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El porqué de los gatos a veces mueven sus patas, arriba y abajo, en un punto determinado contra una superficie blanda o el cuerpo de su dueño, como si estuvieran amasando, tal y como la abuela para hacer el pan, cuando en la niñez contábamos: «la levadura la tiene en Pamplona y por eso no amasa la tía Melitona», es el signo de su cariño hacia el amo, las cosas y el estado de su felicidad. Es una rememoración de la infancia. Una costumbre adquirida nada más nacer para estimular el pezón de la madre y poder mamar. Así masajean la zona antes de esa manera. Tienen más costumbres de esta etapa primera como es la forma de tumbarse y meter la cabeza por todas partes, como si lo hicieran sobre el vientre caliente de la madre regocijándose en busca de alimento, protección y cariño. Lo que se aprende en la cuna siempre dura. Llamamos a esta costumbre, los masajes de gato, y cuando tumbados sobre el vientre del amo/a, le hacen eso, es que le quieren con locura. El gato es un animal lleno de costumbres y misterios. Es un ser normalmente cariñoso, con sus cosas, que detecta previamente quien no le quiere, y le bufa, echándole de su círculo. Es silencioso y pasa gran parte de su vida durmiendo. Cual cordón umbilical con la naturaleza, es la mejor mascota por su pacifismo, para un escritor, que hace su campaña de esa guisa, aunque despierto, mientras su gato sueña a su lado; o a un pintor, o incluso a un músico, ya que de música entienden bastante, pese a que lo que más les gusta es el silencio, como parte esencial de la música, ya que sin él no podría existir la música. Según Albert Schweitzer, «el hombre tiene dos medios para refugiarse de las miserias de la vida: la música y los gatos».
La música es el ruido menos molesto, o más soportable, decía Napoleón. Sobre todo si lo comparamos al estruendo de los cañones. Por eso a los gatos -dicen- les gustan los cementerios, por la Paz que allí respiran y por la espiritualidad que estos animales tienen. Comparados con los perros no dan problemas, porque no ladran como ellos y sacan de quicio a los vecinos. Los gatos no molestan, están castrados y bajo la vigilancia veterinaria. No molestan en todo el día, pasan enroscados durmiendo, en cualquier lugar adecuado, aunque por las noches despiertan demasiado y les entran unas ganas locas de jugar, o cruzan los pasillos a toda velocidad, para conseguir músculo y hacerse notar. Quizá por ese misticismo fueron deificados por los antiguos egipcios al creer que los gatos después de siete reencarnaciones volvían a tomar carne mortal en un ser humano. De ahí el refrán, de «siete vidas tiene el gato».
Investigadores de la Universidad de Helsinki , desarrollaron un nuevo cuestionario completo para estudiar la personalidad y el comportamiento de los felinos. Un nuevo cuestionario aplicado a más de 4.300 gatos que representan 26 grupos de razas, revela siete rasgos de personalidad y comportamiento, con diferencias significativas entre razas. En un cuestionario diseñado por el grupo de investigación del profesor Hannes Lohi, se encuestaron la personalidad y el comportamiento a través de un total de 138 afirmaciones. El cuestionario incluía secciones completas sobre antecedentes e información relacionada con la salud. Al emplear, entre otros medios, el análisis factorial para procesar los datos, se identificaron siete rasgos de personalidad y comportamiento.
Estos rasgos son: actividad / alegría; espanto; agresión hacia los humanos; sociabilidad hacia los humanos; sociabilidad hacia los gatos; problemas con la caja de arena (aliviarse en lugares inapropiados, precisión en términos de limpieza de la caja de arena y material del sustrato); y acicalamiento excesivo.
Lo más bonito de los gatos (criaturitas de Dios) es que son notables animales de compañía, y obligan a quererlos al ser uno querido por ellos. Aunque de problemas, como en toda mascota, mejor no hablar. No se parecen en nada a los perros, y su mantenimiento normal comporta unas exigencias, o si no, no tener mascota. Es un miembro más en la familia, y esto a veces no cuadra.
Los gatos nos miran como sus súbditos, por supuesto que son los reyes en su territorio que cuidan con esmero. El gato te marca como suyo, y nunca intentes domesticarlo, es él quien te domestica a ti. Es el único animal que domesticó al hombre.
Se merece la estatua a la libertad, por su independencia y el sentido de ser absolutamente libre. Que nadie espere que le obedezca un gato. Hace siempre lo que le da la gana pero con una elegancia ejemplar. «Hay quien llega a afirmar -escribe Antonio Burgos, en su libro Gatos sin fronteras-, y te hace el siguiente razonamiento: que los gatos son en realidad mujeres.
Los gatos hacen lo que quieren. Raramente te escuchan. Son del todo impredecibles. Cuando tú quieres jugar ellos, prefieren estar solos. (y viceversa) Esperan que les concedas todos sus caprichos…» En realidad los gatos se llevan muy bien con las mujeres porque saben que les conceden todos los caprichos, y las dominan mejor que a los varones. Los papás son otra cosa a las mamás. Lo mejor es ser un matrimonio bien avenido, a lo que desde luego los gatos ayudan bastante, además de ser un buen remedio para los hipertensos. Los gatos son positivos en todo matrimonio. Si hay gritos o riña matrimonial, algunos se ponen como demonios hasta que paran aquello. Bajo sus dominios solo ha de reinar la paz. El piso de la ciudad para ellos es una metáfora de la selva y el campo. Son muy imaginativos en sus juegos, y conviene tener dos -tal es mi caso- que uno solo. Es bonito verlos jugar aunque a veces salen a palos. Es un lujo que cuesta dinero, aunque en principio no me costó nada más que recogerlos de la calle en su abandono cuando eran pequeñitos. Cuestan trabajo además de dinero, para adecentarlos un poco y llevarlos en su trasportín al veterinario, o hasta el monte, donde se encuentran reencarnados en su propio medio natural. Ciertamente cuando se mueran los dos que tengo, no habrá más masajes, ni podré tener más gatos, porque me toca morirme a mí, y ya no puedo con la risa.
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