21/11/2024 14:50
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El pasado treinta y uno de diciembre de dos mil veintiuno se promulgaba, mediante su publicación en el Boletín Oficial del Estado, el Real Decreto 1150/21, de veintiocho de diciembre, que aprobaba la Estrategia de Seguridad Nacional 2021. No voy a realizar un estudio jurídico de esta norma, sino un mero comentario -no de todo el contenido que comprende unas treinta páginas- como ciudadano de a pie. Reconoce este Real Decreto que su publicación se adelanta a la fecha de finalización del plan estratégico, aprobado el uno de diciembre de 2017. Se justifica tal adelanto por la “situación de la pandemia COVID-19”, siendo el objetivo que se propone “profundizar en la forma de garantizar los derechos y el bienestar de los ciudadanos, garantizando la defensa de España”. Esta declaración, que podría parecer encomiable, se ve vencida por la lectura de las páginas que componen el documento legislativo por la nada, para averiguar que no sabremos qué formas se adoptarán y cómo se hará efectiva esa garantía de la defensa de España. En definitiva, nos encontramos ante unas treinta y tantas páginas de doble lenguaje por el que no llegamos a saber nada concreto, nada cierto, nada claro. El Profesor Amando de Miguel, en su libro La perversión del lenguaje, editado en el año 1994, ya nos advertía del doblelenguaje que todo lo sublima y confunde, consistente en un truco retórico por el que, cuando se afirma algo, en realidad se está transmitiendo otra idea, con lo que la comprensión de este doblelenguaje es simple, bastando entender lo contrario de lo que se nos dice.

Si acudimos a otro Profesor, en este caso a Unamuno, en un artículo que publicó en marzo de 1906 se preguntaba ¿Qué es Verdad? (más adelante Kelsen se preguntaría ¿Qué es Justicia?), similar pregunta que lanzó Pilato a Jesús cuando fue llevado a su presencia, para decirnos que la verdad es la conformidad o ecuación del lenguaje externo con el juicio interno del sujeto (definición de la que se apropiará más adelante Ortega y Gasset) y todo lo contrario a la verdad se llama mentira, por lo que la verdad es la vida y la mentira la muerte. Pues bien, hoy parece que vivamos muriendo por la perversión continua que se hace del lenguaje, ese decir mucho para no decir nada, teniendo carta de naturaleza a través de la propaganda, la cual ha llegado a los boletines oficiales con las normas que han de regular la vida de los ciudadanos. El gran gurú de la propaganda, Edward Bernays (sobrino de Sigmund Freud), en su libro titulado Propaganda, nos advierte que “la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática”, para añadir que “quienes manipulan este mecanismo constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de los países”. Y en un rasgo de sinceridad, nos llega a decir que “quienes nos gobiernan, moldean nuestras mentes, definen nuestros gustos o nos sugieren nuestras ideas son personas de las que nunca hemos oído hablar”, con lo que “la propaganda es el brazo ejecutor del gobierno invisible”. Si acudimos al Real Decreto inicialmente mencionado y hacemos una, dos o las lecturas que nos permita la paciencia, alcanzaremos la sensación real de que lo vertido en el mismo es sutil y embriagadora propaganda. Que nada es verdad, pues para saber la verdad lo primero es creer en ella, y en su largo texto sentimos que su redactor no cree lo que está diciendo y, por tanto, al ser materia y origen del Gobierno, hemos de concluir que se nos ha hecho perder el tiempo. Tal vez su única finalidad sea la de acostumbrarnos a un estado resiliente, que no es otro el objetivo del Gobierno atendiendo a la Agenda 2030.

El adjetivo resiliente nos ha de llevar al término resiliencia, como capacidad de adaptación a un agente perturbador o una situación adversa, y término que ha adoptado la Unión Europea, dentro del mundo globalizado, como de uso común y para todo, tras del cambio operado por la COVID-19, según la declaración previa que realiza el Gobierno en el texto que comentamos, con lo que se quiere decir que sin COVID-19 no se hubiese producido cambio ni revisión de la sociedad tal y como la habíamos conocido hasta el año 2020, con lo que la verdad que se desprende de la aparición de la COVID-19 es que sin ella, el motor del cambio no se hubiese producido en los términos y expansión que se pretende por “las personas de las que nunca hemos oído hablar”. Olvidemos que Pedro Sánchez gobierna, o que lo hacen los distintos personajes que bajo el título de jefes o presidentes de gobierno aparecen a la cabeza de los distintos estados, porque de este texto de supuesta Estrategia de Seguridad Nacional 2021, lo que se desprende es que aquí quien ordena y manda, aparte de los “desconocidos”, son Estados Unidos, China y Rusia. La Unión (falsa unión) Europea está para repartir un Fondo de Recuperación y Resiliencia conseguido por la emisión de 750.000 millones de euros de deuda comunitaria, que se suman a los 1.074 billones del Marco Financiero Plurinacional 2021-2027, que no sabemos quién la ha comprado -porque si se emite deuda es que alguien la compra,- llegando un tiempo que habrá que saldarla, y quien debe algo y no lo devuelve es que nada tiene, por lo que la pregunta se hace obligada: ¿Quién es el propietario de Europa? La deuda de Estados Unidos prácticamente la tiene China, y Rusia ha comprado oro pasando de las 600 toneladas en 2009 a las casi 2.300 toneladas en la actualidad. Visto este panorama ¿cuál es la estrategia de defensa? ¿de qué nos tenemos que defender si nada es nuestro, pues todos y cada uno de los españolitos somos bien embargable, y para pagar esa deuda conforme a la Ley 36/2015, de 28 de septiembre, de Seguridad Nacional, su Título IV habilita al gobierno para que el sector privado, o sea, todos nosotros contribuyamos en los recursos a la Seguridad Nacional, que no puede ser de otra manera que con nuestras propiedades y entre ellas, nuestros depósitos, títulos y valores de todo tipo?

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Claro es que según el documento España tiene instituciones (no dice cuáles) y democráticas, lo que es otra perversión por cuanto en España no hay una unidad administrativa y, por tanto, institucional, como no la hay política, y cuando lo que se ha implantado es el sectarismo de unos contra otros. Por eso en este metalenguaje implantado a través del BOE y extendido a la sociedad como una nueva situación a experimentar y en la que se será feliz (finalidad que también indicaba Platón de lo que deberían ser las leyes: la búsqueda de la felicidad) nada de lo que se dice es verdad. Y no es verdad que las relaciones de España con Marruecos sean buenas y de colaboración, cuando se han entregado por gobiernos españoles -en  los últimos cuatros a Marruecos- más de 320 millones de euros para que contengan la masa humana que sube del sur y centro de Africa, y que Marruecos administra lanzándonos pateras según su interés, cuando Marruecos lleva en armamento (sobre todo americano) un gasto entre 2018 y 2020 de más de 10.000 millones de euros. Al leer el texto uno se lleva la ingrata decepción, por ser real, de que Ceuta y Melilla serán abandonas a su suerte, que según el documento hay que promover un espacio de seguridad pero no se sabe cómo porque no hay interés en ello. De la fuerza de unos 20.000 hombres que había en Melilla en la década de los años 1970-80, hemos pasado a la expresión mínima. De las tres Banderas que componían el Tercio “Gran Capitán”, I de La Legión, se ha pasado a la actualidad a la presencia de una sola, la I Bandera, y del mismo modo en Ceuta, quedando como II Tercio “Duque de Alba”, la IV Bandera, haciendo campamento los Tercios III y IV en la península, cuando deberían estar en Melilla, Ceuta y Fuerteventura.

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Lo verdaderamente cierto es que se ha implantado una doble moral, y con ello un doble lenguaje, una realidad en la que, con palabras de Jorge Volpi, la verdad no existe, pues fue aniquilada en medio de promesas y palabras. Se nos obliga a  una doble moral como la vivida en la U.R.S.S.  por los campesinos que, despojados de sus bienes, su gobierno comunista exportaba manteca en panes envueltos en papel especial, donde iba impreso en inglés: “Manteca exportada de la U.R.S.S.”, con la finalidad de que, en Londres, Berlín o París, pensaran que los ciudadanos comunistas vivían en la abundancia. Pues aquí y ahora, ya no nadamos en la abundancia, que vamos a llegar a ser como aquél sabio de Calderón, que viéndose tan pobre y triste se lamentaba por unas hojas que comía, y cuando el rostro volvió vio a otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó. Pero me equivoco, porque la España del BOE es feliz.

Autor

Luis Alberto Calderón