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La Dirección General de Tráfico no marca una edad para dejar de conducir. Aunque lo cierto es que en algún momento, por la propia seguridad y la de los demás, habrá que dejarlo sin esperar a tener un accidente. Y es que en España hay un millón de personas que conducen con edades entre 65 y 69 años, 700.000 aproximadamente de 70 hasta 75 años y unos 500.000 que siguen circulando con más de 76.
Javier Bosch, consejero delegado de Cleverea, asegura que «la pérdida del carné es inevitable, un duelo que llegará a todos aquellos que tengan la suerte de cumplir muchos años. Es duro, pero no es el fin, y en ningún caso debe implicar renunciar a viajar, salir con amigos, ir a cenar.».
Por más veterano que uno sea, los años pasan factura en las capacidades al volante. Muchos conductores llevan más de medio siglo con el carné, pero la experiencia no puede suplir el deterioro implacable de la edad. Algunas de las señales evidentes de que hay que dejarlo, son las siguientes:
1. Hay gente que me pita
Los conductores maleducados existen, pero si uno tiene la sensación de que su número aumenta de repente, puede ser que esté haciendo algo mal.
2. Me pierdo incluso en trayectos conocidos
También los jóvenes se pierden, pero en edades avanzadas es más frecuente y puede ser síntoma del comienzo de un deterioro cognitivo aún no diagnosticado.
3. He tenido percances últimamente
No necesariamente golpes importantes, pero sí pequeños raspones, ligeros choques, o he estado a punto, con mucha frecuencia. Otro de los aspectos a fijarse es el salirse del carril muchas veces.
4. Surgen peatones o ciclistas como de la nada
Cuando se repiten estos sustos, aumentan los frenazos y las ocasiones en las que hay que disculparse en los pasos de cebra es síntoma de falta de reflejos y pérdida de visión lateral.
5. Me estresa incorporarme a una rotonda
Actos tan habituales como tomar una rotonda, salir de ella en el momento oportuno, incorporarse a la vía principal desde un carril de aceleración, tomar un desvío… pueden empezar a resultar muy estresantes.
6. Alguien próximo se queja de nuestra conducción
Si nuestros familiares, parejas, o nuestros amigos empiezan a manifestar tensión por nuestra forma de conducir o hacen como si frenaran ellos desde el asiento del copiloto, tal vez no seamos ya tan buenos conductores como solíamos ser.
7. Me distraigo mientras conduzco
Darse cuenta de que vamos demasiado despacio o demasiado deprisa, pasarnos los desvíos, frenar en el último momento… indica distracciones al volante. Además, si también te cuesta hacer algunos movimientos como dificultades para mover el pie entre el freno y el acelerador o dolencia del cuello al girar la cabeza, significa que debes dejarlo pronto.
8. Otros se dan cuenta antes que yo
Mientras conducimos, siempre nos enteramos un poco más tarde que los demás de que viene un vehículo de emergencia pidiendo paso, de que hemos hecho algo mal, de que hay algo que invade la calzada, de lo que pone en las señales de tráfico…
9. No quiero conducir de noche
Nadie ve igual de noche que de día, pero si la visión nocturna empieza a ser un serio problema para conducir con seguridad, no hay que arriesgarse.
10. Me han puesto varias multas
Esto también puede ocurrirle a cualquiera, pero si coincide con la pérdida de reflejos y con que hemos acumulado más «partes» de lo normal, conviene pensarlo.
Por supuesto, no hace falta reconocerse en todas estas señales; basta con reconocer alguna para irse preparando. El duelo llegará inevitablemente, pero, si puede ser más tarde, mejor que más temprano. Por ello, para poder ir alargando el momento, los expertos de Cleverea aconsejan algunas medidas:
Mantenerse activo
Las personas que practican ejercicio de manera habitual pueden contar con conservar las aptitudes necesarias para conducir durante más tiempo.
Controlar la audición y la vista
Con la edad se pierde oído y eso impide detectar los coches que se acercan, las sirenas de vehículos de emergencia o incluso el ruido del motor para cambiar de marcha a tiempo, no dañar el embrague o, incluso, gastar menos combustible. La vista también se deteriora: cataratas que dificultan la visión nocturna, miopía, pérdida de agudeza visual…
Ojo a la medicación
Algunos analgésicos, los medicamentos para dormir o los ansiolíticos, pueden provocar somnolencia y disminuir los reflejos. Es preciso consultar con el médico para que no interfieran en la seguridad al volante.
Cambiar de vehículo
Puede que necesitemos un coche más acorde con nuestras necesidades, más pequeño, más fácil de conducir, tal vez automático o con un navegador más visible, o pasarnos a un coche sin carné.
Compensar las limitaciones
Es el momento de ser más cautos que nunca: conducir solo por trayectos ya conocidos y cercanos; evitar las situaciones de riesgo, como los giros a la izquierda en calles de dos direcciones o las rampas; aumentar la distancia de seguridad con el vehículo precedente, etc.
Además, estar más atentos que nunca a no cometer infracciones graves como conducir bajo los efectos del alcohol, respetar las limitaciones de velocidad, no distraerse cogiendo cosas de un bolso o mochila, no comer mientras se conduce o no mirar el móvil. Por otro lado, es aconsejable elegir carreteras poco frecuentadas y no viajar después de comer, ni con hambre. Y en los viajes, pararse a menudo.
El adiós al coche propio supone un varapalo emocional que habrá que asumir. Por ello, desde Cleverea nos aconsejan hacerse a la idea con tiempo. Es bueno irse preparando, y dejar la conducción por elección propia, mejor que por imposición, siendo realistas ante las limitaciones que podamos sufrir al volante.
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