Cobardes. O a grandes males, grandes remedios. Por Francisco Bendala Ayuso

Mientras ellos vienen interpretando la Constitución como les sale de las narices y les interesa para sus objetivos de siempre, los otros se hacen pajillas mentales. Mientras ellos llevan décadas imponiendo por las buenas o las malas su voluntad, los otros andan mareando la perdiz. Es decir, que mientras el PSOE y sus aliados de siempre demuestran voluntad de vencer, tesón, audacia y la capacidad para lograr todo lo que se proponen, los otros, PP, y ahora VOX, son unos cobardes que nunca han dejado de justificar lo injustificable, hasta incluso ahora, porque su inacción e ineptitud es debida a eso, que nadie se engañe y por mucho teatro que monten, para no hacer lo que saben que tienen que hacer. Y es que mientras aquéllos tienen bemoles, éstos son unos cobardes; y lo han sido siempre. Así, ellos saben que en frente no tienen en realidad a nadie, y por eso van en permanente ofensiva y consiguiente explotación del éxito que es total, mientras los otros se muestran en repliegue, retirada y ahora ya en desbandada. Cobardes.

Quien cede un poco, y cede en lo poco, termina siempre por ceder, poco a poco, todo. ¿Qué esto no iba ni podía pasar aquí? Pues ya ha pasado y… lo que te rondaré, morena.

Ahora, mientras PSOE, el Gobierno, sus aliados y el propio Parlamento -que da igual que sea por siete, por uno o por cien votos-, han vulnerado gravísimamente la Constitución reduciéndola a cenizas, si es que algo quedaba de lo poquísimo bueno que tenía, los demás se pierden en conciliábulos estúpidos sobre quién puede, tiene, cómo o debe pararles los pies.

Peor aún, porque el rey, al firmar lo que ni podía ni debía –y que dejen ya de confundir al personal porque la Constitución es muy clara en eso-, y les ha dejado a todos con el culo en pompa, como tantas otras veces hizo su padre, y este hijo también, que de tan mal palo, peor astilla, encima lo defienden y siguen con la tabarra que sostienen contra ley, contra la Constitución y contra el sentido común, afirmando que no podía, ni debía hacer otra cosa. Cobardes. ¿Entonces para qué carajo queremos un rey? Y estúpidos, porque por las mismas, cuando le pongan a la firma el siguiente papel que va a aprobar este Parlamento que será el del referéndum secesionista y el siguiente que será el de la secesión de Cataluña y de Vascongadas y de Galicia y de… y el de la “nación de naciones” ¿también tendrá que firmarlos? ¿Nada podrá ni deberá hacer? El rey, quieran o no, al firmar ha vulnerado la Constitución, ha actuado ilegalmente y se ha deslegitimado para siempre, como ya lo hizo, por ejemplo, al firmar el confinamiento sobre la base de decretos que hasta para el más ignorante eran, como se demostró, manifiestamente anticonstitucionales.

Agarrarse a un clavo ardiendo, y el rey lo es, para nada vale, ni menos va a valer. Si tan inconstitucional es la amnistía, y tan inconstitucional es el Gobierno y sus apoyos, entonces, igual de inconstitucional es el Parlamento que la ha aprobado y… el rey que ha firmado. ¡Leche!

Lo que les pasa a los peperos, de siempre, y ahora también a los voxeros, es que son todos unos cobardes y los tiempos, sin duda duros, que les ha tocado en mala suerte vivir, les vienen grandes, muy grandes, tanto que les supera.

A grandes males, grandes remedios

En 1808, en contra de las órdenes “legales”, pero inconstitucionales, del rey, del gobierno y de los mandos militares, se lanzaron a la calle paisanos y un puñado de soldados, no a gritar, ni a rezar, sino a matar franceses a destajo, en defensa de España, sí, de España, que era lo que peligraba, no la Constitución ni el régimen, sin pensárselo dos veces ni andar en conciliábulos jurídicos ni legalistas porque… tenían razón. Lo mismo en 1936. Y es que al enemigo no hay que convencerle de nuestra legalidad o legitimidad, sino que hay que imponerle nuestra razón… y legalidad y legitimidad que para casos extremos bastaría con que fuera la justa.

Las leyes son siempre interpretables, la Constitución también, por eso nunca puede haber un consenso absoluto, buscarlo es absurdo, imposible y se pierde el tiempo, que es lo que quiere el enemigo. Por eso, ante casos extremos como éste, basta con aferrarse a su espíritu, a su letra por demás amplia y al sentido común. Solucionado el asunto, eso sí, con éxito, los legalismos y batallas semánticas quedan para los historiadores.

Lo que está en juego no es la Constitución, por todos vulnerada en más o menos desde 1978, por demás llena de basura, no, lo que está en juego de nuevo es España. Para la exEspaña que tienen preparada harán otra Constitución ad hoc, porque nunca se ha tratado de la Constitución, ni del “régimen del 78”, ni del “Estado de derecho”, ni de… sino de España, algo que peperos y ahora voxeros, por mucho que alardeen, siguen sin tener claro, o mejor decir no les interesa porque saben que llegados hasta aquí lo que tienen que hacer, además de echar al rey a patadas y para siempre, no son capaces de hacerlo porque son unos cobardes.

PD.- ¿Y el Art. 8º que bien claro que es y que figura en la Constitución? Pues más de lo mismo: cobardes, cobardes y cobardes.

Nota del editor: aunque  no se convenga en el argumentario de los colaboradores, se respeta la libertad de expresión, ya sea en la crítica o la aprobación, desde la ponderación y el respeto a la legalidad.

Autor

Francisco Bendala Ayuso

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