «El oro de Moscú». Fue considerado el mayor atraco de la humanidad. El mayor criminal, Indalecio Prieto que asesinó a Calvo Sotelo. No acabaríamos de contar todas las fechorías y atrocidades que cometieron. (Tampoco las que perpetran hoy, en su obsesión de reeditar la historia y exterminar España con los españoles de bien) Esas mismas personas que son a las primeras que hay que matar, según Lenin. Nuestras vidas se recompusieron, pero no gracias a esta mala gente que solo desprende odio y el mal. Empezaron aquella guerra lo mismo que hoy ésta, que llevan avanzada. Hoy estamos frente a la adversidad, porque a cambio de entonces, no existe ningún salvador de España al que puedan temer. Ni siquiera una oposición consistente que les pueda frenar. La oposición sigue cobardeando los caprichos de la izquierda, excepto VOX que lo quieren prohibir, y lo inconcebible, con la ayuda de la «derechita cobarde» para más INRI. (El Frente Popular de hoy es copiado de aquel)

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Fue profético el mensaje póstumo de Franco: «no olvidéis que los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta». Lo olvidaron los que menos debían olvidarlo; algunos cercanos cayeron en la traición. Y el resto, no es consciente -o no quiere serlo en su ceguera voluntaria- de esta realidad. Como siempre el pescado se empieza a corromper por la cabeza. Y la corrupción que lastra España, ya le sale por las ventanas.

Hoy mandan los enemigos, que claro que estaban alerta, desde los tibios hasta los más cruentos como son los propios etarras. Ni se arrepienten o piden perdón, ni se investigan los casi 400 de sus crímenes sin resolver. El gobierno así lo desea y los excarcela igual que en el 1936, para hacer estallar la guerra. Estos locos, después de poner la sociedad patas arriba y arruinarla moral y materialmente, solo pueden estar recluidos en el manicomio penitenciario, pagando sus delitos. Ejemplo, Félix Bolaños. Y como no están entre rejas, pues he ahí el problema sin solución. Jamás mandaron una nación los que la quieren destruirla, metiendo el comunismo. ¿Nos pueden llevar a algo peor? No soltarán el poder porque está en su Hoja de Ruta, el llegar a mucho más. La democracia solo es un instrumento para conseguir el fin, lo mismo que la mentira, un arma de lucha marxista para empezarlo. El perro de presa comunista, donde muerde ya no lo suelta, y ha tomado un buen bocado.

«Se conoce con el nombre de Alzamiento Nacional -dice la Enciclopedia Álvarez-, el que inició Franco el 18 de julio de 1936, para librar a España de sus enemigos y hacerla Una, Grande y Libre… Fue completamente necesario, espontáneo y justo.» Esto va a misa. Y el que no quiera creer ni crea que siga siendo siervo de Satanás. Desde la «derechita cobarde», hasta los etarras que mandan y cambian la historia, pasando por los socialistas (los etarras les llaman, «gorrinos») comunistas, separatistas y toda esa ralea, nos pusieron a España en tan lamentable estados.

La primera mentira del diablo que es negar su existencia, la utiliza la izquierda satánica que no trajo a España más que odio, división y mierda, y ahora llega a estos extremos de la inversión de la realidad. Las víctimas son las culpables y los verdugos se hacen víctimas, y toman el poder de la venganza.

Empezaron a matar para aplicar el comunismo por lo que si les dejan, España sería un satélite más de la antigua Unión Soviética. Por eso el Alzamiento Nacional fue necesario, porque caso contrario no hubieran dejado con vida ni a un solo español decente. Fue espontáneo porque el pueblo lo pedía agritos; sólo esperaba la intervención militar del Ejército para librarse de los rojos. «Y fue justo -prosigue la Enciclopedia Álvarez-  porque con él no se luchaba por la supremacía de ningún partido político, ni de una clase, si no por el bien supremo de España y los españoles».

La maldad se incrementó ayudada por la estupidez. Se regodea una pareja de no tener nada en la nevera y luego el plato vacío -cena socialista-, hasta que uno lo arregla diciendo: pero al menos no manda la derecha. Encima de tontos, malos: votantes «progresistas». España se suicida, sin que nadie le quite el empeño y la defienda. Así pues seguiremos bajo esta basura infecta como mi familia resistió entonces bajo el yugo rojo hasta que pudo escaparse. Hoy el estado social es insostenible, y lo peor, ya no tendremos dónde escaparnos. ¿Dónde está la zona nacional? De la acción de los rojos no pueden desprenderse más que lágrimas de dolor y muerte. En mi familia tengo la mejor prueba.

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