20/09/2024 05:10
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(A mi hermana Isabel)

 

Inmensamente breve e inmensamente santa

fue tu vida terrenal, Isabel de Hungría.

Como la Virgen María

fuiste madre y esposa

enamorada y amorosa,

obediente siempre a Dios,

de sus dones dadivosa.

Renunciaste a la riqueza

de los bienes mundanos

‒eras hija de un rey y tú misma duquesa‒

para darte a la pobreza

que despoja al alma de todo

lo que le estorba y le pesa

y al quedarte viuda fundaste

un hospital donde hiciste

realidad tu perfecta divisa

‒«Piedad, Pureza, Justicia»‒

dedicándote al cuidado

de enfermos, pobres y ancianos.

Y así llegaste a tu final

con apenas veinticuatro años,

en olor de santidad,

dejando inscrito tu ejemplo

con letras de oro en la eternidad.

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