24/06/2024 14:02

Aunque creo que todos los actores, sin importar su nacionalidad, son organismos que merecen toda la atención por parte de los parasitólogos, la subespecie española me parece especialmente interesante y digna de ser estudiada. Y es que, si bien el actor español comparte, como no puede ser de otra manera, muchas características propias del gremio en general, y que se observan en mayor o menor medida en todos los actores del mundo, posee, sin embargo, ciertos rasgos, ciertas conductas que le son propias y reclaman una investigación aparte.

No pretendo que se lean estas líneas con la voz de Félix Rodríguez de la Fuente, pero no se me ocurre otra manera de describirlo: el actor ibérico se abalanza sobre su presa (las subvenciones) y muere abrazado a ella. Este es uno de sus más terribles instintos. Una vez que prueba este sabor de las arcas públicas cualquier otro alimento le parece insípido y poco nutritivo, y nada puede hacerle soltar la presa que parasitará el resto de su vida. En comparación, hasta la garrapata puede ser acusada de cierto desapego. A esta adherencia letal una vez encuentra dinero público vacante, debe añadirse que, además, su olfato para detectarlo se ha desarrollado de una manera extraordinaria. Algunos zoólogos despistados sostienen todavía que el elefante africano es el animal con mejor olfato, sólo porque, dicen ellos, es capaz de detectar olores a diez kilómetros de distancia. Peccata minuta. Si esos zoólogos aceptaran que el actor ibérico es un organismo que cae dentro de su competencia de estudio, sabrían que este parásito puede oler una subvención a cientos e incluso miles de kilómetros.

Su sentido del oído no es menos portentoso. Sobre esta cuestión circulaban algunas leyendas que la mayoría de la gente consideraba inverosímiles, pero un experimento reciente ha constatado una vez más que la realidad supera la ficción. Para realizarlo, los científicos se dividieron en dos grupos: el primero monotorizaba y observaba in situ a un actor ibérico que buceaba en la costa gallega; al mismo tiempo, en Almería, el segundo grupo seguía los pasos de un político que se encontraba allí para realizar ciertas gestiones. Esto significa que entre una y otra especie había algo más de ochocientos kilómetros de distancia. Pues bien, en el instante preciso en que el político manipuló unos fajos de billetes, creando un frotamiento pecuniario, la actividad cardíaca y cerebral del actor ibérico comenzó a descontrolarse, y el monitor apenas podía registrar todo el zigzagueo frenético que duró todo el tiempo que el político estuvo provocando ese ruido imperceptible al oído humano. Al salir del agua, consultado por los científicos que se encontraban en Galicia, el actor ibérico detalló la cantidad de dinero que el político estaba manejando en Almería, y hasta se aventuró a concretar el número de billetes de cada valor. Una vez transmitida esta relación, desde Almería sólo pudieron confirmar con asombro que el actor ibérico había acertado en todo.

Pero que nadie piense que el político de izquierdas es un mero organismo anfitrión que se deja parasitar sin más. La relación que le une con el actor ibérico, más que parasitaria, es de simbiosis. Si el lector ha visto alguna vez cómo ciertas aves reposan y se alimentan en el lomo de un búfalo, el cual las admite impasible, podrá hacerse una idea de lo que quiero decir. En ese caso ambos animales se benefician al asociarse, ya que mientras las aves se alimentan de los parásitos del búfalo en un lugar libre de depredadores, el búfalo por su parte es desparasitado y además recibe un agradable masaje (algunos pasan por alto este último detalle, que al búfalo le debió parecer decisivo). Esta simbiosis entre dos especies diferentes es la que tiene lugar entre el actor ibérico y el político de izquierdas. Si el primero parasita el dinero del contribuyente a través del segundo, éste recibe a cambio ciertos servicios para nada desdeñables. Así, por ejemplo, cuando un partido político de derechas está en el poder, el actor ibérico sirve de oposición, aprovechando cualquier coyuntura de su profesión para atacar al Gobierno y adular implícitamente a la izquierda; y cuando es un partido de izquierdas el que está en el poder, el actor ibérico hace las funciones de palmero, se convierte en una especie de relaciones públicas omnipresente que reparte flyers desde los medios de comunicación. Como se ve, ambos salen ganando.

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Otra cualidad extraordinaria del parásito que venimos tratando es su mimetismo. Aquí, como ocurre en el capítulo del olfato, los zoólogos actuales se equivocan. Ellos colocan a los camaleones, a los fásmidos (insectos palo) y a ciertas mariposas en el pódium de los animales con mayor capacidad mimética, pero todos esos animales no son más que burdos exhibicionistas comparados al actor ibérico. Éste adquiere el tono y hasta la figura de su entorno, y no sólo a nivel fisiológico, sino también mental, de modo que su pensamiento se mimetiza con el pensamiento dominante hasta el punto de no poder distinguirlos, y la ideología del momento es siempre un fondo sobre el cual no puede destacarse. Hoy es feminista, ecologista, anticatólico, republicano, pro aborto, progresista, forofo de la eutanasia, fanático de la ideología de género, entusiasta de todas las aberraciones sexuales de moda. Mañana, si se tercia, será antropófago. Él simplemente se deja absorber pasivamente por el medio en que se encuentra, adoptando cualquier sistema que favorezca su supervivencia.

Al terminar este pequeño monográfico descorro el velo de la analogía para hablar claramente. Se habrá intuido que no siento demasiada simpatía por este ser despreciable que predica la igualdad desde la atalaya de su mal disimulado elitismo, nos invita a la fraternidad con sus sanguinolentas manos parricidas y defiende la libertad siendo punta de lanza del despotismo woke. Personaje grotesco, ridículo, que insiste en salir en la foto del proletariado de camino a su lujosa vivienda residencial, y que firma manifiestos socialdemócratas mientras hurga con un palillo el caviar que le ha quedado entre los dientes. Escudado tras la palabra «cultura», que define tanto su ocupación como la palabra «amor» define los servicios de un proxeneta, se protege de aquellos que ponemos en duda su importancia, y que miramos con indiferencia la posibilidad de su extinción. Muñeco de un globalismo ventrílocuo, el actor español se deja traspasar la nuca hasta la boca para servir de medio a un mensaje que no es suyo, y que sólo puede transmitir porque su cabeza está vacía. Si tuviera cerebro o principios interferiría en los planes de los gigantes que le manipulan. Su impersonalidad y falta de carácter, que le facilitan interpretar a otros personajes en la ficción, es precisamente el defecto del que se sirven sus mecenas para dirigirlo en la vida real. Dócil con ínfulas de rebelde, sumiso con pose revolucionaria, bufón con complejo de rey, así es, a grandes rasgos, este parásito de talla humana que ha invadido nuestra sociedad, y cuya abundancia es la medida de nuestra anemia.

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Autor

Alonso Pinto Molina
Alonso Pinto Molina
Alonso Pinto Molina (Mallorca, 1 de abril de 1986) es un escritor español cuyo pensamiento está marcado por su conversión o vuelta al catolicismo. Es autor de Colectánea (Una cruzada contra el espíritu del siglo), un libro formado por aforismos y textos breves donde se combina la apologética y la crítica a la modernidad.
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Juliana Murias

CADA VEZ HAY MAS MARIQUITAS. ESTO NO HAY QUIEN LO PARE, YA LO TENEMOS EN LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO Y SUS MINISTROS Y LESBIANAS MINISTRAS, CON SU FEMINISMO DE ODIO A LOS POCOS HOMBRES AUTENTICOS QUE QUEDAN.

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