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Si para algo está sirviendo la actual escalada en el sempiterno conflicto palestino-israelí, a diferencia de lo que ocurre con otros conflictos, es para que quien conserve un mínimo de cordura y objetividad no pueda ni deba ponerse de parte de ninguno de los dos bandos en liza. Si algo está claro en este asunto es que las razones que tuvieron ambos, si es que las hubo, o tienen ahora, si es que las hay, las han perdido por completo con sus respectivos comportamientos desde siempre. Por eso, el decantarse por uno u otro, y menos aún incondicional y públicamente como hacen todos los dirigentes políticos occidentales, españoles incluidos, deja en evidencia, una vez más, su mediocridad, falsedad, ineptitud y nulo sentido de Estado.
En buena lid, es imposible tomar partido por ninguno de los bandos en liza, ya que ambos son igualmente culpables, zafios, criminales y estúpidos. La diferencia entre israelíes y palestinos estriba sólo en quién les respalda, aspecto en el que gana Israel porque siempre tiene detrás, y delante, a los EEUU y su imperio monopolar, más al sionismo mundial con su control de la propaganda (los medios) y los ríos de dinero con los que influye hasta en lo que no podemos ni imaginar. Para los palestinos, en cambio, el pretendido apoyo árabe, que tiene posibilidades que no van a la zaga al anglo-norteamericano y sionista, nunca ha conseguido mostrarse ni unánime ni menos aún tan sólido ni tan tenaz.
Israel consiguió su Estado sobre la base de no pocas artimañas fraudulentas, astutas y razones injustificadas; así como de atentados terroristas contra los británicos. No contento con lo que se le dio, desde el primer día se lanzó a un expansionismo agresivo a costa de los palestinos, es decir, de lo que se les había concedido a éstos, arrinconándolos, sometiéndolos y vituperándolos hasta límites que han llegado a evidenciar el cariz totalitario de Israel, así como xenófobo e incluso genocida.
Los palestinos, por su parte, optaron siempre por el terrorismo puro y duro que llevaron con Al Fatah por el mundo sin discriminar a quién se llevaban por delante, y ahora mediante Hamas o Hezbollah cuya componente islámica radical ha añadido un factor y una imagen brutal insoportable.
Así, Israel se ha convertido en un Estado imposible de defender por su brutalidad y malas artes, tanto como los palestinos por sus acciones repugnantes, poniéndose ambos al mismo bajo nivel, tan bajo, que los dos pueden muy bien ser calificados de criminales despiadados.
Israel no sólo fue invadiendo lo que se concedió a los palestinos hasta confinarlos en los guetos de Gaza, Cisjordania y el sur del Líbano, haciendo todo lo posible, ilegal e ilegítimamente, porque sus condiciones de vida sean las peores que uno pueda imaginar, inhumanas, sino que también practica la tortura sistemáticamente, algo más que probado e incluso admitido por fuentes judiciales israelíes. Además, hasta el momento lleva vulneradas más de mil, sí, mil resoluciones de la ONU por considerarlas contrarias a sus intereses, claro. Junto a ello, está el asunto de los kibutz, y peor aún el de las represalias desmedidas, como las actuales, mediante las cuales no sólo intenta matar mosca a cañonazos, sino que le importa un bledo, o más bien le gusta, arrasar poblaciones enteras sin discriminar entre las “moscas” y los que no lo son.
Por su parte, la brutalidad de los palestinos viene de la época de Al Fatah y sus atentados también indiscriminados, y peor aún con las acciones cobardes de Hamas y Hezbollah contra civiles de toda clase, edad, sexo y condición, secuestros incluidos.
Así pues, lo que estamos viendo en España y en Occidente en general, es decir, unos incondicionalmente a favor de Israel, que no deja de propagar imágenes sin duda terribles de lo cometido por Hamas -que a su vez con sus propios vídeos propagandísticos se ahorca-, y otros incondicionalmente del lado palestino, con las también terribles imágenes y elevadísimo número de civiles muertos y heridos -sobre todo niños- por los bombardeos indiscriminados israelíes, demuestra que a estas alturas sus respectivos aduladores carecen de razones para ese apoyo incondicional, porque sus respetivos apadrinados las han perdido, si es que alguna vez las tuvieron.
Este conflicto no tiene, tampoco, solución, porque la sangre que ha corrido, y además de manera tan cruel e injusta por ambas partes, lo alimenta en mentes y corazones de unos y otros, lo que, unido a intereses externos siempre incalificables, incluso lo agrava.
Por ello, acostumbrémonos a contemplar de vez en cuando rebrotes sanguinarios, crueles, injustificados, incluso abominables, de una parte como de la otra, a soportar la miseria del ser humano cuando se deja dominar por sus más bajas pasiones, y a no creer ni a unos ni a otros, cuyos dirigentes de siempre, además, sólo persiguen su propio beneficio a costa de aquellos tontos, israelíes y palestinos, a los que dicen defender o representar, pero tampoco a los que les vitorean, sino a reprobar a todos.
La conclusión, para España, que es lo único que nos interesa, es que nuestros dirigentes de todo color deberían mantenerse neutrales dignidad, humanidad y por el interés de España; también de ellos mismos y de sus partidarios.
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