Una mañana de sábado en un restaurante de la capital parecía un tiempo perfecto para la crítica del Pueblo contra el consistorio de Madrid. Almeida, el alcalde que ganó las elecciones para el Partido Popular mintiendo sobre su programa electoral y la injusticia del «Madrid Central» comunista, no salía bien parado con una calificación taxativa:
-Almeida es un tapón de mierda para Madrid-farfullaba uno de los comensales. El resto asentía con la cabeza. El cónclave no era precisamente de izquierdas. Todos estaban de acuerdo en que Almeida ganó las lecciones engañando a sus votantes, aunque eso de la dignidad por el compromiso tampoco parece que afecte el cinismo de los incondicionales.
Si Martínez Almeida hubiese propuesto sus medidas ambientales durante la campaña electoral, ningún madrileño podría objetarle la intención siendo como Dios manda. Otra cuestión es haberse convertido en un estafador que está dañando a los madrileños con imposiciones absolutamente contrarias a lo prometido. Madrid podría ser una fuente de la que manase la libertad y la empatía por las necesidades de los ciudadanos, sin embargo con el engañador Almeida se ha transformado en una zona a propósito de la tiranía en España. Un tapón para la fluidez de la convivencia sin que las normativas arruinen a los ciudadanos hasta el hartazgo de cargas impositivas. Por si no fuera poco la criminalidad manifiesta del forajido de La Moncloa y sus cómplices.
Durante los años que la inmundicia podemita controló la capital, los madrileños contaban los días para quitarse de encima el mediocre yugo de los estalinistas ecologetas; y en ese sentido estalinista llegó otro ecologeta aparentemente conservador, blandiendo el argumento de la moderación para luego meterla doblada destrozando la vida a quienes importan un bledo para la maquinaria destructiva de la exigencia contra la supuesta contaminación…. Un tapón de mierda. No se aventuraba el crítico matinal en la calificación peyorativa por la baja estatura de la que parece presumir el alcalde, sino en lo que suponían para Madrid las medidas restrictivas del 2025 contra más de un millón doscientos mil usuarios que, de no remediarse, padecerán las poco empáticas, en realidad tiránicas, medidas de restricción en la circulación de vehículos, al hilo de la mandanga contaminante que tan buenos réditos impositivos rinde a la calaña política con patente de corso para arruinar a los ciudadanos que, dóciles y pacíficos siguen guardándose los cuchillos en los cajones de la cocina, a diferencia de otrora tiempos en que el descontento popular hincaba a degüello los filos contra los gaznates de los causantes de sus penurias y los mamelucos de turno. Ese pacifismo en España después de haber degustado las supuestas mieles de la libertad y la democracia ha facilitado la proliferación de la carroña con sigla política, de los parásitos bien avituallados con dinero público en tanto despojan de sus bienes, ahorros y esperanzas a los ciudadanos sumisos en las garras de esperpénticos hijos de puta con derecho a respeto por engalanarse y lucrarse con opíparos sueldos a costa de la podredumbre del Pueblo. Cuanto más harapientos los gobernados, más pertrechados los malparidos que siembran la miseria y el desasosiego a sabiendas de que en España la política brinda a los haraganes y ladrones el sustento legal que necesitan para practicar el crimen con rango de ley y normativa.
Almeida es un tapón de mierda en un Madrid desarrollado que ha caído en las garras de los especuladores de vida que no dudan en cercenar las ajenas bajo el pretexto de la sanidad y la prevención medioambiental. Más que tapón, el alcalde es un mierda, en román paladino y castizo, siendo un mierda todo aquel que trepa a sus pedestales a base de pisar cadáveres con mentiras para encumbrarse en el éxito del estafador: el que a base de engaños y sin méritos consigue el objetivo de esquilmar a cuantos se creyeron las promesas electorales. Apestoso, repugnante, fétido y con olor a cadáver queda Pedro Sánchez con la fosa séptica en que ha convertido el gobierno de España, pero aun en menor medida, no deja de ser repulsivo el giro radical del moderado Almeida que con su 360 y las nuevas medidas de restricción amenaza con complicar la vida a más de un millón de ciudadanos que se verán obligados a no poder circular dentro del cinturón de la M-40 con un paso más allá de los límites de la M-30, convirtiendo Madrid en una zona reservada donde no tendrán cabida cuantos no puedan renovar su vehículo.
El problema de la carroña política en España es que dobla sibilinamente la cerviz en las elecciones para luego sacar el cariz depredador e intransigente que tortura la existencia del pueblo. Almeida era simpático; lo fue y hasta creíble. Hoy es un mierda sin palabra. Un pequeño buitre alcaldable, un aranero profesional que tomó como caballo de batalla lo de las zonas contaminantes para tildar las medidas ambientales de chantaje contra la libertad, y luego recoger el guante de la izquierda radical y redoblar el impulso dictatorial contra todo lo prometido antes de erigirse en principal edil. No contento con restringir el cinturón de la M-30, llega ahora el embudo de no permitir el paso por Madrid con frontera interior en la M-40. No satisfecho con la calificación de las etiquetas medioambientales, se reprime al ciudadano que aún llevando la etiqueta de la DGT, perdonándole la vida, podrá acceder al gueto, eso sí, aparcando en un parking, pagando para no ser multado. ¿No ser multado el mismo ciudadano que tendrá que seguir pagando el impuesto de circulación por unas prestaciones reducidas, impuestas para menoscabo de la elemental libertad y el incremento de la desfachatez impune de esos politicastros seguros de que la gente se guarda los cuchillos en el cajón de la cocina?
Si un ciudadano particular lo va a tener imposible, no es imaginable lo que suponen las nuevas medidas de chantaje contra los profesionales del transporte que se verán condenados a muerte gracias a la falta de indulgencia de ese tapón de intransigencia-de mierda-que ha supuesto Almeida como alcalde que engañó a sus electores con más cara que espalda que se gasta el consistorio para hartar a los madrileños. Siendo Almeida un reflejo fehaciente de la hipocresía del PP, de la simiesca actitud de Feijóo pendiente de imitar los intereses del PSOE en España y Europa, no es de extrañar que el que dijo prometer libertad esté convirtiendo Madrid en un embudo por cuya afilada intransigencia se está descuartizando la existencia de cientos de miles de ciudadanos.
Para el 2025 el tapón de mierda-no por su baja estatura, sino su diminuta talla de político honrado que ha perjudicado la vida de millones de ciudadanos al alimón que Sánchez- habrá cumplido sus amenazas y provocado la ruina de muchas familias que viven del comercio y el transporte, imposibilitadas de cumplir las exigencias para cambiar un vehículo por el que dicen haber suministrado millones de euros como ayuda económica para costearlo. Mentiras, añagazas de hipócritas redomados, justificadores de latrocinio oficial sentados en la poltrona de lo inescrupuloso, no obstante son funcionarios de vida resuelta para jodérsela a los demás. Almeida no es lo que parecía ser y en el 2025 más de uno se acordará de él y de su santa madre. Nada nuevo bajo el sol con el desierto de honra en el PP salvo honrosísimos oasis como Isabel Díaz Ayuso; una nota disonante a la que se le perdona por méritos propios seguir perteneciendo al PP: la mafia cómplice del capo Sánchez.
La vida en Madrid es un yugo de trampas administrativas, multas y sacacuartos de un Almeida que sabe que por mucha puñeta que haga los cuchillos seguirán guardados en el cajón de la cocina aunque los ánimos están muy calientes. Para el 2025 veremos cuánto se resiste este tapón antes de que la presión lo reviente. Las injusticias de Almeida las pagan los madrileños y un millón de perjudicados por las medidas totalitarias tiene un coste político… En lo personal, el alcalde traidor todavía no se ha encontrado cara a cara con uno de tantos a los que ha arruinado su modo de ganarse la vida, uno de tantos entre cientos de miles. A este paso de alcalde demagógico y totalitario, Almeida no podrá pasear por el Madrid que lo aborrecerá como al furúnculo de La Moncloa que no puede pisar las calles de España.
Un día después:
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El PP, ya se sabe, es otro partido al servicio de la odiada internacional globalista. Trabajan para sojuzgar a los españoles en beneficio de sí mismos y de sus amos. Mantienen la mascarada de poli malo poli bueno para mantener al rebaño en el redil pero su verdadera naturaleza sale a flote en cada una de sus acciones. Son enemigos de España, enemigos de Dios, y deben ser castigados.
VERDADERAMENTE ES UN TAPON DE MIERDA PERO AUTENTICA MIERDA.
EL dromedario Almeida es un canalla de primera división. Mentiroso compulsivo, incompetente de primera, hortera y pedante, indecente, trepa, traidor (a Casado), lacayo globalista y, además, muy feo.
PP en estado puro.